Le han faltado quince días para cumplir ciento y un
años, ha dejado de luchar a pesar de que apostábamos que los cumpliría, adiós
abuela Matilde.
Es curioso, a pesar de que murió cuando tenía solo
once años, tengo un cariño casi mítico hacia mi abuelo y me dolió mucho más su
muerte. Quizás porque el cumplir años te endurece el corazón, o más bien porque
mi abuela era otra cosa.
En Alameda la llamaron “la loba” y bien que lo demostró sacudiéndole dos guantazos en medio
del bar al pobrecillo que tuvo la ocurrencia, hace poco el alcalde tuvo a bien
soltar el botellín del que parece que alguien le puso “loctite” para llevarla una placa nombrándola hija adoptiva de
Alameda del Valle.
Pues ella no nació serrana, era del foro, inclusera
para más señas, yo siempre decía en broma que era la hija de alguna vizcondesa
avergonzada por un desliz, por lo que era posible que corriera sangre azul por
mis venas.
A mí me deja como herencia el morderme las uñas,
somos los únicos de la familia que tenemos este arrebato gourmet, o más bien
aprendizaje caníbal. Además fue mi madrina de bautizo si es que eso sirve para
algo, perdóname abuela, pero cada vez que veo las fotos me parto de risa al
verte con ese abrigo de colas de zorro, más falso que una promesa de Rajoy.
Yo sabía de sus penurias tras la guerra y en los
afamados “años del hambre” Ahora más, puesto que me dedico a transcribir las
memorias de mi tía Luci, su hija mayor, quizás por eso su lucha de estos años
con tantos achaques de la edad a los que ella siempre toreó.
Era famosa en el valle por su trabajo de cocinera en
el Hostal del Marqués y por los “bartolillos” unas afamadas rosquillas, que
debía de ser el único del orbe a quien no me gustaban, juro que tenían excesiva
ralladura de limón.
En fin, ahora me toca pedirla perdón por haberla
odiado desde mi más tierna niñez pues cuando íbamos juntos y veía a un
conocido, ella tan ufana de mí, me presentaba como su nieto y para demostrar lo
inteligente que era me hacía recitar el Jesusito
de mi vida.
Descansa en paz Matilde, pero como nunca te perdoné
tu segunda boda, hazme un favor, en el cielo no busques a mi abuelo.