Hoy he pasado por la puerta de tu antigua
casa, tenía que hacer unos trámites en Hacienda y de camino pasé por tu calle,
no me atreví a mirar a la que fue tu ventana pero me acordé de ti. Recordé
sobremanera aquel permiso que me concedieron cuando hacía la mili, la
casualidad de tu llamada y la ilusión que me hizo retomar el contacto perdido,
habíamos crecido, ya no éramos los niños que en una tarde de tormenta en la
sierra aprendimos a besarnos torpemente y a pasear por recoletos senderos cogidos
de la mano; luego, la llegada de septiembre nos separó, en Madrid todo un mundo
se abría entre nosotros, yo en Vallecas y tú en Cuatro Caminos, trece
estaciones de Metro, una distancia insalvable.
Los siguientes veranos proseguí mi
peregrinación estival a la sierra, el pueblo estaba vacío sin ti, sin tu
presencia, nunca supe porqué tus padres estuvieron cuatro años sin veranear
allí, cuando volviste éramos dos extraños aun cuando al cruzarnos por la calle
nuestra mirada descendía hacia el suelo y nuestros corazones latiendo fuerte
llenaban de color nuestras mejillas.
En ese ínterin tuvimos terceras personas
entrando y saliendo de nuestras vidas, relaciones poco duraderas y alejadas de
llenar nuestros corazones. Llegó por fin nuestro segundo reencuentro, quince
días de permiso para descansar del servicio a la Patria, donde cada separación
cuando entrabas en el portal de tu casa, era un tormento hasta la mañana
siguiente cuando de nuevo ansioso
paseaba frente a tu portal esperando tu descenso.
No podré olvidar jamás nuestros paseos por el
Zoológico y el Parque de Atracciones ¿Debí besarte en el túnel del horror?
Todos los monstruos que nos salían al paso se empeñaban en impedirlo, decidí
posponerlo para un mejor momento, quizás en la soledad del aparcamiento cuando
fuéramos a retirar mi coche. Pero los hados ese día estaban en mi contra ¡No me
lo podía creer! Perdí la llave del antirrobo, por lo que tuve que llamar a mi
padre para que trajera una copia ante su mirada irónica y escrutadora, qué
lástima, la ilusión de aquel momento tan ansiado se difuminó sin remedio.
Al día siguiente paseando por el Retiro nos
pusimos más serios, hablamos del futuro, de tus estudios, de qué hacer cuando
me licenciara, de nuestra vida juntos, y me ofreciste un plan: tu padre, todo
un señor coronel, me enchufaría en la guardia civil y sin tener que ir a
territorios peliagudos, en breve tiempo ingresaría en la academia por lo que en
pocos años sería un flamante oficial. Entre arrumacos hicimos planes, soñamos,
alumbramos una nueva vida juntos llena de satisfacciones y dicha.
Mi permiso expiraba ya, todavía recuerdo tu
bello rostro arrasado por las lágrimas, mientras me despedías en la vieja
estación de Atocha.
No bien llegué al cuartel, te escribí una
larga carta donde puse todo mi sentimiento, confirmaba todos los planes que
teníamos en mente y te decía todas esas cosas maravillosas que son más fáciles escribir
que hablar, pues siempre para mí el camino más corto y directo es el que va del
corazón a la mano que empuña el bolígrafo para plasmar mis sentimientos.
Esa misma tarde la deposité en el tren correo
que llegaba de madrugada a Madrid, con ella iban todas mis ilusiones. La rutina
se introdujo de nuevo en mi vida, guardias, servicios, algún arresto y la ansiedad
de todas las mañanas a las doce del mediodía en el reparto del correo, rostros
de alegría por doquier menos el mío; día tras día, semana tras semana sin
recibir nuevas tuyas, volví a escribirte una y otra vez, manifestándote mi
extrañeza por no tener noticias tuyas, pero todo siguió igual, todos los días a
la hora del Ángelus me iba a mi camareta con las manos vacías y el corazón
roto.
El tiempo, dicen, lo cura todo, a veces hasta
tienen razón ¿Qué pensé de tu silencio? Mil ideas acudieron a mi mente, al fin
y al cabo apenas te conocía, tu corazón se habría vuelto voluble o quizás
habrías conocido a alguien mejor que yo, pero por más vueltas que daba a mi
mente, no di con la solución. Al final también la llama de mi corazón se apagó,
y con el final del Servicio regresé a mis lares.
No te busqué, otras mujeres sirvieron para
cicatrizar mi corazón y las nieves en mi cabello me hicieron olvidarte para
siempre.
Hoy he vuelto a pasar por delante de tu
puerta y me he dado cuenta de una cosa, me equivoqué al poner tu dirección, en
el dintel de la puerta apareció la cifra trece, y no el doce como por error te
envié las misivas sin recepción posible.
