En ocasiones veo… vivos y hasta consigo que me hablen, pero sus conversaciones suelen ser lineales y francamente aburridas, últimamente predominan las conversaciones sobre la crisis y sus consecuencias más cercanas, luego de manera estacional suelen irrumpir las conversaciones sobre balompié, estas son las peores, nunca sé que cara poner, la “cara de palo” Buster Keaton no suele dar sus mejores resultados aquí, es mejor poner una cara más flexible, que vaya desde la pasión compartida hasta el entendimiento de las tácticas que el estratega tribal plantea cada domingo en el campo de batalla.
Atrincherados detrás del periódico gratuito o del libro electrónico, el tránsito hacia el lugar de trabajo no da pie a entablar conversación alguna con tus vecinos, y ni lo intentes, eso es cosa de viejos con verborrea impenitente, no es digno de una persona cabal hablar con desconocidos, aunque los veas a tu lado todos los días hábiles a nivel laboral.
En el campo todo era distinto, en mis recuerdos siempre veo a los paisanos cruzarse por las ruas y siempre saludarse efusivamente.
- ¡Quia!
- ¡Ehoo!
Y su gran condescendencia hacia los foráneos cuando nos veían:
- ¿Tú eres Luis?
- No, yo soy Félix el culón.
Todas las tardes de verano, yendo a comprar leche a granel con nuestra cantarilla, en la puerta de la casa de nuestro surtidor, un corro de enlutadas damas sentadas en banquetas, trípodes y el poyo de la casa, comentaban los sucesos del día.
- La gallina pinta “me se” ha comío un güevo esta mañana.
- Pos córtala el pico pa que se joda.
[Maldito corrector de Word, no hay manera de poner faltas de ortografía aposta]
En fin, ante esos sesudos asertos, uno intenta confundirse con el terreno y pasar de puntillas entre la concurrencia, pero siempre hay alguien ojo avizor.
- ¿Y tú de quién eres?
- Soy el hijo de Carmen.
Lástima que para las inquisidoras mentes que me rodeaban no era suficiente, mi filiación no estaba completa, por lo que enseguida me llegó un bombardeo de preguntas que a su vez ellas mismas se auto-respondían.
- ¡Ah si! Tu padre es Antonio el taxista, y tu abuela es Matilde, la cocinera del hostal ¿Qué tal le va a tu abuela por la capital? Seguro que bien, pues ya no viene por aquí, dale recuerdos cuando la veas, del que me acuerdo mucho es del pobre de tu abuelo Eladio, ¡un santo, es lo que era! Que Dios lo tenga en su gloria.
Ante estas letanías, azarado y ya con prisa solo eres capaz de contestar:
- Angelines, por favor, dame un litro de leche.
¡Ah! Aquellos atardeceres campestres de los años sesenta, sin televisión y sin corriente para la radio, no había más remedio que charlar con tus amigos, si no al amor de la lumbre, si atacando un bocata de beicon.
- Pffues en fi farrio ffjugamos a pídolffa ftofas las ftarffes
- Pero tío, mastica primero que te va a atragantar, además me estás poniendo perdido de galipollos.
¡Qué tiempos! Estaba deseando crecer para no ponerme pantalones cortos como los hombres y ahora estoy como loco por ponérmelos como los niños.
Es curioso como el léxico va cambiando, por aquellos tiempos todo era “chely” todos eran “tíos” y todo molaba mucho, el mazo vino después, tampoco decíamos palabrotas pues era pecado, venial, pero pecado y por acumulación de amonestaciones, podías ir al infierno y eso era terrible, un sitio dantesco, los curas seguro que tendrían una puerta especial para ellos de ida y vuelta, pues de la manera que lo describían se notaba que habían estado allí, no nos cabía ninguna duda.
Debo de estar empezando estar sometido al influjo de la demencia senil, pues me he ido por las ramas y he acabado hablando sobre mi niñez y es que tampoco recuerdo la última conversación amena que he mantenido, pues como ya dije en el principio de la historia, en ocasiones veo vivos y hasta converso con ellos, otro día os traeré mis conversaciones con los muertos que os garantizo que son más amenas.
José Antonio, siempre estás perfecto y esta vez más.
ResponderEliminarEn todo momento me he sentido parte de tu historia. Es que soy de pueblo y esto que cuentas sucede en todos, hasta en el mío.
Un abrazo.
Pedro Zorro Corredero
Es verdad que las conversaciones con los vivos (solo vivos,que los MUY vivos te hablan de cómo se lo montaron con Bankia)son sosas. Es casi seguro que sus experiencias no superen a las propias.
ResponderEliminar¡Los muertos, yo quiero las conversaciones con los muertos!. Esa gente sí tiene experiencias nuevas.
Un abrazo
PD.- Los pantalones cortos, ¡hasta el gorro me tenian!. Mi madre no me los cambiaba por inso largos ni en pleno invierno.
Internet y todas las nuevas tecnologías tiene algo que ver en que apenas disfrutemos de alguna conversación con nuestros congéneres? no estoy segura... pero algo influye.
ResponderEliminarme voy, he quedado con una compi que viene de su pueblo.
:))
un abrazo
Yo en ocasiones me cruzo con vivos...pero ni hablan.
ResponderEliminarHola J.A. pues no te digo que "sin televisión y sin corriente para la radio", no estaríamos tan preocupados de muchas cosas pero tampoco se podría saber con antelación el tiempo que va a hacer para el fin de semana y eso sería un desastre. Imagina salir por la sierra con una mochila cargado con el pantalón corto, abrigo polar, camiseta de tirantes, botas, zapatillas, paragüas, gafas de sol, gorro... No hay mal que por peor venga (o era otra cosa. je,je,je)
ResponderEliminarUn abrazo
Para eso estaba "la reuma" de mi abuela, infalible predicción del tiempo, además recuerdo que no me dejaba salir fuera sin gorro wn verano y sin botas de agua en invierno,
EliminarUn abrazo
Muchas cosas eran mejores, me da pena pensar en lo que se va a perder mi hija.. Antes jugábamos en la calle y ahora desfogan en los parques prefabricados y bajo estricta vigilancia paterna, por poner un ejemplo. Pero nos queda el sabor agridulce del recuerdo.
ResponderEliminarun saludo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe he divertido mucho con tu entrada, en general tienes bastante razón, aunque por otro lado, creo que tampoco se puede idealizar lo que ya se perdió y que todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Yo creo que esa comunicación de antes era posible, no ya por la época o los tiempos en que te tocara vivir, sino por el hecho de vivir en lugares pequeños, donde todo el mundo conocía los secretos más recónditos de todos los demás (y debia de ser un agobio aguantar la falta de intimidad y los cotilleos de la gente del lugar, creo yo), en las grandes ciudades, en cambio, se gana en intimidad y anonimato pero se pierde quizás en comunicación (o simplemente esta se hace mucho más selectiva y te comunicas con quién realmente quieres). Un beso y buen comienzo de semana,
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