domingo, 23 de diciembre de 2012

Las historias de un bobo con ínfulas


Este es el segundo libro que adquiero a un amigo bloguero este año, y eso está muy bien, al fin y al cabo, además de plantar un hijo y tener un árbol, esa debería ser la premisa indispensable que todos deberíamos tener en la vida, o no. Como dice el propio autor en uno de sus capítulos: la vida es un relato narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada.

¿Y quién es el autor? Pues ni más ni menos que nuestro común amigo José (él lo prefiere con acento) Antonio del Pozo, a quien respetaba por sus palabras muy bien juntadas en su blog http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/ y a quien después de conocer en persona y leer su libro venero como escritor y estimo como amigo.

Pues como no quiero ser egoísta y quedarme solo en el conocimiento de su obra, os planteo que tenéis la necesidad de comprar su libro ¿os vale como excusa el ser considerado un autoregalo de Reyes? O mejor aún comprad varios ejemplares y liberarlos en los bancos de los parques, para que así, seres anónimos sean también copartícipes de la magia que encierra el libro.

¿Otro botón como muestra?: …//… Vertical espesura de selva intrincada. Hondas frondosidades de enramadas. Boscaje enmarañado. Una carne como una fruta viva y su mínima palpitación. Súbito terreno pantanoso, humedal del cañaveral, una ínfima convulsión, ábrete sésamo y la sublime cueva mágica que se abre más, más y más, como un íntimo temblor de tierras que trazara para mí un sendero empapado entre montañas de seda, entre laderas rezumantes del color de la fresa, que apartara a mi paso cámaras acolchadas en tonos magenta, vertiginosas cavidades aterciopeladas como pétalos de la rosa de los vientos, desplazando sucesivas capas de dulcísima cebolla...//... Ni os imagináis de lo que habla.

¿Cómo ser uno de los afortunados propietarios? Tan sencillo como seguir las instrucciones siguientes, de nada.

LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa) 


jueves, 20 de diciembre de 2012

Bora Bora


Perdóname, espero que lo hagas, te lo digo desde la distancia que pone el tiempo, quizás te lo debería haber dicho mucho antes, pero mi afición literaria ha llegado tarde cuando ya hemos encanecido, pero quiero hacerlo antes de que caigamos en el pozo del olvido. Mientras recuerde tu nombre estoy a tiempo.

¿Por qué no me acordé antes de ti? Por eso mismo te pido perdón, porque solo fuiste una anécdota, una rama más en el árbol de mi vida, nada en mi corazón, siquiera una grieta, de mi infarto no participaste, mi corazón no sufrió por ti.

Entraste en mi vida de repente, no tuviste la culpa, tus padres alquilaron una casa en la Sierra y te acoplaste a mi pandilla, biológicamente yo era el macho alfa de la manada y tú como recién llegada tenías que ser mi novia, no te di otra opción, te lo dije claramente con el desparpajo que dan los dieciséis años.

No es el momento de hablar de mí, recuerdo como era y duele, duele recordarlo, una vida regalada y sin preocupaciones, no había un mañana por el que pensar, todo era fácil. Los días de verano en la Sierra eran eternos, crepúsculos que duraban años, rutinas espléndidas de baños en el río, conversaciones en la pradera y paseos por la dehesa.

A tu lado aprendí a liberar mis desbocadas hormonas; redondeces liberadas, extrañas semiesferas que siempre había contemplado veladas, por fin se me mostraban plenas, exuberantes y lamineras.

Ahora recuerdo que el otro día evoqué tu lengua, es difícil hablar de la lengua ¿A qué sabe el sabor? ¿cómo hablar de la suavidad de la tuya? ¿la lengua ajena se prueba? Mejor dejar de hacerme tantas preguntas, es malo para el relato, no aportan nada, solo diré aquí que no he vuelto a tener una sensación igual a la de aquellos besos.

Lástima, voy llegando al final, si, los besos me acercan al final, ahora me río, bueno, más que reír me carcajeo ¿verdad tocayo? Pero entonces lo pasamos fatal, salimos tremendamente avergonzados, si alguna vez el Alzheimer me borra el disco duro, creo que esta anécdota perdurará.

Sigue quedando feo el decirlo, pero estaba hecho un pimpollo, vestido con traje y corbata pues era la comunión de mi hermano. Esta vez las hormonas te debieron de jugar una mala pasada, entramos en el Bora Bora, un bar hawaiano de moda por aquel entonces, tomamos una mesa y pedimos una exótica bebida con mucho zumo y algo de alcohol, quizás éste influyera en ti pues jamás me vi en otra igual, tú, fogosa hecha una valkiria, una sílfide, una hurí una diosa griega, te abalanzaste sobre mí y me regalaste tu famosa lengua y toda tu humanidad.

Apabullado sí que estaba un poco, ya he dicho que tamaña efusión fue difícil que nadie me la propinara en adelante, pero sí que me encontraba entonces en el cielo o por lo menos a cien metros sobre el nivel del mar medido en Alicante.

Pero el lado oscuro de la fuerza acechaba, el paraíso tenía fecha de caducidad en esta España de los setenta pacata y gazmoña, un ángel con su espada flamígera acechaba, pero éste vestía de negro, un camarero que nos mostraba la salida, apuntándola como un feo remedo de la estatua de Colón que calle Almagro abajo apuntaba su presencia y a voz en grito te dijo:

-          ¡Señorita, por favor!