¿Cuánto de cierto hay en este relato? Solo
ella y yo lo sabemos, los que me conocéis, sabéis que en todos y cada uno de
mis relatos por muy fantástico que sea, hay algo de realidad reflejada, envuelta en muchos casos por
circunloquios, adornos, y hasta exageraciones; de este relato os diré que el
final es veraz aun cuando mutado en el tiempo: pocos días antes de licenciarme,
el cabo furriel me entregó un manojo de cartas devueltas por Correos en las que
indicaban que no existía el número doce de la calle.
¿De verdad que es verdad?
ResponderEliminarEste relato o una muy parecido ya te lo había leído antes, solo que el final no me suena. Lo buscaré, quizá lo escribiste a principios de este año o a finales del año pasado jajaja.
Pero en todo caso, lo errores ocurren por algo? o simplemente el destino (esa fuerza invisible que nos dirige) se encarga de hacer el resto :)) no lo sé.
Ahora buscaré por tu blog.
Un fuerte abrazo escritor.
ps: y para el próximo curso, en qué carrera te vas a matricular? Lengua y Literatura? :))
De nuevo estoy por aquí. Lo siento, me tragaré mis propias palabras jaja. No encuentro el post que creí haber leído. He mirado tus relatos y también historias de todo el año 2011, así como los primeros meses de 2012 y nada, no he tenido suerte...
ResponderEliminarHay que ser menos impulsiva y más coherente.
:))
Eso os pasa por vivir en pueblos tan grandes, donde no se conoce ni dios. Porque a ver si lo he entendido...la chica vivía en una punta del pueblo y tu en otra...y eso era un impedimento para veros...mira, eso es porque os faltaba una flecha más de amor.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de las cartas...¡viva gmail!
Un abrazo
PD.- te veo como con cara de febrero
Hombre, mi pueblo es un poquitín grande, ya te dije trece estaciones de metro, con trece años, todo un mundo
Eliminarun abrazo
Hola J.A.
ResponderEliminarOstras que triste... yo también hice el S.M.O y se lo duro que era este tipo de depedidas.
Prueba que el servicio de correos no funcionaba nada pero que nada bien o el cartero era un poco vago. A mi me llegan cartas con la dirección equivocada y los apellidos que no los conoce no mi padre...pero me llegan!!
Un abrazo
Es verdad, hoy habría llegado sin dudarlo. Los carteros están más avispados q antaño. El destino quería evitar el encuentro, es la única explicación posible. No sé por qué me ha hecho pensar en el final de dichosa novela, La edad de la inocencia.. ¡con lo poco q le habría costado a Archer subir aquellas escaleras!!
ResponderEliminarÉ porque o encontro não era para acontecer... inúmeras vezes recebi cartas com o número da casa errado e o número da rua certo. Eu morei na cidade do Rio de Janeiro, enorme, repleta de gente e bonita por natureza!!!!! E as cartas chegavam... (sorte a minha!)
ResponderEliminarBeijo carinhoso, amigo querido.
Seguro que si fuera el amor de tu vida, la irías a buscar nada más licenciarte:- No te busqué, otras mujeres sirvieron para cicatrizar mi corazón y las nieves en mi cabello me hicieron olvidarte para siempre.
ResponderEliminarEso no es amor del bueno.
En efecto, en realidad el amor de mi vida lo encontré allí
Eliminarun beso
Nota del 21 de octubre de 2022- Ese no era el amor de mi vida, al final el amor de mi vida lo encontré hace 6 años, el otro fue un espejismo.
EliminarSempre tão bem escrito!
ResponderEliminarFelicidades
El destino es el que juega nuestras cartas, nosotros solo las repartimos sin saber si al final toca perder o ganar. Magnifico relato. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola, es la primera vez que visito tu blog y he leído algunas cosas tuyas! Escribes muy bien.
ResponderEliminarEste relato me hace recordar cuántas personas dejamos atrás en nuestras vidas y cómo hubiera sido nuestra vida con otra persona diferente o en otras situaciones.
Como aquí no me conoce nadie te contaré que, hace bastante tiempo yo estaba opositando y tenía un novio (mi primer novio) que me estaba destruyendo pero yo era muy ingenua y no me podía pasar por la cabeza dejarlo porque estaba muy enamorada. Pues si llego a sacar la plaza me hubiera casado con él y hubiera sido muy desgraciada. Algo que tú crees que puede ser muy bueno para ti, a lo mejor no lo es tanto y el hecho de ocurrirte algo que tú consideras negativo puede salvarte de otros peligros mayores.
Así que realmente yo intento aceptar lo que me ocurre, siempre confiando que eso será lo mejor y no lamentándome demasiado cuando algo no sale como yo suponía.
Bueno, ya me despido que no quiero aburrirte.
Saludos.
Anabel.