¿Cuál el oficio más viejo de la humanidad? El noventa por
ciento de los encuestados dirá que, por supuesto, el de meretriz, el diez por ciento restante
discutirá que si
peletero, cantero, pintor de cuevas, cazador, maestro armero, y varios etcéteras más; entre ellos
introduciré el de
investigador, por lo menos eso empecé a pensar en aquel instante al observar el cadáver en el interior de
la cueva que nos servía de
refugio de verano.
Carrana era viejo,
pero no lo suficiente para morir así, de repente, su cuerpo descarnado, delgado a fuer de apenas comer lo
suficiente, apareció en un
lado de la cueva envuelto en su piel, su mujer, Plama, se quedó de rodillas, sin
llorar pero con un rictus de incredulidad reflejado en su rostro, sabía que a partir de
entonces para ella la vida ya no sería igual, sin un cazador que la trajese carne, sólo podría comer las frutas y
bayas que ella pudiera recoger y vivir de los despojos de la carne que le cediesen
los demás
miembros, sus hijas hacía varios
veranos que partieron para formar parte de otras tribus en los intercambios
necesarios para evitar la consanguineidad, su único hijo Hetro, era el tonto de la tribu,
un ser al que se le permitía sobrevivir solo por que el chamán indicó que era importante para la tribu, al
parecer los espíritus nos
favorecerían en la
caza gracias a su existencia, por lo que en el reparto de la carne tenía su parte como un varón soltero. Su única posibilidad de
supervivencia pasaba por sobrevivir el invierno y aguardar a la primavera, en
la gran reunión de las
tribus reunirse con alguna de sus hijas e irse a vivir con ellas ejerciendo de
abuela.
Entonces no lo sabíamos, pero la especie
humana es la única en
la que las hembras pierden la posibilidad de procrear a una cierta edad, tiene
su lógica
desde el lado de la supervivencia de la especie, una madre anciana que
falleciera con un hijo de corta edad, éste tendría pocas posibilidades de sobrevivir, con
el climaterio, ésta
hembra ayudará en la
crianza de los hijos de sus hijos, favoreciendo así el éxito y la continuidad de sus genes.
Plama se me quedó mirando con su mirada
extraviada, apenas creía que me
estaba hablando a mí.
-
Tú lo encontrarás
-
¿A quién?
-
Al que lo hizo, seguro que lo harás. Te vengo
contemplando desde que eras un niño, eres observador y muy inteligente, por favor dime que lo harás.
Mi vista volvió al cadáver, un hombre enjuto,
con una gran calvicie por la que sufría en los crueles inviernos de esta
tierra, su rostro lo encontré raro, en vez de la lividez normal de quienes abandonan su cuerpo para
acudir con el gran espíritu, la
cara tenía un
cierto tono azulado y los ojos se le salían de las órbitas, parecía un búho bizco.
Rajy el jefe de la
tribu, se me acercó y me
interpeló agriamente.
-
¿Qué miras, Atoño?
-
Observo al cadáver nada más, es muy raro.
-
¿Qué es raro?
-
No parece haber muerto en su sueño.
-
¿Qué insinúas? ¿No pensarás que tenemos un
matador de hombres en mi tribu?
-
No lo sé, pero es muy raro, parece como si le hubieran impedido respirar,
tiene en la cara el mismo color que aquél niño que murió hace dos primaveras atragantado por un
hueso, se le puso la cara del mismo color.
-
También puede haber sido del frio, en invierno todos tenemos ese color.
-
Si, pero estamos en la luna de los caballos de la
pradera y solo las viejas duermen con pieles.
El jefe calló, seguro que no tenía más razonamientos que
oponer a los míos, era
inconcebible que dentro de nuestro pequeño grupo pudiera haber alguien capaz de
quitar la vida a otro miembro de la tribu, apenas conocía a alguien capaz de
haber hecho algo así,
siquiera en los pocos enfrentamientos en tiempos de sequía por un pozo de agua,
o la invasión de
territorios de de caza por otra tribu se producían fallecimientos, todo quedaba en descalabraduras
y tumefacciones varias, raramente un miembro roto y cadáveres casi nunca.
Me alejé del lugar, en la
entrada de la cueva me encontré a muestro tallador de piedra, tenía entre sus manos una piedra de sílex y con golpes
precisos la iba tallando dando forma de tortuga, estábamos muy orgullosos de nuestra habilidad
en la talla, hacía muchas
generaciones que habíamos aprendido
la técnicaLevallois, a pesar que estábamos entrando en el Paleolítico Medio.
-
Si me vas a hablar, aguarda un momento.
Y es que estaba en el momento
clave, con un buril de asta de ciervo, apretando en el talón de la piedra, hizo
soltar la tortuga con un golpe preciso, el resto ya era solamente retocar y
sacar lascas más finas.
-
¿Qué se te
ofrece joven Atoño?
-
¿Te has enterado de lo de Carrana?
-
Las noticias vuelan, sobre todo en un espacio tan
pequeño?
-
Tú le conocías bien,
habías sido
compañero de
partida.
-
Y como otros muchos, aprendí a odiarlo, no es ningún secreto, me alegro
de su muerte, ojalá no
encuentre el camino hacia los cazaderos eternos.
-
Pienso que le mataron cuando dormía.
-
¿Y piensas que he podido ser yo?
-
No sé qué pensar.
-
Aunque lo hubiera hecho, jamás lo confesaría.
