Era todo un personaje, me molestó sobremanera
cuando subí al autobús y contemplé como con descaro había ocupado el asiento
adyacente con su macuto, impidiendo que nadie se pudiera sentar en él. Por mi
parte me senté enfrente y le observaba a veces cuando levantaba la mirada del
sempiterno libro que siempre abro cuando viajo en transporte público.
Estaba sentado de una manera extraña, cruzaba
las rodillas por detrás en una postura forzada, por lo que la espalda no la
podía apoyar completamente en el respaldo y con cada vaivén del autobús, debía
agarrarse al asiento. Eso descubrió ante mis ojos lo que más me llamó la
atención de él: sus manos, o mejor dicho sus garras, dos zarpas nervudas de
recias uñas, con las que morfológicamente era imposible, a mi parecer, de
acariciar o tañer instrumentos, estaban concebidas solo para retorcer.
Por lo demás su cara era apenas destacable,
llevaba barba de varios días, lampiña por zonas, no era un rostro muy
agraciado, me recordaba al ladrón alto de “Solo en casa”
Estoy seguro que no hubiera tardado en
guardar su recuerdo en algún oscuro rincón de la memoria hasta su cercana
desaparición en el olvido, pero al llegar a casa y encender la televisión, en
las noticias del telediario lo reconocí al instante cuando destacaron que había
salvado a una niña en un incendio.
Tantas vezes nos deparamos com personagens tão reais que nem nos damos conta...
ResponderEliminarUm beijo