lunes, 28 de marzo de 2016

Venganza



No me costó encontrar una bujía usada y desechada junto a un taller cerca de mi casa, me agaché y me la metí en el bolsillo, luego busqué un coche con unos cuantos años de antigüedad, mi padre había enseñado a hacer el “puente” pero no me fiaba de los vehículos nuevos, no fuera que los cables hubieran cambiado de posición y funcionamiento.
 Con la bujía rompí el cristal con total facilidad, pues un tozo de hule en el asiento para no cortarme con los cristales y me agaché a hacer el “puente” no tardé mucho, aprendí bien la lección. Arranqué y me acerqué a la calle Cea Bermúdez, por supuesto no paré el motor, aguardé en doble fila su salida, sabía que no tardaría mucho, lo había seguido durante un par de semanas y era totalmente previsible, a la misma hora todas las tardes salía de la Residencia para ir al aparcamiento donde guardaba su vehículo.
Y no fue una excepción aquél  día, allí estaba saliendo del portal. Me dispuse en posición, en esa hora no iba a tener problemas, apenas había peatones cruzando la calle. El muñeco del semáforo se puso en verde y él comenzó a cruzar la calle. Derrapé un poco al pisar el acelerador, no me convenía que anduviera prevenido, pero afortunadamente no me oyó y siguió cruzando confiado, creo que era la misma cara que tuvo cuando se estampó en el cristal del R5. Nunca la podré olvidar y durante meses era lo último que veía cuando cerraba los ojos al irme a dormir.
Pero nunca tuve pesadillas por ello, más bien al contrario. Su cuerpo, pues yo no frené en ningún momento, volteó por encima del techo como un pelele. Al mirar por el retrovisor lo vi caer desmadejado  sobre el asfalto.
Un suspiro de alivio salió de mis pulmones, la  justicia se había cumplido. Dura lex sed lex. Aunque sea la ley de la venganza, mi propia ley.


sábado, 26 de marzo de 2016

Previsor



Creo que ya lo he dicho en alguna ocasión que mi libro de cabecera en mi infancia fue Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain. Una vida en un pequeño pueblo con excitantes aventuras y ganar el amor de Becky. ¡Qué más podría desear!
Sencillamente acudir a mi propio funeral, ni más ni menos. Según pasa el tiempo me excita más la idea. No por mi familia, dios me libre.  No me gustaría ver su sufrimiento, solo sería por el morbo que me daría observar a mis ex.
Algunas ya me habrán olvidado ¿Jose Antonio Qué? – No lo conozco o no le recuerdo.- contestarían la mayoría. Otras sencillamente le trairía al pairo la noticia. Pero luego me gustaría ver si hay genuino dolor en ellas.
¿Y qué decir de tus conocidos? Aún recuerdo cuando llegué al mi trabajo, al poco falleció uno de los directores, debía de ser un tipo honrado fuera del “corralito” que tienen montado el resto. Y más cuando al día siguiente el trabajo no se interrumpió, un leve comunicado por correro electrónico y santas pascuas, si te he visto no me acuerdo. Sus objetos personales introducidos en una bolsa a disposición de su familia.
¿Seré merecedor de alguna lágrima auténtica? No lo tengo muy claro, desde luego en mi trabajo a pesar de mi interes en agradar a mis compañeros e incluso ser algo más que el chaval simpático que reparte la valija y tiene soluciones para todos los problemas, mi actividad sindical hace que me haya creado muchos enemigos.
Me preocupa más que mis obras se queden inconclusas, mi blog, afortunadamente, tiene un testaferro, no quedará como otros muchos sin un final, sin una nota del porqué de repente las entradas cesaron de repente y espero que mi albacea también dé la noticia en el Facebook. Hay que ser precavido.


