Creo que la primera vez que la vi fue en el templo de Isthar, mi amo
me citó allí y entre tantos oropeles ella destacaba claramente. En lo alto de
una tarima ella se cimbreaba al son de los cascabeles que envolvían sus
tobillos, en el momento en que parecía que se iba a quebrar su espalda, pues ya
mayor torsión era imposible, un agudo golpe con los crótalos hacía que su
cuerpo girase bruscamente en la dirección contraria haciendo escapar un suspiro
a toda la concurrencia que seguía embelesada su baile.
De esos, el que con mayor arrobo la contemplaba sin duda era yo,
imaginaba que era una diosa que había descendido del cielo solo para deleitarme
con su presencia, la podía estar viendo toda la eternidad, saboreando con la
vista aquel cuerpo sucintamente apenas vestido con un faldellín de cuero,
brillante por el aceite, y lujurioso por el sudor que chorreaba entre sus
pechos. Mi vida y mi corazón se detuvieron en aquel instante.
Mis pensamientos ¡Ay! Se vieron interrumpidos en aquel instante, un
vergajo recorrió la piel de mi espalda causándome un vivo dolor.
-
¡Despabila,
zopenco inútil!
Al parecer mi amo, reparando en mi presencia me había solicitado la
entrega del pequeño cofre que iba a dar como ofrenda a los sacerdotes del
templo, y yo no me había dado cuenta de su requerimiento, embobado como estaba
en la contemplación de la bella bailarina.
-
A fuer de… ¡Si se ha
puesto como un burro!
Un sonrojo mayor que el sol al ponerse en el desierto, llenó mi
rostro. Inadvertidamente había tenido una erección al contemplar el baile de mi
diosa, es algo que un pobre esclavo sin vida sexual propia, sin acceso al trato
con mujeres, era incapaz de soportar estoico, el deseo al verla con ese baile
tan sensual había sido superior a mi razón; estólido, me había puesto en evidencia
delante de la gente que llenaba el templo los cuales prorrumpieron en una gran
risotada general y comentarios alborozados y subidos de tono.
-
Espérame en mi
tienda pollino rijoso, que he de convertirte en un gallo capón.
Con esas palabras de mi amo huí de allí avergonzado
no sin antes vislumbrar cuando me giraba hacia la salida una sonrisa socarrona
de mi diosa.
Desde entonces creo que la vi un par de veces, o no, quizás en el
expolio de Cartago la vi correr despavorida huyendo de varios legionarios, o en
el rostro de una campesina de Panonia, o en la mirada desafiante de una
concubina del harén de Darío.
Mas no por ello dejé de soñar con ella y la primera vez que la vi, a
la luz de las hogueras pensaba en ella y en las llamas que brujuleaban me la
imaginaba danzando para mí. Nunca nadie entendió el porqué de mi inapetencia
con otras mujeres, en los asaltos a ciudades sin nombre, mientras todos tomaban
por la fuerza a las mujeres del vencido, yo me sentaba a la sombra a pensar en
ella y en nuestro reencuentro si este se producía, tenía todo el tiempo del
mundo, o eso creía yo.
La siguiente vez que la vi fue en un triste garito donde no recuerdo
el lugar, gastaba mis últimos táleros en un corro donde unas ajadas cartas,
tanto como mi vida, marcaban una huida hacia adelante, mis contrincantes eran
soldados como yo ahítos de sangre con los ojos inyectados de sangre tras una
velada interminable dentro de una habitación sin ventilar. El olor a sudor y
humo de tabaco se mezclaba con el del miedo, extraño olor siendo todos unos
asesinos en potencia, curtidos en mil batallas capaces de la mayor aberración.
Una gitanilla asomó por la frazada que hacía las veces de puerta,
clavó sus ojos en mí y en ese instante me di cuenta que volvía a encontrarla.
Abandoné la partida entre las protestas de mis compañeros, un leve rugido y el
asomo de mi daga, sirvió para poner tierra al asunto, conseguí estirar mis
anquilosadas piernas y salí en su búsqueda, en aquel pasillo convertido en tiro
de chimenea para las habitaciones la encontré expectante, relamiéndose como una
gata que espera que se acerque su ratón.
-
Espera – La dije, asiéndola de la mano y reteniéndola junto a
mí.
