Esa noche apenas pude dormir, al otro lado
de la casa se estaban produciendo unos hechos completamente nuevos para mí, la
muerte acababa de hacer aparición en mi vida apenas a unos pocos metros de mi
cama. Lo que realmente más me apenaba era oír a mi madre llorar y saber que no
debía levantarme para poder consolarla , para evitarme el terrible espectáculo
que se estaba produciendo, me acostaron pronto y me dijeron que no me
levantase, el abuelo, mi abuelo, se estaba muriendo y ya no se podía hacer nada
por él, solo llorar.
En un duermevela pasé las siguientes
horas, oí decir a mi padre que se iba a Buitrago a por el ataúd. Mi padre
conducía un taxi por aquel entonces, un recio Seat 1500 con baca, por lo que no
habría que esperar a que la funeraria lo
surtiera, alguno de mis tíos se ofreció voluntario para acompañarlo por lo que
en las siguientes horas dejé de tener noticias de él.
Una de las cosas que más recuerdo con
bastante desagrado fue que el pobre de mi abuelo todavía estaba caliente y ya
empezaban a repartirse sus despojos. Mi tía se empeñó en pedir a mi abuela la
navaja que durante una multitud de años acompañó a mi abuelo. En el campo no
había herramienta multiusos como una simple navaja de cachas de nácar, ésta y
su boina castellana eran las señas de identidad que más recuerdo de él. Creo
que al final alguno de mis primos logró el preciado trofeo, lástima, aparte de
mí no creo que ninguno de ellos le tenga en su memoria.
Mi abuela a ratos lloraba
desconsoladamente, fueron muchos años juntos, llenos de penalidades los más,
pero al fin con la perseverancia que tienen los personas que desde la nada son capaces
de levantarse día a día con el sol y echarse a andar un paso tras otro,
consiguieron levantar una casa y criar ocho hijos.
Algún tiempo después, la conmoción se
apoderó de la casa, mi tío que esa misma mañana se había casado en Zamora,
acababa de hacer acto de presencia. Fue, creo, un momento chusco para todos al tener
que mezclar los pésames con las enhorabuenas, las voces de todos se notaban
afectadas.
Casi al final de la noche cuando ya los
ojos se me cerraban del sueño atroz que me invadía, uno de mis tío a quien
nunca conseguí identificar vino a tumbarse en la cama junto a mí. Su presencia
me relajó y al poco tiempo uní mis ronquidos a los suyos.
Cuando amaneció, casi a escondidas me sacó
mi madre de la casa. Sin desayunarme me encaminó a casa de la señora Gregoria,
una buena amiga de la familia. En ese momento tuve un momento de rebeldía, no
quería irme solo. Mi tía se quiso llevar a casa de sus suegros a mi hermano y
separarnos así todo el día. Yo me negué en redondo, no quería que me separasen
de mi chache, bastante triste y gris era el día, a pesar de hallarnos en agosto,
pero de ninguna manera iba a aceptar pasarlo en soledad en casa de unos
extraños.
El peor momento del día fue por la tarde
en la casa de la señora Gregoria, por desgracia estaba en el camino de la
iglesia, ver pasar la comitiva al son de las campanas tocando a muerto.
Muy buenos todos los relatos que he leído, y algunos, ademas, superdivertdos. Seguiré leyendo. Gracias por compartir. José Vicente Cantón
ResponderEliminarMuchas gracias, un detalle por tu parte pasarte por mi blog
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