lunes, 24 de enero de 2011

Mariló

Mi viejo barrio, hacía más de cuarenta años que no volvía a recorrer sus calles mal asfaltadas, antaño fue el extremo este de Madrid, más allá sólo había descampados formados por escombreras, el campo y varios centenares de kilómetros después, el mar. Esa cierta proximidad, sería la que convirtió a la virgen del Carmen, patrona de pescadores, en la patrona de mi barrio, más que la ironía del secarral donde se asentaba.

Llegué a él con algo más de siete años y recuerdo que no me costó mucho hacer amigos. Entonces se vivía en la calle, pocas eran las casas que contaban entre sus enseres con un televisor, por lo que aún nuestras mentes se hallaban libres de su perniciosa influencia. Nuestros juegos después de salir del colegio nos ocupaban toda la tarde hasta que al llegar el ocaso, la falta de luz artificial, pues en los arrabales, el ayuntamiento imaginaba que no necesitaríamos farolas, nos hacía buscar la seguridad de nuestras casas y una cena reconfortadora.

Recuerdo nuestros juegos eternos, duraban una vida, cada día era distinto al anterior, cada juego una aventura que no queríamos que terminara jamás, jugábamos a pídola, a churro-mediamanga, al escondite y a mi favorito: el rescate, me sentía un agente secreto cuya misión era salvar al mundo, los malos me acechaban como jaurías y sólo la agilidad de mis piernas me reportaría el éxito en la misión.

Recuerdo aquel extraño día que la conocí, jadeante, acababa de dar el esquinazo a los enemigos que me perseguían, y me senté en el único banco que había en la plaza, bajo la sombra de una acacia, en la otra punta del banco se hallaba sentada una niña de mi edad, a la que no había prestado atención.

- Buenas tardes. –Me saludó.

- Muy buenas. –Repuse algo azorado.

No era nada normal lo que estaba sucediendo, en aquella época, las niñas eran unos seres que deambulaban por las calles, totalmente separadas de los niños, sin tener contacto alguno con ellos, en aulas separadas en los colegios, no solíamos dialogar con ellas y mucho menos hacerlas partícipes de nuestros juegos, la razón de estos hechos, la supimos por nuestras primas, pues al parecer sus padres les prohibían jugar con nosotros, pues los chicos son muy burros y les podíamos hacer daño.

- ¿Cómo te llamas?

- Jose Antonio. -Contesté, poniéndome colorado ante su osadía y la falta de costumbre de hablar con niñas.

- ¿Cuántos años tienes? –Ella insistía machacona.

- ¿Es que no lo ves, debo de tener los mismos que tu?

- Perdóname, no, no lo he visto, es que soy ciega.

Agradecí entonces que ella no pudiera verme, pues me puse colorado hasta la raíz del pelo, mi cara hacía juego con los jerséis del Dúo Dinámico, que por entonces hacían furor y tanto encandilaban a mis tías solteras.

- Perdona, no me había dado cuenta.

- No te preocupes, estás perdonado, -Dijo risueña.

Y sonrió de una manera que yo nunca había visto en mi vida, una risa franca, cantarina, en una boca de labios sonrosados y dientes muy blancos. A mi edad, por supuesto no sabía lo que era el amor, pero me agradó sobremanera, me hizo abandonar toda mi reticencia a hablar con ella, por lo que me lancé a contarle que me hallaba descansando de la mayor batalla que en el barrio jamás hubiera disputado. Ella me habló de su tremendo viaje de exploración a través de selvas ignotas, hasta que al fin, después de muchas vicisitudes, había llegado desde su casa, hasta el banco de la plaza.

No se como, pero charlando tan amenamente, se pasó la tarde volando, en mi guerra particular, seguro que me habrían dado por desaparecido, por lo que estaría eliminado del juego y la verdad, es que no me importó, ella me pidió que la acompañara a la puerta de su casa, pues sus negros porteadores, ante la vista de un león, la habían abandonado, llevándose sus pertenencias. La acompañé poniéndome a su lado, pero lo suficientemente alejado para que ningún amigo mío que nos viera, pudiera decir de nosotros que éramos novios y así verme convertido en la rechifla de la pandilla.