viernes, 25 de marzo de 2016

Pobrecilla



Te llamé y no me contestaste. Ante mi oído sonaron todos los tonos hasta que una voz metálica me indicó un nosequé si me apetecía dejarte un mensaje, por supuesto que no lo hice, ¿Colgué? Es una frase hecha, en un móvil eso es imposible, ahora es preciso decir que le di a la tecla roja, y eso es lo que ocurrió.
Era la segunda vez que me ocurría. El día de tu cumpleaños te llamé compulsivamente, ansiaba hablar contigo. No me cogiste el teléfono, la comunicación fue imposible ¿Tenías problemas? Quizás yo te hubiera podido ayudar, “Quid pro quo Clarice” Decía Hannibal Lecter.
Hay dos cosas que soy incapaz de no introducir en un relato: Un “latinajo” y una cita de una buena película. Esta vez me ha venido al pelo, dos por uno.
¿Cuál es el motivo por mi obsesión? Ni yo mismo lo sé, te vi en la plaza de Colón con tu sonrisa y allí se me paró el mundo. En cualquier otra ocasión no me hubiera molestado, pero entendí, o así lo creí en aquel momento, que tú eras especial ¿Craso error?
Un día fabuloso, promesas de volver a vernos, algunas comunicaciones cada vez más escasas y de repente el silencio, no hay comunicación, silencio, fin.
Un problema familiar grave tuyo, lo entiendo, te vuelvo a llamar, no contestas, te escribo, me pongo a tu disposición, un escueto “gracias” y punto.
Las cosas han cambiado, hoy tengo por fin una ilusión, es una ilusión peligrosa e incluso pecaminosa, pero el riesgo siempre me atrajo. Tú no estás allí, ni como amiga ni como confidente, te lo está perdiendo, es una aventura apasionante, pero claro, tú continúas en tu torre de marfil, quizás cada uno tiene lo que se merece y en eso estamos bien repartidos, cada uno con lo suyo.
Cuántas confidencias habríamos compartido, lo sabes muy bien, tú lo has querido así, he salido de tu vida ¿Acaso eso es lo que querías? Poco te duran las amistades, pobrecilla.

jueves, 24 de marzo de 2016

Chiquitín



No sé cuándo entró en mi vida, debió de ser al poco de comenzar a trabajar en mi empresa. No es como mi perro que sé perfectamente cuándo fue, faltaría más. La comparación en ningún caso es odiosa, es sublime., ahora mismo son las dos personas más importantes de mi vida, si sumamos a Kiko al grupo de personas y si obviamos por un momento a mi hija, pero ella está lejos y hay cosas que el skype no puede solucionar.
No era de mi departamento, pero cuando le entregaba el periódico a su director, tenía que pasar por su escritorio y al ser una chica guapa y agradable no costaba nada entablar conversación con ella. Bajita pero con una grandeza de espíritu descomunal me fue ganando día a día.
Se casó. Estaba guapísima con su traje blanco, me enseñó las fotos del enlace y a él ni lo miré. Esos ojos me cautivaban, nunca sabría cómo definirlos, parecían de una alegre tristeza o de una triste alegría. Pero eran, y son, unos ojos hermosos color miel, solo hay que mirarla fijamente a ellos para ver cuánta bondad hay en su interior.
Años felices para los dos, cada uno por su lado pero dándonos novedades diarias de nuestras respectivas vidas. En eso fuimos dos espejos, las cosas no nos iban como querríamos que acaecieran, la vida se iba mostrando con una perra crudeza. Lloré con ella cuando se la murieron sus dos pilares más queridos, su abuela y su mascota, su muy querida perra bóxer. Sus ojos se entristecieron un poco más.
A mí las cosas no me iban mucho mejor. Pero en ese canalla momento, a alguna cabeza pensante se le ocurrió que en su departamento si enviaba trabajo vía telemática a un país del este de Europa, la empresa ahorraría el chocolate del loro aún a costa de enviar al paro a un compatriota. Ese fue su caso.
Con un fuerte abrazo nos despedimos, jurando mantener nuestra amistad. Pero yo no estaba dispuesto a que esto que tantas veces había sucedido con ex compañeros, volviera a acontecer.
Nos llamamos y quedamos, no sé muy bien cómo y por qué cada vez iba creciendo una complicidad entre nosotros y una auto ayuda para solucionar nuestras carencias y problemas conyugales, pero llegado el sábado, somos incapaces de estar sin vernos, sin charlar, sin comulgar, sin hablar de nimiedades cuando el silencio es capaz de apoderarse de nuestra conversación.
Una sonrisa –Adiós chiquitín. – y de nuevo tomo el metro hasta Vallecas. Mis problemas ¿Qué problemas? No existen, floto, estoy en la nube, pienso en ella….
Nubarrones ¿Pero qué estoy haciendo? ¿Seré capaz de cargarme esta amistad? No tengo ni pajolera idea de sus intenciones. Vale que no le diga a su marido que queda conmigo, pero eso no significa que por su parte haya algo más. Si fuera un barriobajero de Vallecas diría que me hago pajas mentales, ella está casada y me está ayudando. No sé y no seré capaz de preguntarla nunca sus intenciones respecto a nuestros contactos.
Por favor ¿hay alguien que sea capaz de decirme que no tengo dieciséis años y no puedo ni debo enamorarme de cada chica que me habla?

