II
Inexorablemente el sábado llegó. Después de dormir
la siesta, me dispuse a visitar a mi
madre, por lo menos una buena merendola me aguardaba, ya me estaba relamiendo
con solo pensar en el chocolate y en las rosquillas para mojar en él. Es lo que
tiene una madre, cuando ya no te tiene a su cargo, que no la importa malcriarte
¡a buenas horas!
Entré en su portal como el condenado que se acerca
al cadalso, o casi. Francamente me sentía apesadumbrado y expectante ante lo
que se me avecinaba. Llamé al timbre y una sonriente madre, como solía, me hizo
pasar después de darme dos besos.
En el comedor, donde mi madre me había conducido, se
hallaban los atribulados padres. Intercambié un fuerte apretón de manos con
Paco y dos besos con Elvira y me senté ante una humeante jícara de chocolate,
con la que empecé a batallar armado de varias rosquillas mientras Paco tomaba
la palabra.
-
Ante
todo discúlpanos, solo la desesperación hace que recurramos a ti, tu madre nos
ha comunicado tu reticencia que entendemos y comprendemos, pero piensa en tu
hija y en que tú serías capaz de cualquier cosa si desapareciera. Tu eres
inteligente, bien lo sabemos pues te conocemos desde que naciste, conoces esta
ciudad, eres honesto y sabemos que si aceptas nuestra propuesta no nos defraudarás,
incluso si no logras encontrarla, de verdad que aceptaremos lo que nos digas,
pero solo te pedimos por favor que lo intentes.
Me quedé mirando a la pareja meditando, ante mí se
presentaban dos amigos de mi madre de la niñez, allá en la sierra de Madrid.
Egoístamente pensé que siempre se portaron muy bien con nosotros, al ser
ganaderos y agricultores, nunca en casa nos faltaron calostros, una
“delicatesen” imposible de encontrar ni en el más insigne templo del gourmet.
Cuando hacían matanza, nos regalaban morcillas, chorizos, somarrillo y panceta.
De su huerto, nunca nos faltaba calabacín con el que mi madre nos hacía un
pisto de rechupete. Todo esto a cambio del pan duro que íbamos almacenando para
llevárselo para sus gallinas, es decir un negocio redondo, la balanza se inclinaba
siempre a su favor.
También influía la vista del panorama que tenía ante
mí, Paco y Elvira, nunca fueron gruesos, más bien al contrario, años de
trabajar de sol a sol les habían convertido en dos enjutas figuras fibrosas y
morenas, pero esta vez ante mí se presentaban dos espectros, ojerosos e incluso
todavía más delgados, la ropa que vestían les bailaba por toda su anatomía,
parecían dos grotescos espantapájaros.
Todo esto hizo que me decidiera, imaginaba que más
de una vez me iba a arrepentir de mi decisión, pero en el fondo me intrigaba
saber hasta donde sería capaz de llegar con mis averiguaciones, si sabía la
teoría ¿sería capaz de llevarlo a la práctica? Por lo que pronuncié las dos
palabras que vinieron a buscar:
-
De
acuerdo
-
¡Qué
alegría! Tú no sabes lo feliz que nos haces.
Para mi desgracia acompañaron sus frases con una
ronda de abrazos, lo que me azaró en grado sumo, no estaba acostumbrado a
tantas muestras de afabilidad, ni me las imaginaba que dos personas tan serias,
por su espíritu castellano tan poco dado a estos excesos, del que yo también me
sentía imbuido, no en vano mis raíces son muy carpetovetónicas.
Tras conseguir despegarme de sus efusivos abrazos,
les solicité todos los datos que dispusieran. Ellos, prevenidos traían una
carpeta con fotocopias de la documentación que poseían. En primer lugar
destacaba el papel oficial con membrete del Ministerio del Interior con la
denuncia interpuesta en la comisaría de Arganzuela, en la que se indicaba que tras
recibir la llamada del Colegio Mayor donde se alojaba, éste les comunicaba que
Ana llevaba una semana sin aparecer por su habitación, allí se personaron y
tras revisar sus pertenencias, y al no detectar la ausencia de vestuario que
pudiera indicar una ausencia voluntaria, interpusieron la correspondiente denuncia. El resto de
documentos eran recortes de periódicos donde se hacían eco del suceso.
