Había hecho mucho calor todo
el día, lo corriente en la provincia de Sevilla cualquier día de julio, pero al
parecer esto había molestado a alguien en las alturas. Una enorme nube de
condensación se iba formando y cada
momento, según iba creciendo, su color iba tornándose más oscuro.
El aire acondicionado de mi
coche no daba más de sí, por los conductos de salida apenas salía un aire tibio
y todavía me quedaban dos horas para llegar a mi destino. Un fuerte viento
lateral comenzó a sacudir mi coche según me iba acercando a la tormenta y a la
oscuridad.
Poco a poco la lluvia
comenzó a caer, al principio pequeñas gotas, pero estas solo eran un anticipo
de lo que estaba por llegar. Gruesos goterones comenzaron a machacar el
parabrisas sin conmiseración, cada segundo que pasaba con mayor cantidad y
virulencia. El limpia apenas era capaz de dejarme vislumbrar la carretera.
Encendí los faros coincidiendo con el fogonazo de un rayo, lo que me hizo
sobresaltarme. El poco tiempo transcurrido entre el rayo y su correspondiente
trueno, me indicó que me encontraba en el centro de la nube y que estaba justo
en lo peor.
Aminoré todo lo que pude la
velocidad para poder hacerme con el manejo del vehículo con toda seguridad,
puesto que apenas había visibilidad alguna y el firme estaba totalmente
anegado. Pocos metros más adelante, en el arcén derecho se encontraba otro
vehículo con las luces de emergencia puestas y junto a él, una mujer me hacía violentos
aspavientos con los brazos para llamar mi atención. Pensando que había sucedido una desgracia, me
detuve unos metros más adelante. No hizo falta que me bajase, la mujer se
acercó a la ventanilla gritando para superar el ruido del temporal:
- ¡Por favor, ayúdeme!
- ¿Qué le ocurre?
- Mi coche, se ha averiado.
- ¿Quiere que avise a emergencias?
- No, ya lo hice yo, por favor ábrame la
puerta.
Esa respuesta me envaró,
llevo muchos años en la carretera y son muchas las ocasiones que en casos muy
parecidos a este el “buen samaritano” es sorprendido por un cómplice de la
supuesta víctima para desvalijarlo.
Miré a ambos lados de mi
coche intentando ver si había alguna persona agazapada en los alrededores, pero
apenas veía más que los cristales empañados chorreando cascadas de agua.
Nerviosamente apreté el botón de desbloqueo de las puertas, lo que hizo que la
mujer se introdujera en el habitáculo.
Ella se encontraba
chorreando agua, los pelos se le pegaban a la cara impidiéndome en un primer
momento contemplar su rostro. Enseguida ella los apartó como pudo con sus
dedos, pudiendo entonces ver que se trataba de una mujer de entre treinta y
cuarenta años. Nunca se me ha dado bien valorar la edad de las personas, pero
creo que en esta ocasión no me equivocaba. Llevaba unos vaqueros ensombrecidos
por la humedad y una camisa totalmente pegada al cuerpo, que al mojarse se había
pegado a su torso como una segunda piel, mostrando los encajes y dibujos de su
sujetador.
Cuando terminó de
componerse, me miró a la cara y entonó en modo de súplica:
- Necesito que me hagas un favor, te lo ruego,
me tienes que llevar a una dirección no muy lejos de aquí, te pagaré lo que me
pidas.
- Pero…
- De verdad, es muy importante para mí.
- Pero tu coche…
- Ya he avisado a una grúa, no hay problema, en
un rato vienen y se llevan el coche, pero necesito que me lleves a un sitio,
tengo una cita importantísima.
- La verdad es que…
- No te lo pediría si no fuera tan importante
para mí.
Francamente me estaba
hartando de que no me dejara terminar mis frases. Pero con sus últimas
palabras, dudo si lo hizo inconscientemente, se estiró la camisa separándola de
su cuerpo mojado, dejando apreciar unas hermosas ondulaciones.
No sé si fue por la bella
visión de su anatomía o por mi espíritu de caballero andante por lo que accedí,
todavía no las tenía todas conmigo sobre en qué clase de aventura me estaba
metiendo. No tenía ninguna prisa por llegar a mi destino, un triste hotel en un
pequeño pueblo, donde haría noche para seguir con mi labor comercial por el
resto de la provincia de Sevilla.
- Vale, ¿por dónde vamos?
- Ay, muchas gracias de verdad, eres un cielo.
Sigue por esta misma carretera, yo te iré guiando.
Me incorporé de nuevo a la
calzada con toda precaución y continuamos varios kilómetros por la misma
autovía, hasta que me indicó una salida, no pude ver el pueblo de destino, la
densa lluvia me impidió ver el contenido del cartel. Circulábamos por una carretera
comarcal atravesando campos de labor. Ella cogió el teléfono y discutía con el
destinatario de la llamada intentando hacerle comprender el motivo de su
retraso.