Por supuesto que este relato va dedicado a Jose Antonio del Pozo, pues es el único culpable de haberme hecho recordar esta anécdota, solo a él se le ocurre citarme a tomar unas caña (las mías sin alcohol) a veinte metros del desaparecido Bora Bora. Por supuesto que no volví a entrar en él y me alegré le día que colgaron el cartel de “se alquila”.




sábado, 8 de diciembre de 2012

El museo




Me encontraba en el momento álgido de mi trabajo, no podía fallar o toda mi obra se vendría abajo, la capa de porcelana debía de ser la justa, ni muy fina ni muy gruesa. Encontrar el punto exacto es lo que nos diferencia a los verdaderos maestros en el arte de la fabricación de muñecas de porcelana.
Como de costumbre esta vez también encontré el momento adecuado, deseché el resto de la pasta todavía líquida y me concentré en la pieza que tenía entre las manos, otra futura obra de arte, aunque me esté mal el decirlo, pero en su conjunto, todo el trabajo que supone, a la postre encierra una belleza intrínseca en su interior.



La parte de este trabajo que más me agrada es la de convertir un rostro cerúleo en uno vivo, capaz casi de ser confundido con la tez de una persona, pero dejando bien a las claras esa sutil diferencia que nos indica que estamos ante un ser inanimado.



Me dispuse pues a darle color a la cabeza y al resto de los miembros, una capa tras otra y a la vez con cada una, una ligera pasada por el horno hasta conseguir darle el aspecto de la carne humana. Luego coser y recoser los cabellos por los agujeros de la cabeza y anudarlos dentro, estos siempre son humanos, los cabellos sintéticos nunca dan el tono adecuado, dan una sensación de artificialidad nada conveniente, siempre los compro a un mayorista de la península, aunque estos precisamente no me hicieron falta comprarlos.



Dentro de mi mundo soy un artista bastante conocido y valorado, no hay exposición de muñecas que se precie que no cuente con alguna creación mía, las colecciones más prestigiosas de Centroeuropa se desviven por contar con alguna de mis creaciones, fabrico muñecas de todas las clases y tamaños y mi especialidad es poner en los rostros una sonrisa pícara muy especial, no he llegado a crear la sonrisa de la Gioconda, pero poco a poco me voy acercando.



La celebridad y el desahogo económico me permite vestirlas con ropa de los mejores diseñadores de moda, por supuesto que ellos mismos se aprovechan de la publicidad recibida cuando utilizo su ropa, dentro de poco serán ellos los que paguen por servirme de sus modelos.



Últimamente se extrañan de mis creaciones a tamaño natural, series únicas en las que el molde es destruido y lo más extraño para ellos, no están a la venta, solo se exponen en mi museo particular, precisamente estoy terminando la última por ahora, especiales pues el cuerpo no es un burdo cojín relleno de estopa y otras fibras, en estos casos es un caparazón también de cerámica en el que introduzco mi secreto, aprovecho hasta el último hueco, pues antes tomé medidas, y luego lo sello herméticamente para que los olores no me delaten, lo visto como en el original, en este caso no me molesto en fabricar un muñeco con ropas de diseño, la naturalidad impera ahora, quiero recordar tal y como fue el modelo.



¿Cómo los elijo? Sencillo, voy por la calle fijándome en la gente, en sus movimientos, sus gestos, cualquier rasgo distintivo de su cara, todo eso hace que me pueda fijar en una persona. Al principio la fotografío a distancia, necesito captar como son en su intimidad, en su ambiente, caminado por la calle, tomando café en un bar, paseando por la playa o charlando con sus allegados. Luego me presento a ellos, soy lo suficientemente conocido como para que no se extrañen de mi propuesta ni se alarmen, la confianza es fundamental, les hago una propuesta que sencillamente no pueden rechazar y los llevo a mi estudio, aquí en este sótano bajo una gruesa capa de hormigón, empieza el trabajo previo con ellos, copiar fidedignamente todas y cada una de las partes de su cuerpo.



Utilizo sus cabellos para que no desmerezca mi obra, y en vez de alambres, ensamblo el muñeco con lo que sé que no se va a desarmar, permanecerá para siempre unido, pudiéndole dar a mi obra una pose natural, nunca artificiosa, tendones y músculos aun desecados lo permiten, mi última obra toca a su fin.



Hoy ha llegado un matrimonio muy amable a visitar mi museo, según me refieren son de Madrid y están alojados en Puerto de la Cruz, todavía les quedan unos días de visita. Me he fijado especialmente en él, un ejemplar muy interesante, un poco rellenito, por lo que tendría que ampliar el horno, pero creo que merece la pena pensar en crear otro de mis muñecos.



Merece la pena visitar el museo de muñecas de Icod de los Vinos, eso sí, llevaros un GPS o el plano impreso desde casa, en el díptico de propaganda que podréis encontrar en algunos lugares como el mariposario, no está ni por asomo indicado como llegar, tampoco busquéis carteles indicadores pues el ayuntamiento quitó la mitad de los que puso el dueño, cosas de la promoción y la estética. Si a pesar de todo conseguís llegar, os daréis cuenta en seguida que sois unos privilegiados, nadie parece que lo consiguió antes que vosotros ¿el motivo? Una preciosa tela de araña tejida entre las buganvillas indica que hace tiempo que nadie entró, dentro dos chalets acogen una colección de lo más asombrosa y poco vista por España, os dejo el enlace:
El dueño mismo de la colección os guiará por los salones llenos de muñecos, es un poco “austríaco” pero se le entiende bien, a mí especialmente me miraba de una forma que a veces me daba escalofríos…

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