Qué curioso – me dio por pensar – ahora que
me fijo en ella, me doy cuenta que lleva varios días haciendo el mismo
recorrido que yo; llevo tres años haciendo el mismo trayecto, día tras día, y
siempre a la misma hora y en esta triste rutina, te fijas en la gente y en sus
caras, sobre todo en los habituales, aun cuando hay estudiantes que solo
coincidimos en días lectivos.
Con esta mujer descubrir nuestra afinidad ha
sido más fácil, tomamos el bus en la misma parada y, cosa curiosa, se ofrece a
desearnos los buenos días según llega, luego al final de la línea, nos
separamos, yo continuo por la calle de Alcalá hasta mi oficina y ella tuerce
hacia García Noblejas.
Creo que me llamó sobre todo la atención de
ella las blusas que viste, en especial dos de ellas, un roja ajustada que marca
con alegría sus formas, que sin ser rotundas, si son de buen ver; aunque para
mi gusto es un poco culibaja, para mí el conjunto es valorado con un notable.
La otra blusa es de un amarillo suave – qué dificultad tenemos los hombres para
identificar y denominar la gama de colores – con bordados de flores, queriendo
dar la sensación de ser parte de un vestido japonés; quizás, para mi gusto,
esta realza sobremanera todo el conjunto, su figura, su cara, el contrate con el
color de su pelo azabache (¡sopla! he apreciado una tonalidad)
Hoy se ha sentado frente a mí por lo que
apenas he podido hacer un par de cruces de miradas con rapidez y disimulo, pero
ella creo que sin querer, me facilitó su contemplación; del bolso sacó unas
grandes gafas de sol como las que están ahora de moda entre las mujeres y se
las puso, al rato, y en un breve ínterin un rayo de sol juguetón rondando por
el mundo, se coló por la ventana del autobús impactando en su rostro, por un
casual era uno de esos momentos en que la estaba observando de “reojillo” por
lo que pude apreciar que parapetada en los oscuros cristales, dormitaba plácidamente.
Ya sin ningún disimulo abandoné el parapeto de mi libro, discúlpame viejo
amigo, pero la contemplación del bello rostro de una mujer obnubila los
sentidos y lo que es mejor, es capaz de hacerme sacar la libreta que siempre
llevo conmigo y ponerme a escribir, que ya lo iba necesitando.
José Antonio, hoy me has seducido con tu escrito. Que suerte tienen algunos de sentir cada mañana la presencia y cercanía de una bella mujer. No hace falta mucho dinero para sentirse feliz, solo el billete de autobús o metro es suficiente, lastima que el final sea tan despiadado, lo digo por lo de tomar calles y destinos diferentes.
ResponderEliminarY si la invitas a tomar algo? Por ejemplo una de esas tardes que quedamos, así la conocería y percibiría el vivo color de sus blusas y la vecindad inquietante de sus formas. Más tarde tal vez tomaríamos el mismo destino, exhortos ambos en una misma sensación.
Te aprecio.
Zorro Corredero
¡No sería la Ricchi,mi Margarita Ricchi!
ResponderEliminarMira que la tengo muy descontrolada.
Pues mira, esas cosas a mi no me pasan, vivo en un pueblo sin autobuses de linea.
Un abrazo
Solo las personas sensibles consiguen escribir así. Por tanto, gracias por pasar por el blog e invitarnos a esta fiesta jaja.
ResponderEliminarUn abrazo escritor.
tampoco viajo en autobús, de modo que me quedo sin disfrutar de lo próximo y cercano de compartir con tantas personas un espacio tan reducido como es el interior de una autobús urbano.
:)
JA, nos dejas hoy una muestra de tu vena más romántica. Me gusta verte así, con esa picardía que, a veces, te delata.
ResponderEliminarUm tipo de conto que dá a impressão que seu coração está palpitando mais acelerado enquanto aprecia a viagem... :)
ResponderEliminarBeijo carinhoso, amigo.
Cuida-se muito!!!
¿Verdad que si? amigo Jose, uno no puede estar quieto tanto tiempo si lo lleva en las venas. Un relato de lo mas delicioso. Un abrazo.
ResponderEliminar