En la puerta de su casa nos despedimos.

- ¿Te veré mañana?

- Si quieres…

- Pues a la misma hora entonces.

Y así nos despedimos. Me dirigí a toda prisa al punto de reunión de mi pandilla, para conocer el resultado de la guerra de hoy. Allí me recibieron con quejas sobre mi deserción, yo les contesté que mi madre me había visto por la calle y me había obligado a hacer un par de recados.

Nos disgregamos cada uno en dirección a su casa y agarré a Manolín de la manga, pues sabía que vivía en el mismo portal que la niña ciega.

- Oye Manolín, ¿en tu portal vive una niña ciega?

- ¿Mariló?

- No sé, una niña ciega de nuestra edad.

- Si, se llamaba Mariló.

- ¿Cómo que se llamaba, es que ya no se llama así?

- No idiota, es que murió.

- ¿Murió?

- Si jilipichi, murió hace un año, tu todavía no vivías en el barrio, al parecer tenía un tumor en la cabeza, primero la provocó la ceguera y pocos meses después murió. ¿Por qué lo preguntas?

- No, por nada, es que me hablaron de ella. –Tuve que inventar deprisa y corriendo, no quería que me tomara por loco.

Toda esta conversación me conturbó sobremanera, yo sabía lo que había visto, pero creí a pies juntillas lo que me dijo Manolín, esa misma tarde nos habíamos confesado en la capilla del colegio y habría caído en pecado mortal si me hubiera contado una trola, además Manolín no era de los que eran capaces de inventar tamaña barbaridad. Al llegar a casa mi madre me notó mi estado, me hizo beber agua con azúcar y una copita de quina, al parecer, entonces era la panacea contra todo tipo de síntomas de que alguna enfermedad pudiera empezar a estar incubando.

Al día siguiente, a la salida del colegio, evité encontrarme con mis amigos y salí disparado hacia la plaza, un par de ancianos ocupaban el banco de nuestra cita, yo tenía la secreta esperanza que ella viniera a la cita y que Manolín me hubiera gastado una jugarreta, pero las horas pasaron y ella no volvió.

Varios días seguí con la rutina de pasar por la plaza y echar una mirada triste al banco donde nos sentamos aquel día, pero nunca se presentó a nuestra cita, poco a poco la fui borrando de mi memoria, hasta el punto de sentarme en el banco muchas veces sin acordarme de ella.

Hoy, después de tantos años, al volver aquí, no se por qué, pero estoy en la plaza, delante del banco donde la conocí, o eso creo, pues después de tantos años, ya no sé que pensar de aquella experiencia que a nadie referí jamás.

Pero siempre, siempre recordaré aquella sonrisa tan luminosa que me regaló.

viernes, 21 de enero de 2011

Pataspelás

A pesar de que hace veinte años que ocurrió todo, todavía lo recuerdo como si fuera ayer, aun me sigo regodeando de los que hice, mis hermanos y yo disfrutamos de la venganza entonces, aunque hace cuatro años que Emilio ya no vive para disfrutarla.



Recuerdo aquel mes de Agosto, todo se fue elaborando para llegar a su clímax en verano, el frío agarrota mis dedos y no soy capaz de apretar el gatillo así, a pesar de sentirme entonces todavía joven a mis cincuenta y dos años y de pasar sin esfuerzo una jornada de trabajo en el campo o detrás de la perra cazando sin fatigarme, la artrosis me impide manejarme bien con los dedos en los días de invierno.



Ese día amaneció con un calor que picaba, un calor para el que hay que ser extremeño o andaluz para soportarlo sin sucumbir. Los jilgueros que mis hermanas poseían, apenas el alba dejó paso a una mayor claridad, dejaron de emitir sus alegres cantos, creo que barruntaban la tragedia que se avecinaba. Después de lavarnos, desayunamos fuerte, como si la jornada que nos aguardaba fuera a durar una eternidad, para algunos, así iba a ser, pero ellos aun no lo sabían.