Eso entraba dentro de
toda lógica, hay
una ley consuetudinaria que dicta terribles castigos para el matador de otro
hombre de su mismo clan, sería expulsado sin poderse llevar nada entre sus manos, no tendría tótem y sin él, ninguna tribu le
acogería en su
seno.
Frente a mí se encontraba Brja,
una mujer solitaria, tenía una labor importante en la tribu, conocía como nadie las plantas, hierbas y
frutos del bosque, sabía los que
eran comestibles y cuando estaban en sazón y evitaba que recolectásemos los que eran tóxicos. Tenía una sonrisa extraña, más que una sonrisa era
un rictus entre alegre y triste.
-
Mírame. – Me espetó. – Yo también me alegro de la
muerte de ese malnacido, ojalá vague eternamente por el valle de las sombras y se encuentre un
invierno perpetuo sin una piel que lo cobije.
-
¿Tanto le odias? ¿Qué te hizo
a ti?
-
Mató a mi hijo, sé que no
es así, pero su
cobardía hizo
que me quedara sin hijo, sin mi guarda para la vejez, no cerró el círculo y huyó del acoso del uro, mi
hijo quiso cubrir su puesto y fue corneado hasta morir.- Acompañó a sus palabras
escupiendo hacia el lugar donde se encontraba el cadáver.
Todas estas historias
eran nuevas para mí, acababa
de salir de la edad de los juegos y de ayudar a las mujeres a recolectar frutas
y bayas y de atender el fuego de la caverna acarreando leña, labores fáciles para un niño, apenas había acompañado a los adultos a
cazar en vez de solo ayudar a
descuartizar las presas.
Confuso casi tropecé con el chamán que venía a realizar las
labores para el viaje al otro mundo del muerto. Prdiñs me cogió del hombro y me obligó a sentarme con él en un tronco.
-
Joven Atoño, veo que andas preocupado por la muerte de Carrana.
-
Su mujer me dijo que intentase descubrir a su
matador, cree que no fue una muerte casual, que alguien lo mató, y yo pienso lo
mismo, hay demasiadas cosas oscuras en su muerte y la maldad flota en el ambiente.
-
¿Y qué vas a
conseguir con eso?
-
La verdad.
-
¿Crees que la verdad te hará más feliz? ¿Le devolverá la vida? Él está muerto y de esa
situación no se
mutará, la
verdad solo puede causar más dolor.
-
Pero si logro dar con su matador, todos me conocerán y valorarán este hecho, es
posible que en las hogueras se hable de mí durante muchas noches de invierno.
-
Vanitas,
vanitatis.* ¿Y crees
que vas por buen camino? Necesitas pensar mucho más de lo que haces ahora y sobre todo
observar, ver lo que otros ojos no ven, sentir lo que otros no sienten, sin ir
más lejos,
en este caso has pasado por alto múltiples detalles.
-
¿Como cuáles?
-
Si hubieras dado la vuelta al cadáver hubieras visto cómo en la nuca tiene
una grave lesión hecha
por un bifaz, lo que nos lleva a deducir que el matador fue el tallador.
-
¿Entonces, fue él el
asesino?
-
Quizás... ¿Le
abriste la boca al muerto? Si lo hubieras hecho te habrías dado cuenta que tenía la lengua negra, seguramente
por la ingesta de un tósigo que
bien se lo hubiera podido administrar Brja, ya que tanto le odia.
-
¡Caramba! ¿entonces es esa la solución?
-
¿Quién sabe?
Tampoco miraste entre sus vestiduras, a lo mejor hubieras encontrado un dije,
que alguien como un chamán le pudiera haber colocado para aojarle y llamar a la muerte a
visitarle.
Era terrible aquella
revelación, ante mí no tenía una, tenía tres verdades y tres
culpables de un hecho tremendo ¿Cómo
demostrarlo? Ya entre varios miembros de la tribu transportaban al cadáver hacia el interior
de la cueva, donde se abría una gran sima en la que arrojábamos los cadáveres de los miembros de la tribu que morían en este lugar, no
solían ser
muchos, la mayoría lo hacían en las cacerías o en los traslados
de primavera y otoño,
generalmente los viejos que no podían resistir las fatigas del viaje.
¿Había fracasado en mi misión? Quién sabe, no lo creía así, a la postre había dado con los
asesinos, una confesión había logrado aunque el
crimen quedase sin castigo, quizás es que los pecados del muerto no lo habían merecido, éste debería buscar la expiación por otro método, me fui silbando
hacia el interior de la cueva, un amigo mío estaba pintando unos bisontes en las
paredes y el techo y francamente no le estaban quedando mal.
Muy buen blog, José Antonio.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
Muy buen relato Jose, yo creo que el oficio mas antiguo es el de contador de historias, si es que es un oficio. Un abrazo.
ResponderEliminarPués yo creo que.......eres buén narrador, me gusta, gracias :)
ResponderEliminarTenias la solución en tu relato: la Lola le metió garrafón en el gintonic. Es el efecto Búho Bizco.
ResponderEliminarMuy bueno. Un abrazo
Hola J.A.
ResponderEliminarUy! entre oficios más antigüos del mundo se pueden nombrar unos cuantos... desde el afanador de lo ajeno hasta el especulador de nuestros días todo es un proceso de adaptación a sus tiempos... de esos hay muchos ejemplos
Buen relato,
Un abrazo
El arte de la deducción es tan antiguo como el hombre, bien lo haces notar en este hermoso relato, amigo Jose Antonio, con el que vuelves a ofrecernos un largo rato de entretenimiento inteligente. Gracias.
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