Hoy mientras esperaba mi turno en el médico, un extraño
ruido rompió el silencio que siempre suele acompañar a estos locales, un
desconsolado lloro de un bebé en los brazos de su solícita madre que intentaba
amorosamente acallar sus vagidos.
Hace muchos años que mis vástagos dejaron la edad de
llorar, por lo que el ruido me llenó de estupor y, cómo no, de añoranza.
Después, ya de camino al trabajo me crucé con dos monjas
octogenarias que a duras penas se sostenían la una contra la otra, y me dio por
pensar que a la postre era una manera de controlar la natalidad, en
circunstancias normales se entiende, Al igual que en los países de Asia donde a
los monjes budistas, se les mantiene, graciosamente, en su alimentación, pues
representan otra manera de que la superpoblación no se dispare. Lo que me lleva
a pensar que en el fondo la crisis de vocaciones es una mala noticia. Quién lo
iba a decir.
A la espera de un apocalipsis zombie o de que China
despierte y den una patada contra el suelo todos sus habitantes, no está de más
que vayamos pensando en menos vagidos de los niños. No tengo ni idea cómo hemos
sobrepasado los peores pronósticos realizados a finales del siglo pasado, en
los que para estas fechas estaríamos sin una gota de petróleo y ni un triste
grano de trigo, pero tengo claro que “esto” va a estallar en cualquier momento.
Y no será porque un virus ataque al papel, como indicaba
Stalislaw Lem, más bien el virus será informático, porque de irnos al espacio a
poblar las estrellas estamos todavía en pañales.
Los pañales que solicitaba esta mañana le fueran
cambiados al neonato de esta mañana.
¡Qué imaginación tienes! Pues es verdad. A veces los pronósticos no se cumplen para bien o para mal, pero, poco a poco, vamos llegando a encontrar soluciones más o menos satisfactorias. Me ha hecho mucha gracia ver al pañal expuesto... y tan limpito. ¡Un saludo!
ResponderEliminar