Descolgamos las escopetas del altillo y nos dispusimos a efectuar su última limpieza, ellas iban a ser nuestra manera de hacer justicia, no podían fallarnos en aquella hora crucial. Con mimo, como siempre las habíamos tratado, pasamos varias veces la baqueta con un trapo por el ánima del cañón, unas gotas de aceite en las piezas móviles y quedó bruñida como si fuera nueva.



En ese ínterin nuestras hermanas habían hecho ya la maleta, el autobús para Badajoz salía dentro de media hora y por nada del mundo lo podían perder, para poder enlazar con el tren a Madrid, así estarán a salvo, nunca se sabe como saldrá todo y no queremos que vuelva a suceder como con madre, cuando estos cobardes de los Amadeos prendieron fuego a nuestra casa con ella dentro.



Ese es el motivo de nuestra acción de hoy, la venganza, ya que no tuvimos justicia por la inacción de jueces y guardias civiles, hoy nos tomaremos la justicia por nuestra mano y esta será dura, no temblará ni tendremos compasión.



Abandonamos por fin Monterrubio, dejamos toda nuestra vida atrás, ya nada importa, vamos a echar un órdago con todo lo que tenemos, vamos a por todas, ahora comienza el resto de nuestra vida, este es el punto de inflexión, lo que hicimos hasta el día de hoy no cuenta, no sirve de nada, ha quedado borrado de nuestra memoria, hoy lavaremos con sangre la afrenta que el pueblo de Puerto Hurraco le hizo a nuestra familia, perdimos a nuestra madre y nuestro hermano se pudrió en un manicomio, hay algo que flota en el ambiente que clama venganza, lo hemos respirado, lo hemos vivido, lo hemos mamado, no cejaremos en nuestro empeño.



Durante los doce kilómetros del recorrido, no cruzamos una palabra entre nosotros, no hay nada que decir, ya está todo dicho, noches de insomnio hacían que nos reuniéramos en la puerta de casa, sobre sillas de enea mascullamos nuestra venganza, recociendo una y otra vez nuestro rencor, nuestra rabia, nuestra desesperación, en años, no hubo un día que no tuviéramos en nuestro pensamiento a los Amadeos, como mala hierba, había que arrancarlos de raíz, borrarlos de la faz de la tierra y de la memoria de los hombres, maldita sea su ralea.



Por el camino nos saluda un labriego vecino de nuestra finca:

- ¿Dónde van los Patapelás?

- A cazar unas tórtolas allá pasado el linar.

- Que se os dé bien.



El no lo sabe, pero seguro que se nos va a dar bien.



Puerto Hurraco, mucho nombre para tan poco pueblo, antes que se ponga el sol, tus calles se llenarán de luto y de dolor, mañana se acabará la tela de color negro en todas las pañerías de la comarca, tu nombre será conocido en toda España y quedará grabado en periódicos y libros con letras rojas de sangre.



No sé cómo empezó todo, vimos dos niñas y disparé por pura simpatía tras mi hermano, fue sin pensar, como un acto reflejo, como cuando tras una mata saltan dos liebres a la vez en direcciones distintas, disparó mi hermano y yo después, no hay más.



Luego sobrevino una ordalía de fuego y sangre, el orden de los disparos y sus destinatarios apenas importaban, casi sin apuntar siquiera, no hacía falta, habíamos aprestado nuestras cananas con munición de postas, era imposible fallar.

Lo siguiente que recuerdo fue el color rojo, rojo en blancas camisas, rojo en blancas paredes encaladas, rojo en grises suelos, en marrones bancos, en cristales rotos. Vidas segadas, venganza cumplida.



Tenía el cuerpo mojado, lleno de sudor, no notaba el calor pero la garganta me escocía, intentaba por todos los medios encontrar algo de saliva para tragar, pero mis intentos eran vanos, entonces recordé el consejo de mi madre de pensar en limones abiertos y conseguí trasegar por fin algo de saliva. El sudor corría frente abajo, cegando mis ojos haciendo que sólo viera delante de mí, prismas irreales, caleidoscopio del averno dentro de mis ojos.