miércoles, 9 de marzo de 2016

Abrazos

Estaba en la cocina preparando la comida de mañana, o eso intentaba, mis conocimientos culinarios no dan para mucho. Volví mi mirada hacia atrás pues sentí tu presencia, pero me equivocaba, no sé porqué creí que estabas tras de mí a punto de darme un abrazo, de esos que bien sabías darme, de esos que me hacían estremecer de cabeza a pies, de esos que me hacían sentirme protegido, de esos que me daban un calor interior, en fin, de esos que me decían que siempre estaríamos juntos.
Ahora subo por el ascensor de El Corte Inglés, no soy capaz de subir por las escaleras mecánicas sin que se me escapen las lágrimas, allí fue donde me diste tu mejor abrazo, me cubriste el cuello con tus brazos y me dijiste al oído que yo era lo mejor que te había pasado en la vida. Creo que no toqué le metal de la escalera, subí flotando.
Tú te quejabas de los míos, no eran tan sentimentales, siempre se me iba la mano, no me conformaba con rodearte la cintura, siempre mis manos procaces buscaban más arriba o abajo, curvas u oquedades donde posarse. Qué se le va a hacer, así es la condición humana.
Hace pocas fechas hizo una década que me diste el más sentido, casi doloroso. Habías viajado toda la noche sin saber si tendrías que teñir de luto tu alma. Te vi entrar desbocada en la sala del hospital donde unos cables me sujetaban a la vida, me rodeaste evitando los cables y tus lágrimas me abrasaron el cuello.
Ahora mi cuello está huérfano, ya no siento ninguna caricia ¿Qué será de mi cuando termine el invierno y no pueda llevar bufanda?


martes, 8 de marzo de 2016

Aullar a la luna

Sigo a la manada, voy retrasado, hace tiempo que dejé de ser el macho alfa pero no me importa, hace tiempo que la perdí y eso hace que no quiera competir. Ella era todo para mi, crió a mis cachorros que ahora lideran otras manadas y estoy orgulloso por ello, mis genes seguirán vivos cuando yo muera.
Cazamos, los ciervos en invierno no tienen salvación, sus huellas son visibles en la nieve, el olor los delata, la caza seguirá a través de la montaña, no podrán
evitarnos, su pista es realmente fuerte para un olfato tan desarrollado como el nuestro, somos cazadores y no podrán evitarnos.
Mis recuerdos vuelan hacia el pasado, cuando era un macho de pelaje gris, orgulloso, fuerte y experimentado en guiar a la manada. Ella era todo para mi, crió a mis cachorros y lo hizo bien, nadie como ella para hacerlo. Por ella y mis cachorros recorrí cientos de millas, rastreé todo el monte buscando presas, tragaba hasta hartarme y en la madriguera las regurgitaba para que no les faltaras nada y crecieran fuertes y algún día comandaran la manada.
Pero un día ella abandonó la manada, echaba de menos sus predios, la tierra donde sus antepasados abonaron con sus huesos. Ella desapareció y con ella su ilusión, su vida, su energía se evaporó con ella.
Él se retrasa de la manada y por la noche subido a un berrocal aúlla al a luna
.


sábado, 5 de marzo de 2016

Cuartillas ajadas por el tiempo

Me atreví, era un reto que tenía desde la niñez. El caserón de Alameda llevaba décadas abandonado, sus altas vallas de piedra eran impenetrables para los zagales que intentábamos desde nuestra infancia entrar y jugar con los secretos que guardaban sus recios muros y sus altas paredes.
Desde cualquier lugar del pueblo era visible lo que le hacía más especial, no conocíamos a nadie que hubiera podido traspasar sus muros, era un reto imposible de conseguir, tres metro de pared eran demasiado para cualquier escalada con escalera o sin ella.
Pero un día la ocasión la ocasión la pintaron calva. Nunca sabré el porqué de la apertura del altísimo portón, pero no me lo pensé a sabiendas de que si en algún momento era cerrado, mi salida se vería terriblemente problemática lograrla.
No me lo pensé, después de atravesado el portón, me introduje en el patio y de allí directamente a la puerta principal bajo un dosel acristalado. La entrada estaba espléndidamente rematada por una escalera de mármol, algo raro en la sierra donde el granito campaba. Había algo que me llevaba a la primera planta, fui directo sin pararme en mientes a mirar en derredor. Una habitación me impelía a entrar en ella. El polvo se amontonaba desde tiempos inmemorables y desde una grieta de la contraventana un haz de luz me guiaba a un bargueño, y de él un cajón era el señalado.
Me sentía una marioneta guiada sin voluntad, desde el principio sabía que algo era lo que me daba órdenes a mi subconsciente y que mi camino estaba marcado. Pero no podía dejar de obedecer, abrí el cajón y en mi interior sabía lo que iba a encontrar, un fajo de hojas de papel amarillento por el tiempo anudado por un lazo de raso rosa.
En ningún momento pensé que hacía mal, lo tomé como quien coge algo propio, sabía en mi interior que era algo mío. No necesité investigar las salas anejas del edificio, salí de allí y me dirigí a mi casa.
Como una comadreja que hubiera asaltado un gallinero partí hacia el dormitorio de la casa de mis padres. Ellos habían comprado una vieja casa y la habían acondicionado, en la planta aja se situaba la cocina con una chimenea ancestral , la cocina y la habitación de ellos. El la planta superior, donde estuvo la cámara, hicieron dos habitaciones, una compartida por mis hermanos y la otra para mí solo. En invierno eran terriblemente frías, pero en verano, como era el caso ahora, el frescor hacía que se disfrutase de un verano feliz.
De los tiempos de la vieja casa de Vallecas, en mi habitación quedaba un escritorio donde en tiempos estudiaba y ahora, para mi desgracia, seguía haciéndolo pues la física siempre la “arrastraba” para septiembre. Tomé el atado de folios y con infinito cuidado deshice el nudo tan primorosamente anudado.
Lo primero que me vino a la cabeza fueron los escritos de mi viejo profesor de primaria, Don José, con su pluma tenía una caligrafía primorosa que aun siendo un educando a punto de desasnar envidiaba su arte. Pues bien, todos los folios seguían esa línea primorosa de alguien que escribe con pluma y tinta china en cuartillas de dos líneas escribiendo palabras perfectamente encastradas. Ni los afamados Cuadernos Rubio eran capaces de hacerlo con tal perfección.
El atado de cuartillas ajadas por el tiempo era una especie de diario, no figuraba la fecha, pero hubiera jurado que un siglo llevaban escritas. Apolilladas por el tiempo y los ácaros su transcripción era a veces complicada..
Comencé a leer la cuartilla que se encontraba en la parte inferior al suponer que sería la primera de la serie y el resultado no dejó de asombrarme.