-
¿Qué
se hizo de sus pertenencias?
-
Después
de revisarlas, la policía nos permitió que las retiráramos, así que las metimos
en un par de maletas y nos las llevamos a casa. – Me respondió Elvira, que
parecía más templada que su marido.
-
Podré
acceder a contemplarla?
-
Cuando
quieras, en nuestra casa del pueblo están.
-
Necesitaré
asimismo una foto de ella.
-
Sí,
toma, ya lo tenía previsto.
De su bolso sacó una foto de Ana, el tiempo
transcurrido desde la última vez que la vi, había transformado una adolescente
en una bella mujer. A pesar de haber heredado los duros rasgos cetrinos de sus
padres, al tener la complexión algo más rellena en su cuerpo y mejillas, el
efecto visual era más agradable. Destacaba sobre todo su sonrisa franca y
abierta, la recordaba de su infancia como una niña abierta y locuaz, con un
desparpajo fuera de lo común para su edad.
-
¿Qué
estaba estudiando?
Casi me avergonzaba de inquirir detalles de su vida,
a pesar de no ser de mi familia, la cercanía en el trato entre sus padres y los
míos durante tantos años, hacía turbarme al querer conocer detalles generales
sobre su vida, que quizás debería de haberme preocupado por mí mismo de
conocer, con el contacto directo.
-
Administración
y dirección de empresas.
-
¿En
qué universidad?
-
En
la Complutense.
-
¿Y
decís que vivía en un Colegio Mayor?
-
Sí,
en el Colegio Mayor Santa María del Abeto. Gracias al párroco del pueblo, nos
pudo arreglar los papeles y conseguir una beca para que la estancia no se nos
hiciera muy onerosa.
-
¿Tenía
novio, algún amigo o amiga especial?
-
No,
que sepamos, nunca nos comentó nada, ni en vacaciones trajo a nadie que la
acompañara.
No pude por menos que asentir gravemente, qué poco
conocemos de nuestros hijos, nos pasamos la vida criando unos seres que cuando
traspasan la puerta del hogar, se transforman en unos perfectos desconocidos.
-
¿Hay
algo más que deba saber?
Esta al parecer fue la pregunta clave, pues ellos
primero se miraron entre sí y luego bajaron los ojos hasta el suelo, se hizo un
silencio incómodo mientras aguardaba su respuesta, al cabo, Elvira arrancó por
fin su parlamento.
-
Bueno,
no sé por dónde empezar, entiéndenos, no es fácil, de todas formas si vas al
Colegio te vas a enterar igual, mejor que sea por boca nuestra. Hace como tres
meses nos llamó el director del Colegio para que nos presentásemos de inmediato
pues tenía un asunto muy grave que contarnos. Me acerqué yo sola pues Paco no
podía de repente desatender los animales ni encontrar a un familiar a quien encomendárselos,
como te decía, me acerqué a Madrid lo más rápido que la prudencia me dictaba al
conducir y cuando por fin entré al despacho me encontré al director mirándome
muy gravemente, me contó que la noche anterior, Ana había llegado en un grado
sumo de intoxicación etílica, por lo que se había visto obligado a llamar al
SAMUR para que la tratara. En aquel momento ya se encontraba bien en su
habitación controlada por el servicio médico del centro. Me explicó que era una
falta extremadamente grave, castigada generalmente con una fulminante expulsión
del centro. Como te puedes imaginar, rogué, supliqué e hice todo lo que una
madre es capaz de hacer por el bien de su retoño. Al final, después de mucho
batallar, logré que todo quedara en una amonestación con la advertencia de
expulsión si el hecho se repetía.
-
¿Os
dio alguna explicación sobre lo que había pasado y con quién había estado?
