viernes, 26 de octubre de 2012

Asesinato en el Mesolítico


¿Cuál el oficio más viejo de la humanidad? El noventa por ciento de los encuestados dirá que, por supuesto, el de meretriz, el diez por ciento restante discutirá que si peletero, cantero, pintor de cuevas, cazador, maestro armero, y varios etcéteras más; entre ellos introduciré el de investigador, por lo menos eso empecé a pensar en aquel instante al observar el cadáver en el interior de la cueva que nos servía de refugio de verano.

Carrana era viejo, pero no lo suficiente para morir así, de repente, su cuerpo descarnado, delgado a fuer de apenas comer lo suficiente, apareció en un lado de la cueva envuelto en su piel, su mujer, Plama, se quedó de rodillas, sin llorar pero con un rictus de incredulidad reflejado en su rostro, sabía que a partir de entonces para ella la vida ya no sería igual, sin un cazador que la trajese carne, sólo podría comer las frutas y bayas que ella pudiera recoger y vivir de los despojos de la carne que le cediesen los demás miembros, sus hijas hacía varios veranos que partieron para formar parte de otras tribus en los intercambios necesarios para evitar la consanguineidad, su único hijo Hetro, era el tonto de la tribu, un ser al que se le permitía sobrevivir solo por que el chamán indicó que era importante para la tribu, al parecer los espíritus nos favorecerían en la caza gracias a su existencia, por lo que en el reparto de la carne tenía su parte como un varón soltero. Su única posibilidad de supervivencia pasaba por sobrevivir el invierno y aguardar a la primavera, en la gran reunión de las tribus reunirse con alguna de sus hijas e irse a vivir con ellas ejerciendo de abuela.

Entonces no lo sabíamos, pero la especie humana es la única en la que las hembras pierden la posibilidad de procrear a una cierta edad, tiene su lógica desde el lado de la supervivencia de la especie, una madre anciana que falleciera con un hijo de corta edad, éste tendría pocas posibilidades de sobrevivir, con el climaterio, ésta hembra ayudará en la crianza de los hijos de sus hijos, favoreciendo así el éxito y la continuidad de sus genes.

Plama se me quedó mirando con su mirada extraviada, apenas creía que me estaba hablando a mí.

-          Tú lo encontrarás

-          ¿A quién?

-          Al que lo hizo, seguro que lo harás. Te vengo contemplando desde que eras un niño, eres observador y muy inteligente, por favor dime que lo harás.

Mi vista volvió al cadáver, un hombre enjuto, con una gran calvicie por la que sufría en los crueles inviernos de esta tierra, su rostro lo encontré raro, en vez de la lividez normal de quienes abandonan su cuerpo para acudir con el gran espíritu, la cara tenía un cierto tono azulado y los ojos se le salían de las órbitas, parecía un búho bizco.

Rajy el jefe de la tribu, se me acercó y me interpeló agriamente.

-          ¿Qué miras, Atoño?

-          Observo al cadáver nada más, es muy raro.

-          ¿Qué es raro?

-          No parece haber muerto en su sueño.

-          ¿Qué insinúas? ¿No pensarás que tenemos un matador de hombres en mi tribu?

-          No lo sé, pero es muy raro, parece como si le hubieran impedido respirar, tiene en la cara el mismo color que aquél niño que murió hace dos primaveras atragantado por un hueso, se le puso la cara del mismo color.

-          También puede haber sido del frio, en invierno todos tenemos ese color.

-          Si, pero estamos en la luna de los caballos de la pradera y solo las viejas duermen con pieles.

El jefe calló, seguro que no tenía más razonamientos que oponer a los míos, era inconcebible que dentro de nuestro pequeño grupo pudiera haber alguien capaz de quitar la vida a otro miembro de la tribu, apenas conocía a alguien capaz de haber hecho algo así, siquiera en los pocos enfrentamientos en tiempos de sequía por un pozo de agua, o la invasión de territorios de de caza por otra tribu se producían fallecimientos, todo quedaba en descalabraduras y tumefacciones varias, raramente un miembro roto y cadáveres casi nunca.

Me alejé del lugar, en la entrada de la cueva me encontré a muestro tallador de piedra, tenía entre sus manos una piedra de sílex y con golpes precisos la iba tallando dando forma de tortuga, estábamos muy orgullosos de nuestra habilidad en la talla, hacía muchas generaciones que habíamos aprendido la técnicaLevallois, a pesar que estábamos entrando en el Paleolítico Medio.

-          Si me vas a hablar, aguarda un momento.

Y es que estaba en el momento clave, con un buril de asta de ciervo, apretando en el talón de la piedra, hizo soltar la tortuga con un golpe preciso, el resto ya era solamente retocar y sacar lascas más finas.

-          ¿Qué se te ofrece joven Atoño?

-          ¿Te has enterado de lo de Carrana?

-          Las noticias vuelan, sobre todo en un espacio tan pequeño?

-          Tú le conocías bien, habías sido compañero de partida.