Alameda del Valle. 6 de Julio de 1882
Amor mío.
Escribo esta carta y otras que la seguirán con la esperanza de que algún día pueda hallar la manera de hacértelas llegar. Desde aquél infausto día en que a mi progenitor le otorgaron el cargo de secretario del ayuntamiento de este villorrio, sabes que he estado rezando fervorosamente para que no llegara este aciago día. Pero ni mis rezos ni mis súplicas a todos los santos sirvieron para nada.
Tres días de traqueteo insufrible en el carro donde transportábamos los muebles que nos acompañarán, no esperamos hallar muchas comodidades, pues ya te he dicho que las referencias que teníamos eran de un villorrio olvidado por el tiempo, por Dios y por los hombres.
Mis temores se confirmaron cuando llegamos a la aldea, apenas cuatro casas se pueden llamar así, además de la iglesia y el consistorio, hay dos que pertenecen a unos ricos boticarios que, según refiere mi padre, hicieron su fortuna con usuras y malas artes y otra al médico del pueblo, ésta algo más modesta. La que tenemos por asignación es un recio caserón del que tiemblo al pensar la cantidad de leña que debe de hacer falta para calentar sus alcobas en los crudos inviernos serranos que nos aguardan.
Te diré que..
 
A partir de aquí el tiempo y la humedad fueron inmisericordes con el papel, lo que hizo que la misiva terminara abruptamente, para mi desgracia, no sería la única vez que eso ocurriera.
Me atreví a tomar la siguiente cuartilla y comencé a leer:

Alameda del Valle 9 Agosto 1882

Amor mío.

Continuo contándote cómo estoy aquí, ya te dije que parece que estemos en otro mundo (ilegible varias líneas)

El 25 de Julio fueron las fiestas mayores (sic) y la romería a una hermita (sic) en las afueras de la población, hubo misa y baile con dulzaineros y creo que esto haq sido lo único que me ha causado diversión desde que llegué.

Las gentes del lugar a pesar de la miseria que arrastran, no dudaron en vestir sus mejores galas para acudir a venerar a la imagen de Santa Ana, tienen una vieja talla de varios siglos de antigüedad a la que veneran y llevan en andas desde el pueblo.

Tras la misa, hacen una comida bajo la sombra de los chaparros circundantes, donde sacan productos de la matanza que les deben de quedar en las despensas. El ayuntamiento por su parte, reparte dos arrobas de vino entre los romeros y  es que a pesar de la cortedad del pueblo, éste cuenta con un fielato donde se pagan las tasas correspondientes al trasiego del vino.

(Siguen de nuevo varias líneas ilegibles) el calor a pesar de estar en agosto es mucho mejor que el que supongo que padecerás en Madrid, las noches ya son frescas y tenemos que echarnos un chal sobre los hombros nada más llegar el ocaso. Como ya te conté, la única diversión vespertina en las tardes eternas de verano es pasear por la calle Grande arriba y abajo, además de los días especiales que mi padre nos lleva a Rascafría  y podemos pasar a comprar telas e hilos para poder bordar y llenar nuestros días con trabajos de costura, cosas de mujeres.

Como siempre atesoro estas cartas por si algún día consigo hacértelas llegar.

Con todo mi amor.

Águeda.






LinkWithin

Related Posts with Thumbnails