-
No,
cuando pude hablar con ella ya recuperada, me echó unas lagrimitas y prometió
no volver a repetir tal experiencia. No quiso contar nada más. Ten en cuenta
que después del susto padecido, el verla sana y salva fue suficiente para
nosotros.
-
Es
una lástima, hubiera tenido un hilo por donde tirar. ¿algo más?
-
No,
te prometo que te hemos contado todo lo que sabemos. ¿Cómo lo ves? ¿Habrá
posibilidades de que la encuentres?
-
Qué
quieres que os diga, no soy un profesional, intentaré moverme y preguntar a
todo el que pueda. Por cierto, no estaría de más que llamaras al director del
Colegio y le advirtieras de mi próxima visita. Pero ya os digo, a la policía
todos estamos obligados a responder, pero a mí… Espero poder indagar algo, pero
os lo vuelvo a repetir, no os prometo nada.
-
Eso
es suficiente para nosotros, de verdad, con que lo intentes es suficiente.
Se pusieron de pié dando fin a la conversación y a
la visita, educadamente los acompañé hasta la puerta y antes de que pudiera
cerrar, Paco, al que en sus ojos unas rebeldes lágrimas propugnaban por salir,
me alargó un sobre que acababa de sacar del bolsillo del pantalón.
-
Toma,
lo necesitarás por si tienes gastos.
-
Pero…
Apenas pude musitar una frase para indicarle que los
favores personales no se cobran, que me sentía pagado por la amistad entre
nuestras familias a través de los años. Me fue imposible, él mismo asió el pomo
de la puerta para cerrarla y no pudiera devolverle el sobre.
Dentro del sobre, veinte billetes de cincuenta euros
destellaban como si de un tesoro se tratara, creo que su luz se reflejó en mis
ojos y mi mente comenzó a trabajar.
-
¿Y
eso? –Me preguntó mi madre. - ¿Qué piensas de todo el asunto?
-
No
lo sé mamá, pero de momento me voy a El Corte Inglés.
Dedicado a Lali por su cumpleaños, que disfrutes y
cumplas muchos más.
Vaya desenlace.¿Lo es vedad? Me estoy riendo con lagrimas. Un abrazo.
ResponderEliminarHabía oído sobre princesas por sorpresa, pero detectives por sorpresa nunca. Magnífica resolución, divertido como es habitual. Un abrazo.
ResponderEliminarImpressiona a sua imaginação para escrever... (qualquer semelhança com a realidade é mera coincidência, verdade?)
ResponderEliminarBeijos, precioso, e obrigada por passar no Sedimentos.
Não tenho mais facebook, mas podemos manter contato via e-mail, não?
Jolines! 20 billetes de 50 e.; tienes que conseguir encontrar a Ana aunque sea debajo de las piedras. Además tú te mueves por muchos ambientes, no solo el Búho Bizco, conoces a mucha gente, como por ejemplo a Javir y a Margarita Richii, por algo te llaman el inspector Gracia :))
ResponderEliminarun abrazo :)
¿Habrá una tercera parte? Me has dejado con la intriga, desde luego en vaya embolado te ha metido tu madre, aunque lo de ir al Corte Inglés ahora que es epoca de rebajas me parece lo más sensato. Un beso,
ResponderEliminar¡Por supuesto que sí! todavía no sé quien es el malo ni si la chica está viva, pero bueno, mientras me vaya poniendo a escribir y la historia fluya...
EliminarUn beso
¡José Antonio, lo mejor ha sido lo de El Corte Inglés, ja, ja, ja...! Muy buen relato. Ahora tengo que leer el siguiente capítulo.
ResponderEliminarMe encantan tus escritos.
¡Un beso"!
Muy bueno tu relato, vamos, lo normal en ti. La semana que viene vamos a quedar, ya hablamos pero habrá que buscar otro sitio, el último también lo han cerrado,y ya van dos. No sé si somos nosotros o la crisis o las bravas que pican a rabiar, pero esto va mal.
ResponderEliminarHablamos
Un saludo