-          Y como otros muchos, aprendí a odiarlo, no es ningún secreto, me alegro de su muerte, ojalá no encuentre el camino hacia los cazaderos eternos.

-          Pienso que le mataron cuando dormía.

-          ¿Y piensas que he podido ser yo?

-          No sé qué pensar.

-          Aunque lo hubiera hecho, jamás lo confesaría.

Eso entraba dentro de toda lógica, hay una ley consuetudinaria que dicta terribles castigos para el matador de otro hombre de su mismo clan, sería expulsado sin poderse llevar nada entre sus manos, no tendría tótem y sin él, ninguna tribu le acogería en su seno.

Frente a mí se encontraba Brja, una mujer solitaria, tenía una labor importante en la tribu, conocía como nadie las plantas, hierbas y frutos del bosque, sabía los que eran comestibles y cuando estaban en sazón y evitaba que recolectásemos los que eran tóxicos. Tenía una sonrisa extraña, más que una sonrisa era un rictus entre alegre y triste.

-          Mírame. Me espetó. Yo también me alegro de la muerte de ese malnacido, ojalá vague eternamente por el valle de las sombras y se encuentre un invierno perpetuo sin una piel que lo cobije.

-          ¿Tanto le odias? ¿Qué te hizo a ti?

-          Mató a mi hijo, sé que no es así, pero su cobardía hizo que me quedara sin hijo, sin mi guarda para la vejez, no cerró el círculo y huyó del acoso del uro, mi hijo quiso cubrir su puesto y fue corneado hasta morir.- Acompañó a sus palabras escupiendo hacia el lugar donde se encontraba el cadáver.

Todas estas historias eran nuevas para mí, acababa de salir de la edad de los juegos y de ayudar a las mujeres a recolectar frutas y bayas y de atender el fuego de la caverna acarreando leña, labores fáciles para un niño, apenas había acompañado a los adultos a cazar en vez de solo  ayudar a descuartizar las presas.

Confuso casi tropecé con el chamán que venía a realizar las labores para el viaje al otro mundo del muerto. Prdiñs me cogió del hombro y me obligó a sentarme con él en un tronco.

-          Joven Atoño, veo que andas preocupado por la muerte de Carrana.

-          Su mujer me dijo que intentase descubrir a su matador, cree que no fue una muerte casual, que alguien lo mató, y yo pienso lo mismo, hay demasiadas cosas oscuras en su muerte y la maldad flota en el ambiente.

-          ¿Y qué vas a conseguir con eso?

-          La verdad.

-          ¿Crees que la verdad te hará más feliz? ¿Le devolverá la vida? Él está muerto y de esa situación no se mutará, la verdad solo puede causar más dolor.

-          Pero si logro dar con su matador, todos me conocerán y valorarán este hecho, es posible que en las hogueras se hable de mí durante muchas noches de invierno.

-          Vanitas, vanitatis.* ¿Y crees que vas por buen camino? Necesitas pensar mucho más de lo que haces ahora y sobre todo observar, ver lo que otros ojos no ven, sentir lo que otros no sienten, sin ir más lejos, en este caso has pasado por alto múltiples detalles.

-          ¿Como cuáles?

-          Si hubieras dado la vuelta al cadáver hubieras visto cómo en la nuca tiene una grave lesión hecha por un bifaz, lo que nos lleva a deducir que el matador fue el tallador.

-          ¿Entonces, fue él el asesino?

-          Quizás... ¿Le abriste la boca al muerto? Si lo hubieras hecho te habrías dado cuenta que tenía la lengua negra, seguramente por la ingesta de un tósigo que bien se lo hubiera podido administrar Brja, ya que tanto le odia.

-          ¡Caramba! ¿entonces es esa la solución?

-          ¿Quién sabe? Tampoco miraste entre sus vestiduras, a lo mejor hubieras encontrado un dije, que alguien como un chamán le pudiera haber colocado para aojarle y llamar a la muerte a visitarle.

Era terrible aquella revelación, ante mí no tenía una, tenía tres verdades y tres culpables de un hecho tremendo ¿Cómo demostrarlo? Ya entre varios miembros de la tribu transportaban al cadáver hacia el interior de la cueva, donde se abría una gran sima en la que arrojábamos los cadáveres de los miembros de la tribu que morían en este lugar, no solían ser muchos, la mayoría lo hacían en las cacerías o en los traslados de primavera y otoño, generalmente los viejos que no podían resistir las fatigas del viaje.

¿Había fracasado en mi misión? Quién sabe, no lo creía así, a la postre había dado con los asesinos, una confesión había logrado aunque el crimen quedase sin castigo, quizás es que los pecados del muerto no lo habían merecido, éste debería buscar la expiación por otro método, me fui silbando hacia el interior de la cueva, un amigo mío estaba pintando unos bisontes en las paredes y el techo y francamente no le estaban quedando mal.

 
*¿Que los Cromañón no hablaban latín? Y tú qué sabrás, listillo
 

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