-
No te esperaba
aquí – Me contestó.
-
¿Dónde pues?
-
Aléjate de mí,
soy la fuente de todo mal.
-
De esa fuente deseo
beber.
No la permití una frase más, hundí mi boca en la suya para calmar esa
sed de siglos que me mantenía con vida, abrí la puerta más próxima y mostrando
mis armas a sus inquilinos, graciosamente nos cedieron el sudado jergón, allí
caímos estrechamente abrazados como una serpiente con su presa, así empezaba a
sentirme, ella me devoraba poco a poco mientras yo entraba en ella sintiéndome cada
vez más como su alimento mientras iba siendo envuelto por sus poderes mágicos.
Cuando desperté, ella había partido de mi lado, aparté las chinches
que corrían por mi cara y cogí mi ropa, noté enseguida que mi bolsa había sido
vaciada de los dineros que contenía, pero me daba igual, poco desazón era para
quien tenía la eternidad como bandera.
En los siglos venideros no supe de ella, el mundo evolucionó hasta
límites inconcebibles para alguien de mi época, di mil pasos en todas
direcciones lo mismo abrazaba armas que nuevas corrientes de espiritualidad que
iban surgiendo, el mundo no tenía fronteras para mí pero siempre me sentí
insatisfecho, deseaba regresar a mis orígenes aunque comportara volver a la
esclavitud, una vida larga y disoluta no me había traído la felicidad, deseaba
una estadía morigerada al lado de mi amor imposible.
Aun hoy cierro los ojos y pienso en ella y en mi amor inmortal, en lo
grande que es el mundo para mi desgracia y en lo inalcanzable de su persona, sé
que está allí entre medias de seis mil millones de almas que pueblan este
planeta, pero no puedo ir una por una mirándoles los ojos para descubrir un
atisbo de vida que reconforte la mía.
A pesar de no conocerla físicamente, siquiera en imagen, además de dedicar
este relato a Zenda, tengo que agradecerla que me haya desperezado y animado a
tomar de nuevo la pluma virtual, además de ser un modelo a seguir por su buen
hacer con una cámara fotográfica.
Precioso conto... e certamente acompanhado de uma estupenda imagem para se sonhar e imaginar...
ResponderEliminarFeliz fim de semana.
Beijos.
Yo también le agradezco a Zenda que te haya desperezado, este relato es de lo mejor que te he leído.
ResponderEliminarAhora (cotilla como soy) me quedo con las ganas de saber quién es Zenda.
Besos
Es fácil, asociate conmigo en el facebook
EliminarHay que fastidarse, yo sin facebook (lo digo en serio eh, que tampoco tuve messenger, rarita que es una).
EliminarBueno, pues como la imaginación la tengo muy fértil, me montaré varias películas (todas ellas preciosas que de sufrir ya estoy cansada) a propósito de Zenda.
Besos
Paea evitar malos entendidos y saciar tu curiosidad, te diré que Zenda es una compañera bloguera de los tiempos de los blogs en Que!, amiga de Facebook y espero conocerla cuando vaya alguna vez a Barcelona
EliminarUn beso
Mecachis, yo que me había imaginado una historia preciosa, castillo incluido (en "absoluto" influenciada por El Prisionero de Zenda, jaja) y ahora resulta que es una cosa de lo más normal.
EliminarAhora en serio, no tenías por qué dar ninguna explicación pero, por otra parte, te agradezco el tiempo que has perdido conmigo (hoy tengo el día tonto porque espero los resultados de unas pruebas y esto me ha servido para entretenerme).
Gracias.
¡Hola José Antonio! Me pregunto qué te habrá ocurido o por qué problemas o sufrimientos habrás pasado. Aunque creo que estabas buscando el euro para completar tu botín, ¡ja, ja, ja!
ResponderEliminarBueno, fuera bromas, me ha encantado tu relato, he mantenido la expectación, junto con el protagonista, hasta el final.
Y felicito especialmente a esa tal Zenda por todo el bien que te haya podido proporcionar.
¡Espero que hasta muy pronto!
¡Un beso!
Todo un relato lleno de emociòn y suspense. Enhorabuena es buenìsimo.
ResponderEliminarun abrazo
fus