De pronto todo terminó, se hizo un silencio atroz, dolía, silbé para romperlo y saber que estaba vivo, no imaginaba que sobre la tierra pudiera existir algún lugar con tanta ausencia de sonido alguno. Por fin en el centro de la plaza después de beber largamente en la fuente, nos sentamos en el poyo junto al pilón, nos miramos y sonreímos moviendo levemente la cabeza, haciendo un movimiento de afirmación.



Nuestra madre está vengada. –dijimos al unísono y una paz se instaló en nuestro interior, haciéndonos sentir como hacía mucho tiempo que no lo lográbamos. Encendimos un cigarro dando largas caladas, nos sentimos por un momento los reyes de la creación, estábamos en la cumbre, más arriba era imposible estar.



Lo demás es historia, la conmoción nacional, la captura por las ahora eficaces fuerzas del orden, la presión de la prensa insultándonos y denominándonos con epítetos que no hubieran sido capaces de regalar al mismísimo Nerón, un falso juicio donde todo estaba dicho y planificado y una sentencia que les satisfizo a todas estas hienas sedientas de fabricarnos nuestra ruina.



Pero no obtuvieron nuestra humillación, entramos en la cárcel con nuestra dignidad sin corromper, con la cabeza muy alta, conscientes y orgullosos de lo que habíamos hecho, allí nos fabricamos nuestro propio mundo a medida de nosotros dos, donde nadie era bienvenido y nadie pudo entrar. La misma prensa que antes nos demonizó, ahora nos ofrecía sumas indecentes de dinero por hablar con nosotros, por supuesto que escupimos en su maldito dinero ¿para qué nos iba a servir ya?



Veinte años ya, atrás quedaron mis hermanas y hermano, sus huesos abonan camposantos ajenos a nuestra tierra. ¿Pero donde está nuestra tierra? Fuimos desheredados de nuestras raíces, despojados de nuestra casa, expulsados de nuestro paraíso.



Hoy es el día, hoy tendría que quedar libre, pero los que dejé vivos se han confabulado de nuevo con los jueces para evitarlo, eso es lo que se creen, hoy volaré libre tras estos barrotes, hoy me reuniré con mi familia para reírme de los Amadeos y gritar al mundo que los Patapelás se tomaron por fin cumplida venganza.











La Matanza de Puerto Hurraco nos acercó las terribles masacres que aterrorizan aún a la sociedad norteamericana, nos hizo ver la facilidad que en España, cualquier desequilibrado podía tener acceso fácil a armas largas con la excusa de la caza, a pesar del debate posterior y de los intentos por acotar los medios para lograr tener estos permisos, en España hoy en día sigue habiendo más cazadores que presas que abatir, sin contar con las armas ilegales que cualquier delincuente pude conseguir en el mercado negro, no es un hecho aislado de la España negra, es algo que cualquier día se puede repetir.



martes, 18 de enero de 2011

Quiero ser Peter Pan

Y viajar al país de nunca jamás junto con mi amor transformada en Campanilla, no envejecer (más) si puede ser al quedarme allí, rebajar algunos añitos (añazos) mi apariencia física, que por arte de birli-birloque recupere el riñón y el trozo de corazón, se desatasquen las arterias y la barriguita cocacolera se transforme en apolínea tableta de chocolate similar a la de Forlán.

Por si acaso me he quedado corto a la hora de pedir, no sólo quiero el corpore sano, sino que esta maravillosa mente que poseo con mis conocimientos y mi experiencia acumulada después de tantos (snif) años, se queden para un ulterior desarrollo dentro de ese joven cuerpo en la maravillosa tierra de nunca jamás.