La noche se iba echando
encima rápidamente, pero afortunadamente caía ya una lluvia fina por lo que
reduje la velocidad de los limpiaparabrisas. Ella terminó su llamada y fijó su
atención en mí.
- No nos hemos presentado, me llamo Perla.
- Qué casualidad, yo tuve una perra que se
llamaba así.
No sé por qué dije esa
mentira, la verdad es que lo dije con socarronería, nunca había tenido una
perra llamada así, aún más nunca tuve perras, solo miembros masculinos de la
familia de los cánidos. Creo que fue más bien porque me chocaba que alguien se
pudiera llamar así, bajo mi punto de vista, Perla era más bien el nombre de
alguien de la farándula o el nombre de guerra de una prostituta y no estaba muy
seguro de a cuál de los dos mundos pertenecía mi pasajera.
Ella al parecer no se lo
tomó a mal y siguió hablando.
- Ah, ¿sí? y ¿cuál es tu nombre?
- Jose Antonio.
- Pues yo tuve un hámster que se llamaba así.
¿A qué te dedicas?
- Soy viajante de comercio, represento a una
empresa de ascensores. ¿A qué te dedicas tú?
- Soy abogada, estoy en un despacho en Sevilla,
estamos especializados en herencias, no es un mundo muy apasionante que
digamos, pero el sueldo y las comisiones están pero que muy bien.
La hora siguiente la pasamos
conversando muy amigablemente, una vez roto el hielo, Perla, pues así me juró
que era su auténtico nombre, se reveló como una excelente conversadora, unido a
mi condición de vendedor, lo que hacía que a mí tampoco me faltasen buenos
temas de conversación, hizo que el tiempo se pasase volando y nos conociéramos
un poco. Ella estaba realmente agradecida con el favor que la había hecho y notaba
que algo la rondaba por la cabeza.
- Mira, estamos casi llegando, no sé si dejar
que me acompañes. Si vienes conmigo ten en cuenta que vamos a un lugar muy
especial.
- ¿Como cuánto de especial?
- Muy, muy especial. Tiene unas normas muy
estrictas, tienes que prometerme que las vas a cumplir a rajatabla, si en algún
momento te ves incómodo, te marchas en silencio y aquí no ha pasado nada.
- Caramba, cuanta intriga.
- No te lo tomes a chacota, allí dentro hay
gente muy importante.
- No será una secta? – Dije amoscado.
- No, no te preocupes no es nada religioso,
solamente es un club algo especial.
Apenas pudimos ya charlar
más, ella me indicó que aminorara la marcha y a lo lejos vi el portón como
tantos otros que se ven en Andalucía, indicando la entrada a un cortijo. Me
desvié como ella me había indicado y tomamos un camino de gravilla que se
perdía entre campos de trigo.
Un último relámpago me
mostró la silueta del cortijo donde terminaba la carretera, aparqué en un
lateral del mismo en un lugar habilitado para ello. Según descendimos del coche,
dos porteros con grandes paraguas salieron a recibirnos para acompañarnos al interior.
Un portal rústico daba acceso a una entrada donde mi acompañante enseñó una
credencial y explicó que yo era un invitado excepcional. El portero asintió con
un leve gesto y me dejó pasar, no sin antes entregarme una tarjeta magnética sin
estampación alguna, toda ella de color blanco.
Perla me condujo a una
estancia lateral donde colegí enseguida que se trataba de un vestuario y allí,
frente a dos taquillas vacías ella comenzó a desvestirse sin mostrar pudor
alguno. No me quedé atrás aun cuando era incapaz de dejar de contemplar cómo lo
hacia ella. Sin duda era muy hermosa, más de lo que sus ropas mojadas dejaban
entrever, su piel será tersa y firme con las redondeces justas para mi gusto.
No tenía tatuaje alguno, lo que hizo merecer mi postrera aprobación.
Al caer su última prenda de
ropa, ella abrió la taquilla y sacó un albornoz blanco, lo que me hurtó seguir
disfrutando de la visión de su bello cuerpo. Prácticamente a la par que ella
terminé de desvestirme y también me enfundé la bata. Ella me tomó de la mano y
la seguí mansamente.
Creo que realmente me llevó
al infierno de Dante y cada sala era un anillo. Todo el lujo y la ostentación
se encontraban en las salas, todas llenas de pecadores y todas llenas de
objetos para pecar. Había una sala con todos los artilugios para jugar: ruleta,
mesa de bacarrá, dados, póker, etc. Otra sala llena de artilugios de tortura
sadomasoquista, que bien podía parecer un viaje hacia atrás en el tiempo al
Toledo del tiempo de la Inquisición. Una sala con participantes en un remedo de
misa negra, otra mucho más terrorífica con participantes en sesiones de
necrofilia lo que me provocó retirar rápidamente la mirada de ellos mientras me
acometían violentas arcadas.
