No llevo mucho tiempo cogiendo esta línea de
autobús, va para un año que encontré este trabajo, no me puedo quejar, aunque
no lo paguen como me gustaría y aunque tenga que traerme la tartera desde casa
todos los días y me toque cocinar por la noche le plato del día siguiente.
El viajar todos los días a la misma hora,
hace que termine viendo todas las mañanas las mismas caras, más o menos
somnolientas, como la mía; en verano aprovecho para parapetarme tras mis
grandes gafas de sol y así echar una cabezada, más bien un duermevela, hasta el
final de la línea donde me apeo para coger el metro, son un par de paradas más
hasta mi destino, pero la verdad es que sin esta extensión de mi trayecto,
podría quedarme lo menos diez minutos más en la cama.
Uno de los habituales compañeros de viaje es
un hombre un poco descarado a la hora de mirarme, él no se da cuenta que tras
mis gafas de sol escamoteo mis ojos y soy capaz de ver sin ser vista y me doy
cuenta de las miradas que me echa. En periodo invernal, me llevo un libro del
que apenas soy capaz de entender nada por culpa del sueño, pero también me
sirve de atalaya para contemplar sus miradas. A veces no lo puedo evitar y
enfrento mi mirada contra la suya, solo para tener el placer de ver como su mirada huye espantada y
ruborizado baja los ojos raudos buscando su libro.
Aparenta alrededor de cuarenta y tantos años,
principia a perder su lucha contra la báscula y es una pena, pues tiene un
rostro agradable y amigable, va siempre enganchado a unos cascos escuchando música,
por lo que su tono de voz al decirme “buenos días” es muy bajo, diluido por el
ambiente, aunque últimamente se quita uno de los auriculares para hacerlo.
Un buen día, una rubia de bote enfundada en
un abrigo de pellejo, tan artificial como toda ella, no respetó la mínima norma
deseable de urbanidad exigida a quien monta en autobús, es decir, si llegas la
última, subes la última; y con una desvergüenza torera, avanzó con su contoneo
hasta la puerta del autobús. Este hecho hizo sobrepasar el límite de la
indignación que podía soportar y exclamé:
-
¿Será posible? ¡Qué morro
tiene!
Tengo por cierto que el haber levantado la
voz hizo que mi secreto admirador mirase, ya sin disimulo, hacia mí con agrado,
se le notaba en el semblante, él mismo al pasar junto a la rubiales también la
increpó con su suave voz, sí, no es que sea una voz cantarina, pero su dulce
tono me encandiló, por lo que esta vez en vez de sentarme frente a él como
suelo, lo hice a su lado ¿Sería capaz de entrarme y entablar conversación
conmigo?
Primera
decepción, como todos los días, sacó su libro electrónico y se puso a leer, me
quedé atónita ¡habrase visto! Si así se lo ponían a Fernando VII, y él es
incapaz de pegar la hebra, vaya panoli, no sé a qué venía todo ese juego de
miradas que se trae conmigo.
Ante tamaña desilusión, me dedicaré a sacarle
faltas, que bien merecido lo tiene.
Segunda decepción, viste siempre igual,
excepto por la camisa que cambia todos los días de modelo, parece llevar
uniforme, los pantalones aun cuando los cambie, son siempre del mismo tono,
marrón claro en verano y azul o gris en invierno, el mismo chaquetón y bufanda
le acompañan dos inviernos ya y la mochila de donde saca el libro está pidiendo
a gritos urgente renovación.
Tercera decepción, no tiene culo ¿pero dónde
lo ha metido? Me gustan los hombres tipo Mario Casas con un culito redondito
que dan ganas de pellizcarlo y que me lleve
en un barco velero al fin del mundo, para, para que me voy por las
nubes, en fin volvamos a lo terreno, porque al fin y al cabo, este buen mozo
tiene una naricilla de lo más curiosa, es cuasi perfecta, una pirámide en medio
de la cara soportando muy bien sus antiparras.
En fin, no me molestaré más, a ver si llega
pronto el verano para pasarme el trayecto con mis ojos ocultos tras las gafas
dormitando ¡él se lo pierde!
jajaja
ResponderEliminarqué bueno! tardé varios párrafos en descubrir que se trataba de la visión de ella, de la chica del post anterior, con el culibajo? y el aparato en los dientes. Y el próximo post? será la perspectiva de la rubia que se cuela?
un abrazo amigo :))
Muy bueno Jose Antonio, una gran idea el ofrecer la historia anterior, desde el punto de vista de la otra protagonista de la historia. Además, así has quedado muy ecuánime y objetivo, repartiendo las culpas y defectos por igual, que para eso acabamos de pasar el Dia de la Mujer Trabajadora jejeje. Un besazo,
ResponderEliminarGran relato José Antonio, a ver cuando me presentas a la de gafas oscuras, mejor la llevas a las cañas un día de estos, estoy seguro que la gustan las bravas, picantes mucho más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro
De donde vendrá esa pasión por los culitos je,je,je.
ResponderEliminarUn abrazo.
(ahora voy a leer la versión "chico del autobús" que voy con retraso)
Muito bom!
ResponderEliminarUn abrazo ;)