No me costó encontrar una bujía usada y
desechada junto a un taller cerca de mi casa, me agaché y me la metí en el
bolsillo, luego busqué un coche con unos cuantos años de antigüedad, mi padre
había enseñado a hacer el “puente” pero no me fiaba de los vehículos nuevos, no
fuera que los cables hubieran cambiado de posición y funcionamiento.
Con la
bujía rompí el cristal con total facilidad, pues un tozo de hule en el asiento
para no cortarme con los cristales y me agaché a hacer el “puente” no tardé
mucho, aprendí bien la lección. Arranqué y me acerqué a la calle Cea Bermúdez,
por supuesto no paré el motor, aguardé en doble fila su salida, sabía que no
tardaría mucho, lo había seguido durante un par de semanas y era totalmente previsible,
a la misma hora todas las tardes salía de la Residencia para ir al aparcamiento
donde guardaba su vehículo.
Y no fue una excepción aquél día, allí estaba saliendo del portal. Me
dispuse en posición, en esa hora no iba a tener problemas, apenas había peatones
cruzando la calle. El muñeco del semáforo se puso en verde y él comenzó a
cruzar la calle. Derrapé un poco al pisar el acelerador, no me convenía que
anduviera prevenido, pero afortunadamente no me oyó y siguió cruzando confiado,
creo que era la misma cara que tuvo cuando se estampó en el cristal del R5.
Nunca la podré olvidar y durante meses era lo último que veía cuando cerraba
los ojos al irme a dormir.
Pero nunca tuve pesadillas por ello, más bien
al contrario. Su cuerpo, pues yo no frené en ningún momento, volteó por encima
del techo como un pelele. Al mirar por el retrovisor lo vi caer desmadejado sobre el asfalto.
Un suspiro de alivio salió de mis pulmones, la justicia se había cumplido. Dura lex sed lex. Aunque sea la ley de
la venganza, mi propia ley.
Aprendi que a vingança é um prato que se come frio, porque seu ingrediente principal é a paciência.
ResponderEliminarUm beijo, precioso