Abandono momentáneamente
mi inapetencia total a escribir, para unirme al homenaje de una persona que verdaderamente
se lo merece. Ha muerto Gabriel García Márquez.
Bajo mi
prisma fue, junto con Vargas Llosa, el mejor exponente de las letras
iberoamericanas del siglo XX, un siglo terriblemente mediocre en cuanto a
libros y escritores. Pasado el genial siglo XIX, nos encontramos unos escritores
a los que la política nubló su pluma,
perseguidos y perseguidores pusieron su encono en llenar de mediocridad las
estanterías.
Quizá
porque les pillaba lejos y fuera de onda, estas dos figuras, se encumbraron y
hasta consiguieron hacerse un hueco en el Olimpo de los mercantilistas premios
Nobel.
Hace ya
casi cuarenta años que tomé contacto con su mejor obra. Un día, a la salida del
instituto donde esperaba a mi novia de entonces, ésta salió con un pequeño
libro entre las manos y una luz en su mirada, me comentó que en clase estaban
haciendo un trabajo sobre una novela y estaban ella y todas sus compañeras
alborotadas, por lo que me lo recomendaba muy entusiastamente. El libro en
cuestión me podía parecer farragoso en cuanto a reconocer a sus personajes, por
lo que me adjuntaba una “chuleta” con el árbol genealógico de aquellos.
Por
supuesto que no me hizo falta recurrir a ella, comencé la lectura y me fui
sumergiendo en un mundo irreal pero cercano, en la que me sentía todos y cada
uno de los personajes fueran femeninos o masculinos, yo era ellos. Me maravilló
descubrir la existencia del hielo o de las alfombras voladoras que traían los gitanos
a Macondo, yo era el coronel Aureliano Buendía esperando mi fusilamiento
mientras recordaba todos los alzamientos contra el gobierno, quizás porque en
ese momento en España, había algo moviéndose y todos nos sentíamos
revolucionarios, aunque ahora con el paso de los años, me siento como él, ya no
sé porqué guerreé, ni quiénes eran mis enemigos, visto que todo no sirvió para
nada.
El final de
la novela llegó con lágrimas asomándome a los ojos, no podía imaginar que al
último de la saga los llevasen arrastrando las hormigas, quizás a todos nos
espera un final así.
Después,
sus otras novelas unas mejores que otras, pero siempre con su toque genial, El
amor en los tiempos del cólera, me llevó de nuevo a un ambiente húmedo y
pegajoso que transmite un calor tropical y un ambiente de desesperanza.
Pero nada
más diré de sus otras obras, Cien años de soledad es desde entonces mi libro de
cabecera, lo suelo leer un par de veces al año, soñando e intentando cambiar la
realidad que página a página se me va mostrando, quisiera que a esa familia todo
le fuera bien, quizás porque la siento mía y me siento protagonista, no un mero
espectador, me gustaría reescribir sus pesimistas renglones para levantarme la
moral, porque desde entonces mi vida no ha sido igual, soy un simple personaje
en manos de un escritor voluble esperando que se me lleven las hormigas.