Me reservo la narración de
las demás salas que tuvimos que atravesar, creo que lo más conveniente hubiera
sido crear un pasillo y cerrar con puertas esos pozos de verdadera maldad, de
la conducta más infame e ignominiosa que la mente humana hubiera podido
imaginar.
En fin, parecía que lo más
abyecto de la sociedad tenía su acomodo allí y lo que era peor, todavía no sabía
en qué sala me acomodaría Perla, realmente cualquier atisbo de curiosidad se
había esfumado por mi parte y francamente, lo único que deseaba era salir de
allí y encontrarme lejos de aquél lugar.
Pero al parecer lo que
realmente me aguardaba era mejor que lo que temía, me terminó arrastrando a una
cabina con doseles y un diván con varios almohadones. En una pequeña mesa
adjunta se encontraban varias botellas de distintos licores, junto a unos vasos
y una cubitera con trozos de hielo.
Nos acomodamos y ella
literalmente se abalanzó sobre mí. Me comenzó a besar con auténtica pasión,
como solo una mujer enamorada es capaz de hacer, lo que me hizo enrojecer hasta
las raíces del cabello. No solo manejaba bien la lengua, la mano no se le daba
mal, sus caricias iban cada vez subiendo de tono mientras cada vez iban bajando
más sobre mi anatomía.
Yo intentaba no quedarme
atrás intentando manejarme diestramente en las caricias en justa reciprocidad,
su piel suave y templada me enervaba cada vez más.
Parecía que aquello iba a
durar un siglo, no teníamos ninguna prisa, me encontraba flotando. De vez en
cuando parábamos lo suficiente para tomar aire y beber una copa de licor. Yo
apenas unos chupitos, al fin y al cabo tendía que conducir, ella en mucha más
cantidad que yo, realmente casi de forma compulsiva, llenaba el vaso y de golpe
lo echaba al coleto casi con violencia.
Creo que algo se comenzó a
fundir en su interior, movía la cabeza como una poseída al compás de mis
caricias agitando con fuerza sus cabellos. Tenía la lengua trabada y ya no conseguía
entender lo que iba diciendo cada vez más fuerte, hasta que terminó chillando
como una loca.
Me separé súbitamente de
ella acurrucándome en un rincón de la estancia. Creo que sus gritos alarmaron a
nuestros vecinos, porque al poco rato se presentaron los dos porteros y la
sacaron de allí casi a rastras. Todo esto lo iba contemplando estólidamente con
los ojos muy abiertos y totalmente lleno de asombro y de pavor.
Apenas tuve tiempo de
meditar sobre lo ocurrido, al cabo se presentó un hombre vestido de traje negro
que se sentó junto a mí y comenzó a hablarme.
-
Si puede ser no me interrumpa ni responda,
voy a ser totalmente claro. Lógicamente para el lugar donde se halla, hemos
abierto la taquilla y revisado su documentación. No se preocupe, no le falta
nada ni siquiera los 320 euros que hay dentro en billetes. Para nuestra base de
datos usted es un don nadie y no tiene el mínimo nivel económico para haber
entrado aquí. La señorita Perla ha cometido un grave error y ha sido
reconvenida por ello. A continuación le voy a dar varias directrices de
obligado cumplimiento para usted: Usted no ha estado aquí, en cuanto salga del
complejo, se le olvidará la situación de este lugar, usted no ha visto ni oído
nada, no ha visto ni conoce a ninguna persona que se halla en este lugar. Tenga
algo muy en cuenta, sabemos dónde vive, cualquier indiscreción por su parte
hará que usted o alguien de su familia pague por ello. ¿Me ha comprendido?
- Si señor – fue lo único que conseguí musitar
ante tamaña contundencia.
- ¿Alguna pregunta?
-¿Cómo se encuentra la señorita Perla?
- No se preocupe usted, se encuentra bien
atendida por nuestro servicio médico. Por supuesto entre las órdenes, también
se encuentra la de no volver a ponerse en contacto con ella bajo ninguna
circunstancia ¿entendido?
- Perfectamente ¿puedo irme ya?
- Por supuesto, permítame acompañarlo.
Y efectivamente bajo su
mirada circunspecta, me acompañó al vestuario para recoger mi ropa y después a
la salida. Allí mismo en la puerta me despidió con un:
- Buenas noches y hasta nunca, recuerde lo que
hemos hablado.
Asentí gravemente y me di
media vuelta encaminándome a mi coche. La tormenta hacía tiempo que había
terminado y en el horizonte no había ninguna nube. El cielo al estar lejos de
cualquier ciudad estaba estrellado, resplandeciente como un millón de alfileres
incandescentes.
Amigo Jose Antonio, la vida esta repleta de sorpresas y de cuartos oscuros, hay que andar con cuidado y con un kit de autodefensa encima por si las moscas. Me alegra de que te hayas animado a escribir. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Se me ha hecho corto!
ResponderEliminarAguardo la 2a temporada /ChenoE
Sorprendido y cómo dicen en el comentario anterior, espero la segunda entrega. Un abrazo
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