Todos tenemos un enemigo acérrimo en nuestra vida,
Supermán tiene la kriptonita, Batman al Joker, Serlock Holmes a Moriarty y yo
tenía a mi primo Tomasín.
Era como el repelente niño Vicente. Un año mayor que
yo, por lo que era más fuerte y al ir un curso adelantado, mucho más listo, era
repelente hasta la nausea, cada trimestre me pasaba por las narices sus
asquerosas notas plagadas de sobresalientes, a mí francamente me importaba un
bledo, pero para mis padres era el ejemplo del hijo perfecto y sabía que
tardarían pocos instantes en recordarme las notas de mi primo con la
aborrecible coletilla: “aprende de tu primo”
Siempre en los juegos abusaba de mí y de mi hermano,
por supuesto que nos ganaba en los juegos reunidos Geyper incluso en los de
puro azar, por lo que es de creer que alguna trampa nos hacía. Las visitas a su
casa eran un suplicio en el que contábamos los minutos que nos faltaban para
volver a nuestra casa y dejarle con sus insidias.
Un año, para nuestra desgracia, mis padres le invitaron
al veranear con nosotros a Alameda. ¡No me lo podía creer! Siquiera en el
verano ese año íbamos a perderlo de vista, mis escapadas por el valle, mis
paseos, mis chapuzones en el rio, mis cacerías de ranas, renacuajos y cualquier
sabandija que se pusiera a tiro, los juegos con mis amigos en las escuelas, mis
meriendas al ocaso de pan con bacón, todo esto iba a quedar empañado al tener a
mi lado a esa rata apestosa que es mi primo.
Desde el primer día nos hizo saber quién era era el
macho alfa de la manada, dejándonos en
un discreto segundo plano a mi hermano, a mí y a mi amigo Ricardito (curiosa la
manía imperante de diminutivizar los nombres de los niños tenían nuestros
padres, de la que no me libraba, mi nombre quedo reducido a Toñín) Los días
fueron transcurriendo bajo la implacable dictadura de Tomasín, pues él se
quedaba con las varas de fresno más rectas, su bote era el que más renacuajos
tenía y en el río era implacable haciéndonos ahogadillas, todo esto completado
con el reparto diario de capones para que nos se nos olvidase quién era el que
mandaba.
¿Cómo podía ser que un niño pidiese a Dios que
terminase de una vez el verano, para poder empezar las clases? Así de esa forma
solo tendría que verlo un par de veces al mes y no de esta manera, todos los días.
¡Qué lejos estábamos de imaginar que sus días de dictador estaban contados!
Por parte de madre tenía otro primo, Jesusín, que
era una mala bestia, había nacido pesando casi cinco kilos, a la comadrona casi
se la acaba el hilo de suturar, no es que me llevase bien con él, también tenía
tendencia a ser un abusón, pero claro, nunca puede haber dos gallos en un
gallinero y lo que tenía que pasar, pasó.
Jesusín pasaba la mitad del verano con sus otros
veranos en Albacete y agosto lo pasaba
con mi abuela y mi tía soltera. En cuanto llegó, Mi hermano, Ricardito y yo,
corrimos a cobijarnos bajo sus alas protectoras cual pollitos, contándole
nuestras penurias pasadas. Jesusín se sulfuró y el medio tornillo que le
faltaba, se terminó de desenroscar, bajó hacia el río donde nos aguardaba
Tomasín y sin mediar palabra alguna le soltó un sopapo que le mandó KO a la
hierba sin esperar al final de la cuenta de diez.
Jesusín había tenido un mal día, había madrugado
para venir al pueblo y para su constitución que ya principiaba una obesidad
incipiente, las ocho horas de sueño eran sagradas, por lo que la mala baba que
le consumía la pagó con el bulto que tenía a sus pies. Un par de patadas en la
cabeza del durmiente le hicieron despertar y soltar unos quejumbrosos gritos
lastimeros, pero la fiera era sorda a sus ruegos. Por aquél entonces estaba de
moda en la plaza de toros de las Ventas y en el campo del Gas, el catch as
catch can, es decir la lucha libre americana, por lo que Jesusín quiso emular a
nuestros ídolos del ring con unas llaves y unos saltos sobre el maltrecho cuerpo
de su rival.
La conclusión fue que afortunadamente éramos cuatro
para recoger el derrelicto, cada uno por una extremidad y así llevarlo a
nuestra casa para agotar las existencias de árnica que hubiera en el botiquín
de mi madre.
Miel sobre hojuelas, después del consiguiente
escándalo en nuestra familia, no volvimos a saber nada de Tomasín, su padres y
los míos se retiraron la palabra con lo que la aventura fue mejor de lo
esperado.
Cuarenta y cuatro años después, nuestras vidas se
volvían a cruzar.
-
Tomasín.
–Musité.
-
Don
Tomás, si no te importa.
-
Qué
pequeño es el mundo.
-
¿No
habrás venido a empezar a medirlo en mi despacho?
-
Imagínate,
no es por mi gusto el venir a verte.
