Entre mis recuerdos está esta anécdota tan cierta
como dolorosa. Ya narré que mi padre madrugaba para irse a trabajar, como las
tres hermanas dormíamos juntas, aprovechábamos su ausencia para correr a
meternos en la cama con mi madre, y esto lo teníamos como costumbre. Cierto día
como mi hermana Julia era tan enclenque, al correr se cayó y me acusó llorando
de la autoría del empujón. ¡Horror! Como siempre, me tocó pagar a mí el pato, mi
madre para castigarme, me envió de vuelta sola a nuestra cama.
Por entonces tendría ya unos siete años y me rebelé
ante esta injusticia, siempre culpabilizada por mi hermana Julia. Ante esto, no
se me ocurrió otra cosa que decir a mi madre:
-
Por
no dejarme ir contigo a la cama, no te voy a dar el duro que te he quitado.
Todavía hoy me arrepiento de esa mentira, pues me
hizo levantar e ir a buscar el duro, presuntamente sisado. Por lo que me vi en
la calle con la amenaza de no poder regresar a casa hasta que no trajera el
susodicho duro.
En la puerta estuve elucubrando, de dónde iba a
sacar tamaño capital, al final encontré la manera de resolver mis problemas, me
acerqué a la casa del señor Marianillo, el tendero, diciéndole que me mandaba
mi madre para que me prestara un duro y que al regreso de mi padre de su
jornada, se lo devolvería. Tuve suerte pues el buen señor, como solía, nos daba
otras veces dinero fiado.
Aliviada y con el duro en el bolsillo, regresé a
casa, encontrándome a todos ya despiertos y junto a la lumbre, al verme mi
madre me interrogó:
-
¿Cuándo
me cogiste el duro?
-
Pues,
el otro día.
Con eso mi madre me dio un bofetón con la mano
vuelta, con la consecuencia de perder allí mismo un diente y sangrar como un
gorrino. Desde entonces jamás he vuelto a mentir a nadie.
La penúltima de mis aventuras es hacer de “negro” escribiendo las memorias de mi tía
Luci. ¿Cómo llegué a esto? Fue una conjunción de inquietudes. La mía por
conocer la vida de mi abuelo y las vicisitudes que le llevaron de su
Torrelaguna natal, hasta un pueblecillo atrasado varios siglos y desolado por
la guerra llamado Alameda del Valle.
La otra inquietud fue la de mi tía por ver plasmada
su vida en papel, mi “fama” de aprendiz de escritor llegó a sus oídos y el
resto es un trabajo emocionante, en un cuaderno de tapas de hule, mi tía ha
grabado de negro (coincidimos en el gusto del color del bolígrafo) ochenta años
de amor, dolor, sentimientos y hasta donde he leído, hambre un hambre que
desgarra. Una España que comía cáscaras de patatas asadas en la lumbre, madera
robada asimismo pues ni eso tenía y una España que bebe de sus raíces, pícara,
que no olvida a Guzmán de Alfarache o al Lazarillo de Tormes.
Este es una de las decenas de anécdotas de mi tía,
triste y alegre a la vez, mi homenaje será ver un día el libro impreso como
ella desea.
Pues Jose Antonio, manos a la obra. Besos y felices pascuas.
ResponderEliminarSe nota que le pones todo el cariño, a mí me ha emocionado la lectura de esta anécdota, y espero muchas más. Al libro le auguro un gran éxito, mejor negro para narrar sus aventuras no ha podido encontrar. Lista que es tía Luci. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno y entretenido. Aprovecho para desearte paz y amor en estas Navidades y para el año venidero. ¡Un beso!
ResponderEliminarPois eu penso que você se sairá muito bem com o libro de "aventuras" de sua tia, porque esse conto emociona e anima às boas leituras.
ResponderEliminarUm beijo grande, querido Jose Antonio, e que todos os dias de 2014 sejam como natal para você e sua família.
Será un libro entretenido y, por supuesto, ya lo compraremos cuando se publique... ( no escribo este comentario solo para quedar bien, lo escribo sin asomo de broma y con pleno conocimiento...).
ResponderEliminarfeliz navidad familiar
un fuerte abrazo
Hay que seguir con las ilusiones de nuestras propias obras.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Todo depende del tiempo que tangas, porque las ganas no te faltan según veo. Un abrazote y un espectacular 2014.
ResponderEliminar