No sé cuándo entró en mi vida, debió de ser
al poco de comenzar a trabajar en mi empresa. No es como mi perro que sé
perfectamente cuándo fue, faltaría más. La comparación en ningún caso es
odiosa, es sublime., ahora mismo son las dos personas más importantes de mi
vida, si sumamos a Kiko al grupo de personas y si obviamos por un momento a mi
hija, pero ella está lejos y hay cosas que el skype no puede solucionar.
No era de mi departamento, pero cuando le
entregaba el periódico a su director, tenía que pasar por su escritorio y al
ser una chica guapa y agradable no costaba nada entablar conversación con ella.
Bajita pero con una grandeza de espíritu descomunal me fue ganando día a día.
Se casó. Estaba guapísima con su traje
blanco, me enseñó las fotos del enlace y a él ni lo miré. Esos ojos me
cautivaban, nunca sabría cómo definirlos, parecían de una alegre tristeza o de
una triste alegría. Pero eran, y son, unos ojos hermosos color miel, solo hay
que mirarla fijamente a ellos para ver cuánta bondad hay en su interior.
Años felices para los dos, cada uno por su
lado pero dándonos novedades diarias de nuestras respectivas vidas. En eso
fuimos dos espejos, las cosas no nos iban como querríamos que acaecieran, la
vida se iba mostrando con una perra crudeza. Lloré con ella cuando se la
murieron sus dos pilares más queridos, su abuela y su mascota, su muy querida
perra bóxer. Sus ojos se entristecieron un poco más.
A mí las cosas no me iban mucho mejor. Pero
en ese canalla momento, a alguna cabeza pensante se le ocurrió que en su
departamento si enviaba trabajo vía telemática a un país del este de Europa, la
empresa ahorraría el chocolate del loro aún a costa de enviar al paro a un
compatriota. Ese fue su caso.
Con un fuerte abrazo nos despedimos, jurando
mantener nuestra amistad. Pero yo no estaba dispuesto a que esto que tantas
veces había sucedido con ex compañeros, volviera a acontecer.
Nos llamamos y quedamos, no sé muy bien cómo
y por qué cada vez iba creciendo una complicidad entre nosotros y una auto
ayuda para solucionar nuestras carencias y problemas conyugales, pero llegado
el sábado, somos incapaces de estar sin vernos, sin charlar, sin comulgar, sin
hablar de nimiedades cuando el silencio es capaz de apoderarse de nuestra
conversación.
Una sonrisa –Adiós chiquitín. – y de nuevo
tomo el metro hasta Vallecas. Mis problemas ¿Qué problemas? No existen, floto,
estoy en la nube, pienso en ella….
Nubarrones ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Seré
capaz de cargarme esta amistad? No tengo ni pajolera idea de sus intenciones.
Vale que no le diga a su marido que queda conmigo, pero eso no significa que
por su parte haya algo más. Si fuera un barriobajero de Vallecas diría que me
hago pajas mentales, ella está casada y me está ayudando. No sé y no seré capaz
de preguntarla nunca sus intenciones respecto a nuestros contactos.
Por favor ¿hay alguien que sea capaz de
decirme que no tengo dieciséis años y no puedo ni debo enamorarme de cada chica
que me habla?
¡Hola! Hace mucho mucho que no paso por aquí y me ha gustado muucho tu relato. No sé si tu pregunta es para ser contestada o simplemente forma parte de una historia de ficción.
ResponderEliminarDe cualquier modo, si quieres mi opinión, yo no me imaginaría nada más allá de una bonita amistad, a no ser que ella (que está casada) te diera a entender claramente otra cosa. Te lo digo porque yo también he quedado más de una vez con alguien del sexo opuesto con la excusa, o sin la excusa, de ayudarnos y por mi parte no pensaba en nada más que ser útil. También hay que comprender que casi, o todos, nosotros nos gusta sentir esas "cosquillitas" cuando pensamos en alguien y nos proporciona tanto placer que cada vez va minando más nuestra mente su recuerdo y nos va atrapando poco a poco. Mi consejo es, que si no quieres sufrir, foaclices tu atención en otra cosa, a no ser que ella te muestre claramente sus intenciones.
Y ahora, por favor, olvida todo lo que te he dicho y haz lo que más te agrade porque odio dar consejos a nadie, ya que no creo que nadie tenga la verdad de nada ni tenga que decirle a nadie lo que deba hacer.
¡Madre mía, cómo me he enrollado, ja, ja, ja!
Bueno, pues no nos hagas más preguntas, please!
¡Te mando un cordial saludo José antonio! ¡Y perdóname por robarte este tiempo!