..//.. El último verano que estuvimos en Villalgordo fue en 1959 y
todo seguía igual que siempre, pero Tirso se constipó, y parecía un constipado
sin importancia, pero desde el verano le daban muchos calambres en las piernas
y ponía los pies en el suelo buscando el frescor pues era la mejor manera de
que se le pasara, pero cada vez le pasaba más a menudo por lo que fuimos al
médico que lo teníamos en Modesto Lafuente, el médico no le dio mucha
importancia, pero le mandó una analítica y una radiografía.
Tirso tampoco le daba importancia pues comentaba que de joven, cuando
jugaba al futbol, también le daban calambres. A los ocho días fuimos a recoger
los resultados, íbamos tranquilos pues seguía trabajando y no se cansaba, pero
nos llevamos una sorpresa, la radiografía no dio nada en el pecho, pero la
analítica indicaba que tenía anemia, por lo que le dio la baja y le mandó
hierro y otras pastillas y que comiera lo mejor que pudiera, con eso sería
suficiente.
Volvimos desilusionados, pero como no le dio mucha importancia, empezó
a cuidarse, reposar y comer algo más de carne, pescado y fruta para que se
repusiera pronto. A los quince días regresamos a la consulta médica, pues en
vez de mejorar, se encontraba más pálido y cansado, por lo que el médico le
mandó otro tratamiento. Así pasaban los meses unas veces mejor y otras más
desganado, pero como el tratamiento de la anemia suele ser lento, seguíamos
haciendo caso a lo que nos decía el médico.
Un día hablando con unos amigos, nos comentaron que debería verlo otro
médico para ver si coincidían en el diagnóstico, nos señalaron que en la calle
Malasaña en el segundo piso había un médico de pago y que era muy bueno,
por lo que no nos lo pensamos y fuimos a
verlo, allí le hizo un chequeo muy completo. Con este médico estuvimos mucho tiempo
pues con el tratamiento que nos dio parecía mejorar, eso sí, las medicinas
teníamos que ir a que las recetara la seguridad social pues eran caras.
A pesar de todo, seguía teniendo días que yo le notaba triste, muchas
tardes siquiera quería salir, por lo que pasamos unas navidades tristes,
incluso el veintidós de diciembre que era su cumpleaños, no quiso comer. Por lo
que volvimos a pedir hora para ver al médico y le volvió a hacer análisis de
sangre y orina, cuando tuvo los resultados, me llamó y me dijo que fuera sola,
que no hacía falta que fuera él. A mí me entró un temblor por todo el cuerpo
pensando en qué me diría. Cuando llegué, me mandó sentar y me dijo que lo que
tenía era grave, pues tenía una esclerosis renal y no tenía solución, pues lo
más que podía durar sería cuatro o cinco meses.
Yo me desmayé, pues le dije a gritos que no podía ser que era muy
joven y que debía de haber algo para sanarlo. Fue tanta mi desesperación que no
sabía cómo volver a casa, allí estaban padre e hijo esperándome y mi hijo
todavía no había cumplido tres años. Estuve paseando un poco antes de llegar a
casa para que no se me notara nada, me tocaba lo peor, todo el día disimulando
para que él no supiera nada, pues aún hacíamos planes para el futuro.
El día diecinueve de enero nació Antoñito, el hijo de Carmen, íbamos a
ir a verle al hospital de la calle O’Donnell y Tirso me dijo que se iba a echar
la siesta y que se quedaba en casa con el niño, hice de tripas corazón y me fui
a conocer al niño. Aproveché para darle la mala noticia a mi hermana Carmen y a
mi hermana Julia que estaba también allí, se llevaron un gran disgusto pues lo
apreciaban mucho.
Escribí a la abuela Manuela y a mis padres para que supieran lo que
pasaba, pero estaban lejos y no tuve ayuda de nadie, pero a pesar de tener solo
veinticuatro años y no haber visto una desgracia tan grande, hice todo lo que
pude, incluso le contaba chistes y cuando en la radio sonaba una canción, sobre
todo “Ansiedad, de tenerte en mis brazos y en la boca volverte a besar. ..//..
Tal vez esté llorando mis pensamientos. ..//.. Y hasta tu oído
llegue la melodía salvaje y el eco de la pena de estar sin ti. ..//..
Ansiedad, de tenerte en mis brazos y en la boca
volverte a besar.
Era una canción lenta pero tiene mucho sentimiento, a lo peor
presentía lo que iba a pasar, si hubiera sido así, lo disimuló muy bien, nunca
dijo nada, siempre estaba dispuesto a complacerme.
Tirso conocía muy bien
a su familia y me dijo que todo el dinero que me prestaban lo apuntara, porque
cuando él trabajara se lo devolveríamos, pero esto tampoco se pudo cumplir,
pues cada día se iba deteriorando, la orina se le mezclaba con la sangre y eso
fue su final. El 14 de junio de 1960 a las cinco de la tarde, nos dejó para
siempre.
Me insiste mi amiga
Esileviana que ponga algún otro retazo de la vida de mi tía y viniendo de ella,
tengo el agrado de complacerla, si el anterior fue una anécdota jocosa, este
supone un mal trago, casi el peor, para una mujer enamorada y con solo
veinticuatro años. Nunca supe el porqué de mi padrinazgo por parte de mi tío Tirso
a quien obviamente nunca conocí, transcribiendo sus memorias es cuando conozco
y estimo en lo que vale tal hecho.
Transcribiendo las
citadas memorias, me doy cuenta de que mi tía en vez de saber solo las cuatro
reglas, hubiera podido acceder a una educación mucho más completa, de haberlo
querido hubiera sido una buena escritora, de haber nacido en otra época y otra
circunstancia, quizás hasta hubiera sido una excelente bloguera. ¿Quién sabe?
Lo que está claro es
que cuando iba escribiendo el relato desgarrado de su desdicha, no tuve por
menos, que de vez en cuando enjugar un asomo de lágrima.
Fotografía de mi bautismo, mi tío Tirso es el de la izquierda, quien me sostiene es mi abuela Matilde, recientemente fallecida y en el centro sujetando a mi primo, mi querida tía Luci
Vaya!
ResponderEliminarLa historia es muy triste: tu primo con 4 ó 5 años, tu tía Luci con solo 24 años, viuda, pero seguro que este hecho tan dramático le ayudó a convertirse en una mujer luchadora, emprendedora y enérgica. Capaz de sacar adelante a su hijo y no hundirse en la amargura y la melancolía.
ResponderEliminarMuy bien escrito, maestro :)
continúa.
un fuerte abrazo
Que impressionante... um escrito primoroso... são histórias tristes e alegres que entretém até os mais distantes do oceano.
ResponderEliminarBeijos, precioso. E bravo, porque você escreve muito bem.
La vida no nos prepara para los golpes, son los golpes que nos preparan para la vida. Muy buen retrato de la desgracia de tu tía. Me gustó que pusieras una foto tan personal. Un abrazo.
ResponderEliminarWooow!! Un fuerte abrazo Amigo.
ResponderEliminarA veces las circunstancias nos marcan el camino.
ResponderEliminarun abrazo
fus
La biografia de tu tia Luci promete Jose Antonio. La pobre, desde luego, no debió de tener una vida nada fácil. Un beso,
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