Como lo prometido es deuda, me propongo
traeros mis conversaciones con los muertos, no penséis que es imposible o que
mi imaginación se desborda como suele, la verdad es que no es tan difícil ni
hay que irse muy lejos, tan cerca como el portal de mi casa, la dificultad está
casi en vislumbrarlos, pues con el olvido se vuelven cada día más etéreos.
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Caramba, Pepa, cada día me cuesta más el poder verte.
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Hijo mío, prácticamente solo tú te acuerdas de mí; de vez en cuando
los hijos de mis señores recuerdan una anécdota en la que intervengo y eso me
da algo de brillo.
Pobre Pepa, sin hijos que la recuerden, le
resta un futuro efímero en la memoria de los hombres, su paso apenas dejó
huella, ama de cría toda la vida de unos señoritingos de la calle de Serrano,
testigo de las sacas cuando la guerra incivil, tenía un miedo crónico hacia los
uniformes y las sirenas la hacían evocar tiempos de bombardeos y refugios
apresurados en el suburbano. Su brillo se apaga sin remisión, su nicho, vecino
del de mi padre, jamás tuvo visita alguna ni un triste crisantemo adornó su
lápida.
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Gracias que tú de vez en cuando te acuerdas de mí, aunque según pasa
el tiempo ocurre más dilatado en el tiempo, por favor, no dejes de pensar en
mí.
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No te preocupes Pepa, por si sirve de ayuda escribiré sobre ti, así
cuando mis amigos lo lean, algo de energía fluirá.
Estas cosas siempre me ponen triste y casi
evita mi encuentro con Mariano mi vecino de enfrente y es que el pobre apenas
conserva un hilillo de existencia, también sin descendencia, una vida gris
junto a su mujer en un barrio obrero marcaron su vida.
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¿Todavía me ves, Jose Antonio? – apenas es capaz de musitar.
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Si Mariano, ya veo que debo de ser el único que aun te recuerda.
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Imagínate, ya sabes que mis sobrinos me metieron en la residencia y en
cuanto fallecí vendieron el piso, desde entonces soy una sombra.
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Ya me lo maliciaba ¿Y tu mujer cómo está?
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Ella desapareció del todo, de nuevo separados, a ella no la recuerda
nadie, ni siquiera tú ¿te das cuenta? Pues no eres capaz de recordar su nombre.
Tiene razón, le veo como siempre desde que
ella murió, con un pañuelo de hilo enjugándose las lágrimas y recordándome a mi
padre cuando lo hacía, nunca conocí mayor estupidez en un aserto como el que
decía que los hombres no lloran, Pero es que no soy capaz de recordar el nombre
de su mujer, la recuerdo muy anciana, obesa, espiando detrás de la puerta,
ahora me doy cuenta que lo debía de hacer por puro aburrimiento.
Un día Mariano me enseñó una foto de esas
antiguas, de cartón y colores sepias, era la foto de su boda ¡No me lo podía
creer! Estaban guapísimos, muy elegantes, ella con mantilla blanca y él con un
traje a rayas que el mismísimo Fred Astaire hubiera envidiado, si cuando sus
sobrinos hubieron desalojado el piso me hubiera podido hacer con ella, seguro
que ahora estarían con un aura radiante.
¿Al final qué es la muerte sino el olvido? Mientras
en nuestro interior somos capaces de recordar a una persona, ésta no morirá,
estará viva en nuestro corazón, pero tarde o temprano su vela se apagará cuando
nadie que nos conoció sobreviva, ese día se apagará nuestro espectro para
siempre.
Nota. No me resistí a dejar al pobre señor
Mariano solo estos años mientras cada vez que salgo de casa veo la que fue su
puerta, le pregunté a mi mujer y recordaba el nombre de su esposa, Luisa, desde
ahora intentaré vislumbrarla en el descansillo, pero no como cuando murió,
anciana y achacosa, sino joven y con mantilla blanca.
Qué yuyu, JA, qué temas tratas.
ResponderEliminarPero de transfondo dices algunas cosas que te hacen reflexionar, aunque no me dejas muy convencida con lo de que la muerte es el olvido, seguiré pensando en ello, hasta que me lo crea.
Hola J.A.
ResponderEliminarEstoy seguro que la verdadera muerte es el olvido.
"Mientras en nuestro interior somos capaces de recordar a una persona, ésta no morirá".
Un abrazo.
Menudo vecindario! La noche de todos los santos tiene que ser la leche.
ResponderEliminarMuy buen relato, Jose. Te superas.
Un abrazo
Un relato precioso, a pesar de ser sobre muertos jejeje.... la verdad es que es precioso que haya gente que siga acordándose de otros, de los que, ni siquiera en vida nadie se acordaba. Por cierto, tienes un pequeño regalito en mi blog. Un beso,
ResponderEliminarEu creio que se alguém existiu verdadeiramente dentro da gente, ele não partiu, apenas não os vemos fisicamente.
ResponderEliminarQue relato interessante...
Beijo carinhoso.
Me gusta pensar que jamás seré olvidado, q dejaré un legado por ahí, algunas novelillas publicadas, unas cuantas piezas estrenadas en los teatros de pueblo.. Pero, por si las moscas, voy a disfrutar en vida no sea que una vez muerto se pierda mi memoria para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo. Bonita reflexión.