I
Desde que falleció mi padre tomé por costumbre
visitar a mi madre todas las semanas, bueno, tampoco es del cierto todo, al
principio si fue así, pero según pasaron los meses y los años, mi molicie hizo
que la mayoría de las veces mi madre se
tuviera que conformar con una llamada telefónica e incluso algunas semanas era
ella la que terminaba por llamarme al comprobar que esa semana lo había
olvidado.
Como una de tantas semanas, al descolgar el teléfono
comprobé que era ella.
-
¿Cuándo vas a venir?
-
Vaya, mamá, es que
ando algo liado.
-
Pásate el sábado por
la tarde, es que hay visitas que quieren verte.
-
¿?
-
Mira te cuento, pero
no te enfades, si no estás conforme les dices que no y ya está, sin compromiso.
-
Huy, qué mal me suena
¿en qué lío me has metido?
-
No te preocupes, mira
es el asunto de Paco y Elvira, vienen del pueblo expresamente a verte.
El pueblo, aclararé, es un pueblecito de la sierra
de Madrid donde mis padres hicieron una casa en lo que antes era un huerto y a
donde mis hermanos y yo solemos ir cada vez menos, exclusivamente algunos
periodos en el verano. Mi madre se crió allí y Paco y Elvira eran dos de sus
amigos de la infancia residentes allí.
-
¿Y qué tengo que ver
yo con su asunto? –Pregunté algo amoscado.
-
Bueno, es que te
quieren proponer que investigues tú el caso, pero sin ningún compromiso de tu
parte.
-
Pe, Pero – interrumpí
a mi madre - ¿Os habéis creído que soy Sherlock Holmes?
-
Vamos a ver, serénate,
no te exigen nada, solo que lo veas un poco, ellos se fían de ti, y no tienen a
quien recurrir, la policía ya no les da esperanza alguna y ya no confían en
nadie.
-
Pero mamá, para eso
están los detectives privados y yo no lo soy ¿quién les ha metido esa idea en
la cabeza?
-
La culpa es mía,
sabes que todo el pueblo se enteró por mi boca de que habías escrito una novela
de intriga.
-
Sí, creo que es lo
mismo, eso no me capacita para que en la vida real sea capaz de encontrar a una
chica que desapareció hace… ¿seis meses?
-
Si es que están
desesperados.
-
Ya me lo has dicho,
pero eso a mí me deja en una hermosa situación ¿quién soy yo para meter las
narices en ese asunto? Donde la policía no triunfó ¿crees que yo lo haré?
-
Tú haz lo que puedas,
ellos no te exigen resultados, solo que lo intentes.
-
Desde luego, me metes
en cada lío…
-
Venga, anda, lo mismo
esto te da para otra novela.
-
Qué graciosa.
-
Anda, nos vemos el sábado
por la tarde.
Nunca imaginé que mi
madre sería capaz de meterme en semejante embolado, pero claro, nunca
subestimes la capacidad de sobrevalorarte de una madre. Efectivamente, había
escrito una novela de intriga que había auto publicado y cuya esperanza en ser
publicada a lo grande, discurría por el camino de ganar algún certamen, la había
presentado en un par de editoriales y solo recibí la típica carta de
agradecimiento, en la que me indicaban con buenas palabras, que mi novela era
lo bastante buena para encender la chimenea de la casa de mi madre en la sierra.
Por el prurito de
verla impresa, la auto publiqué en una web de internet que se dedicaba a este
menester, compré algunos ejemplares, uno para mí, para ponerla en la estantería
de mis libros de cabecera junto a Cien años de soledad.
Empecé a darle
vueltas al asunto, no sabía si mi madre me había metido en un pozo de difícil salida,
no es lo mismo inventarse un crimen, un criminal y alguien que sea capaz de
desenredar la madeja que le lleve a descubrir al asesino, que partiendo de cero,
en cuanto a experiencia real, descubrir dónde se andaba la muchacha en cuestión.
Me apenó mucho cuando
me enteré del problema surgido a Paco y Elvira, a ellos los conocía desde
pequeño, el pueblo por aquél entonces era los suficientemente pequeño para que
todos los que allí residíamos de manera más o menos continua, antes de que la
fiebre por tener una segunda residencia en la sierra, hiciera desaparecer de
sus calles, huertos y pajares transformados en chalets de todo tipo, sin
guardar la apariencia pueblerina perdida ya para siempre.
Pues bien, Paco y
Elvira, eran de los supervivientes de la emigración a la ciudad de los años
sesenta, como otros pocos, el miedo a lo desconocido o sencillamente porque
mantenían suficientes tierras y heredades para poder continuar con su vida de
siempre. Se habían casado a una edad ya tardía, lo que nunca me expliqué pues
se conocían desde siempre y consiguieron traer a este mundo un retoño que
pudiera heredar todo lo que ellos habían conseguido mantener e incluso
acrecentar.
Ana nació no
solamente cuando sus padres peinaban canas, sino cuando la información de lo
que ocurría al otro lado del valle indicaba que existía un mundo lleno de
posibilidades, el cierre de la escuela del pueblo por falta de alumnos, hizo
que todos los vástagos de los pueblos de la sierra, fueron educados en un
instituto de nueva planta, por lo que salir fuera del valle ya no era una
aventura, esta aventura continuó cuando Ana pudo formarse universitariamente,
lo que solamente podía llevarla a Madrid. Paco y Elvira, orgullosos, no
tuvieron reparos en darla todas las comodidades y ayuda en sus estudios, la
pagaron una plaza en una residencia de estudiantes, así como la matrícula más dinero
de bolsillo.
Un día, cuando Ana
cursaba el segundo año de carrera, recibieron una llamada de la residencia, Ana
llevaba una semana sin aparecer por allí, no la había visto nadie ni para comer
ni para dormir, sus cosas seguían en la habitación si moverse.
Mucha zozobra les causó la noticia, los padres
presurosos acudieron allí, hablaron con el director y aconsejados por él,
pusieron la correspondiente denuncia en comisaría. Y desde entonces nada, el
vacío más absoluto, ninguna noticia en ningún sentido, la policía interrogó a
compañeros y amistades y nadie sabía nada de ella, todo parecía conducir a un
callejón sin salida por la falta absoluta de pistas sobre su paradero.
Al principio hubo el
típico revuelo informativo, pero la falta de noticias hizo que los medios que
se habían hecho eco, simplemente cesaran en el tema, si no hay nada que
informar, sencillamente no interesa.
Y allí me encontraba
yo, sin ninguna experiencia sobre cómo llevar una investigación así y el más
que previsible encargo de unos atribulados padres.
¡Pues vaya compromiso! Bueno, pues tú haz lo que puedas porque, como muy bien dices, no es lo mismo escribir sobre casos similares que actuar como detective. ¡Ja, ja, ja...!Estas madres...
ResponderEliminar¡Muchos besos!
Cada vez que venho aqui e leio os seus relatos, me delicio com letras preciosas...
ResponderEliminarBeijos, guapo.
Estaremos a la espera de tus siguientes entregas pero sin duda, darás con el paradero de Ana y ella misma te pedirá que dejes de investigar más jajaja
ResponderEliminarun abrazo excelente escritor :))
Vaya lío, pero yo creo que se le dará mejor de lo que piensa. Seguimos...
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