Si se me concede tan exigua petición, sólo os pido que me remitáis a esa isla, dónde seguro que no existirá Internet (Deo gratias), las obras de literatura que vayan surgiendo y que consideréis interesantes, (Dan Brown no, por favor) pues seguro que entre pelea y pelea con los piratas, tendré tiempo de sobra para embeberme en la lectura de obras que también me trasladen a mundos donde sus habitantes tampoco envejezcan, pues al estar en palabra impresa, al volverlos a leer recuperan de nuevo su antigua edad.

A lo mejor es lo que quiero o lo que me falta llegar a ser es convertirme en una figura dentro de la trama de un libro, el protagonista por siempre de una aventura sublime, no sólo ser Peter Pan, sino Tom Sawyer adentrándome en esa cueva junto a Becky yendo los dos de la mano, o ser Denys, tomándome una copa de brandy en una noche estrellada junto al fuego, mientras contemplo arrobado como Karen enlaza una tras otra sus maravillosas historias sobre África, ser tambien Old Shatterhand galopando por las verdes praderas americanas junto a Winnetou, en fin ser uno tras otro, todos los héroes de los libros que leí en mi infancia e hicieron que viviese muchas vidas en una.

Así que en el aniversario de mi natalicio, os ruego que no me felicitéis, pasad de puntillas por esta página y contadme sólo el tiempo que hace por vuestra ciudad, si al mirar por la ventana habéis visto volar algún gorrión o si la vecina de enfrente por fin os guiñó un ojo al pasar, de todas formas os dejo esta tarta virtual, serviros una generosa porción y compadeceros de este pobre tipo que no es capaz de envejecer con una mínima dignidad.

Besos y abrazos para todos/as.

lunes, 10 de enero de 2011

Dialogo


- Cada día que pasa estás más guapa.
- …
- Es verdad, no es que sea zalamero, es la pura realidad, Como llevas muerta cinco años, no envejeces y te veo cada día mejor.
- …
- Si, es verdad, de mozos estábamos estupendos.
- …
- ¡Que tiempos aquellos! Mira que nos gustaba bailar, ¿Te acuerdas? Acabábamos con los pies destrozados.
- …
- ¡Qué va! Tú bailabas mejor que yo, recuerdo como te cimbreabas en mis brazos, tan flexible… parecías un junco en mis manos, la reina del pasodoble, todos en el baile me envidiaban, sabían que tenía la mejor partenaire.
- …
- Pues si, tienes razón, ahora me aburro mucho, desde que no estás no salgo mucho a la calle, tampoco tengo muchas fuerzas, apenas soy capaz de dar la vuelta a la manzana, tampoco me dejan ir más lejos, ya lo sabes, en esta residencia encima soy un privilegiado que me dejan pasear por fuera.
- …
- No, ya sabes que no me visitan mucho, desde que ingresé aquí los chicos apenas vienen, sabía que no debía haber repartido la herencia, pero ya sabes que soy débil, por no discutir… pero mejor así, si vienen es porque quieren y no porque se sientan obligados.
- …
- De todas formas la única visita que de verdad espero y agradezco es la tuya, que suerte que te dejen venir a visitarme, por cierto, ¿sabes si me queda mucho para irme contigo?
- …
- Bueno ya me imagino que no tendrás toda la información, pero era por si te habían dicho algo, tú ya sabes que no puedo estar sin ti, no me conformo con este ratito por la tarde, fueron muchos años sin separarme de ti y no me acostumbro a vivir solo.
- …
- Ya veo que te han contado mi robo de la almohada del cuarto de al lado, te juro que lo hice sin maldad, sólo la quería para ponerla en la cama a mi lado, para imaginar que estabas acostada junto a mí, ya sabes que siempre me dormía con el brazo rodeándote la cintura.
- …
- Que si, que me tomo las medicinas, no se me olvida ninguna, hay una enfermera aquí que nos controla, no tanto como tu, que no se te escapaba nada, paro no me puedo quejar.
- …
- ¿Ya te vas? ¿No te puedes quedar otro ratito? La verdad es que cada día se me pasa más el tiempo volando y es que cuando estás conmigo no me doy cuenta de nada. Bueno, dame un beso y se puntual mañana, que sabes que te espero a la misma hora.
- …
- Adiós amor.



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