-
Pensaba
que por fin visitabas la universidad como alumno.
-
Sigues
errado, ya no me haces daño, tampoco conoces mi vida lo suficiente, para tu
pesar te diré que si soy universitario.
Llevaba un par de años matriculado en la UNED, me
había dado el gusto de hacer el examen de acceso y aprobarlo, pero mis estudios
de historia no avanzaban según mis expectativas, claro que esto no se lo iba a
decir.
-
Te
diré que el motivo de mi visita es recabar información sobre una alumna tuya
que seguro que recuerdas, Ana, casualmente de Alameda del Valle, con la que
tuviste alguna diferencia a la hora de valorar su examen y que ahora figura
como desaparecida.
-
Si,
recuerdo a esa paleta, qué quieres que te diga, me alegro que haya
desaparecido, ojalá no vuelva, así me evitará su presencia y el tener que seguir
haciéndola la vida imposible.
-
No
imaginaba que fueras tan miserable.
Una gran transformación se llevó a cabo ante mí,
hasta ese momento Tomasín, Tomás, me hablaba sosegado, pero ahora se levantó de
golpe apoyando los nudillos en la mesa haciendo car la silla en la que estaba
sentado, las mejillas enrojecieron y los ojos amenazaban con salírsele de las
órbitas.
-
¡Tú
no sabes nada! Jamás en la vida me he sentido más humillado, no sabes la de
noches en las que apenas cerraba los ojos, se me figuraba la cara del salvaje
de tu primo saltando sobre mi cuerpo, me despertaba en medio de la noche
empapado en sudor y llorando amargamente. Todavía alguna noche, después del
tiempo transcurrido me estremezco solo con recordar aquél aciago día.
-
¿Y
por eso tuviste que pagarlo con la chiquilla? ¿No te da vergüenza? ¿Qué daño te
hizo ella?
-
¿No
lo entiendes? Es de Alameda, de aquel maldito pueblo donde nunca debí ir,
maldigo a todos los de allí, maldigo a tus padres, a tu primo y sobre todo ¡Te
maldigo a ti!
-
Das
pena, eres un enfermo ¿De qué te sirve tu tan cacareada inteligencia? Éramos unos
críos, nada debió salir de allí, a ti te pegaron y tu nos pegabas ¿Qué
diferencia hay? No te odio, te olvidé hace muchos años, no eres nada para mí.
Lentamente recogió del suelo la silla y la volvió a
colocar, se sentó en ella y apoyando los codos en la mesa se tapó la cara con
las manos pesaroso. Esperaba que no tuviera el mal gusto de ponerse a llorar
delante de mí.
-
¿Sabes
algo sobre la desaparición de Ana?
-
No
¿Acaso soy el guardián de mi hermano?
-
Espero
que así sea, si tengo alguna duda vendré y comprobaré si todavía me puedes, o
mejor aún, traeré a mi primo Jesusín.
Una risotada surgida del averno me despidió,
babeando, con los ojos inyectados en sangre y la mirada perdida, abrió un cajón
de la mesa y extrajo de él una pistola con la que apuntó al techo mientras me
gritaba:
-
¡Venid!
¡Venid, si os atrevéis, os estaré esperando!
Abandoné el despacho entre la mirada atónita de los
curiosos atraídos por sus gritos.
Madre mía!! qué personaje tan perverso y ruin. José Antonio, ahora más que nunca tienes que llegar hasta el final y resolver la desaparición de Ana y ver qué hizo Tomás para que esta chica se fugara...
ResponderEliminarBuenísima lectura.
un abrazo
Oye me has recordado a mi prima, analfabeta como una cabra (no tanto, jaja, pero no pasó del bachiller elemental y sus notas era muy inferiores a las mías) pero que bordaba maravillosamente y no llevaba minifaldas, escotes (tampoco tenía nada que mereciera la pena ni insinuar) ni botos de Valverde del Camino, vaqueros y todas esas cosas a las que yo, de jovencita, era adicta.
ResponderEliminarMi madre me tocaba las narices contínuamente con lo modosita que era mi prima, lo bien que bordaba, etc. y tuvo, incluso, alguna vez la desfachatez de preguntarse en voz alta que por qué no era como ella y, lo que es más grave, me apuntó por su cuenta a clases de bordado y tuve que ir en vacaciones durante dos años hasta que mi padre puso orden.
A mí me marcó, fíjate que me encantan las manualidades, coser y el bricolaje y sólo he vuelto a bordar una vez y fue por hacerle un traje regional a una niña que es muy entrañable para mí.
En fin, que me enrollo, sólo decirte que el mundo está lleno de Tomasines y de madres que, quiero creer que sin darse cuenta, hacen daño a sus hijos con las odiosas comparaciones.
Besos
Um personagem forte, pesado, digamos que perverso...
ResponderEliminarmuito bom escrito! Você é um ás... aguardamos o desfecho com ansiedade...
Beijo.
No se pero el personaje me recuerda a otro de uno de tus relatos, que al final no acabo muy bien, a lo mejor solo se parecen. Un abrazo.
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