miércoles, 14 de marzo de 2018

Toque de difuntos


Esa noche apenas pude dormir, al otro lado de la casa se estaban produciendo unos hechos completamente nuevos para mí, la muerte acababa de hacer aparición en mi vida apenas a unos pocos metros de mi cama. Lo que realmente más me apenaba era oír a mi madre llorar y saber que no debía levantarme para poder consolarla , para evitarme el terrible espectáculo que se estaba produciendo, me acostaron pronto y me dijeron que no me levantase, el abuelo, mi abuelo, se estaba muriendo y ya no se podía hacer nada por él, solo llorar.

En un duermevela pasé las siguientes horas, oí decir a mi padre que se iba a Buitrago a por el ataúd. Mi padre conducía un taxi por aquel entonces, un recio Seat 1500 con baca, por lo que no habría que esperar a  que la funeraria lo surtiera, alguno de mis tíos se ofreció voluntario para acompañarlo por lo que en las siguientes horas dejé de tener noticias de él.

Una de las cosas que más recuerdo con bastante desagrado fue que el pobre de mi abuelo todavía estaba caliente y ya empezaban a repartirse sus despojos. Mi tía se empeñó en pedir a mi abuela la navaja que durante una multitud de años acompañó a mi abuelo. En el campo no había herramienta multiusos como una simple navaja de cachas de nácar, ésta y su boina castellana eran las señas de identidad que más recuerdo de él. Creo que al final alguno de mis primos logró el preciado trofeo, lástima, aparte de mí no creo que ninguno de ellos le tenga en su memoria.

Mi abuela a ratos lloraba desconsoladamente, fueron muchos años juntos, llenos de penalidades los más, pero al fin con la perseverancia que tienen los personas que desde la nada son capaces de levantarse día a día con el sol y echarse a andar un paso tras otro, consiguieron levantar una casa y criar ocho hijos.

Algún tiempo después, la conmoción se apoderó de la casa, mi tío que esa misma mañana se había casado en Zamora, acababa de hacer acto de presencia. Fue, creo, un momento chusco para todos al tener que mezclar los pésames con las enhorabuenas, las voces de todos se notaban afectadas.

Casi al final de la noche cuando ya los ojos se me cerraban del sueño atroz que me invadía, uno de mis tío a quien nunca conseguí identificar vino a tumbarse en la cama junto a mí. Su presencia me relajó y al poco tiempo uní mis ronquidos a los suyos.

Cuando amaneció, casi a escondidas me sacó mi madre de la casa. Sin desayunarme me encaminó a casa de la señora Gregoria, una buena amiga de la familia. En ese momento tuve un momento de rebeldía, no quería irme solo. Mi tía se quiso llevar a casa de sus suegros a mi hermano y separarnos así todo el día. Yo me negué en redondo, no quería que me separasen de mi chache, bastante triste y gris era el día, a pesar de hallarnos en agosto, pero de ninguna manera iba a aceptar pasarlo en soledad en casa de unos extraños.

El peor momento del día fue por la tarde en la casa de la señora Gregoria, por desgracia estaba en el camino de la iglesia, ver pasar la comitiva al son de las campanas tocando a muerto.


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