sábado, 28 de agosto de 2010

¡¡¡ SUPERCAMPEONES!!!


A esto me podría acostumbrar, pero soy atlético y se lo que toca, sufrir y sufrir, pero ayer olvidandonos del "pupas", jugamos como los grandes y le dimos un baño al Inter, todopoderoso campeón de Europa. ¡a disfrutar!







viernes, 27 de agosto de 2010

Espantaveraneantes

Mi humor se me agrió al darme cuenta que los días son más cortos, las mañanas más frescas, el maldito torneo Ramón de Carranza se había disputado ya, todos estos indicios estaban marcando el inexorable fin del mes de Agosto y con él de las vacaciones.


Apurábamos nuestros juegos en la pradera de las escuelas, pero el rescate, el pañuelo y el frontón no nos saciaban nuestras ansias de juegos, Septiembre acechaba ya y con él habría que volver a desempolvar los libros, sobre todo el de física que como de costumbre no aprobé en Junio. También debería aprender a andar de nuevo con zapatos y pantalón largo, olvidarme de las afamadas “adidas-tortola” y de mis bañadores embutidos de sol a sol, de las meriendas de membrillo y panceta frita transformadas por las más urbanas de nocilla.

Disfrutábamos las últimas películas de los cines portátiles en la plaza, donde tenías que llevarte la silla, después del dichoso NO-DO, como todos los años, soportábamos cómo Carmen Sevilla recuperaba la vista en el soporífero ”Un caballero andaluz” además de alguna de Palito Ortega, suspirábamos por que pusiesen más películas del oeste o de romanos, algunos años éramos capaces de contar la gente que moría en la película y ese era nuestro baremo de valoración.

El Lozoya, agotadas sus fuentes, apenas era capaz de llenar las pozas en las que nos bañábamos, el “engaña”, las “angelines” eran apenas hilillos de agua donde era imposible tirarnos de cabeza, aun así nuestras partidas de mus en la pradera seguían siendo épicas.

Las chicas… según pasaban los años me iba pasando algo raro, cada vez que veía a alguna en especial, había algo que me oprimía el pecho y no me lo explicaba, el año anterior me parecían unas cursis y unas sosas, sólo útiles para asustarlas con culebrillas que cogía del río, nada que hablar de jugar con ellas, a la mínima se ponían a llorar y amenazaban con ir a buscar a su padre.

Afortunadamente me di cuenta que no sólo me pasaba a mí, todos mis amigos padecían la misma enfermedad, algunos, los más osados fueron capaces de entablar conversaciones menos futbolísticas con chicas, otros sencillamente decían que tal o cual era su novia, ¡que envidia me daban!

Hasta que por fin me llené de valor, algún día tendría que ser, no se porqué me fijé en ella, era algo especial, la miraba y me quedaba bobo, sería su pelo, su risa, lo guapa que estaba en bañador. Una tarde por fin nos quedamos solos y balbuceando, más que hablando, le dije que la quería y que me gustaría que fuéramos novios, ella miró al suelo y cogiendo una florecilla violeta me dijo:

- Olvídate, ya han brotado los espantaveraneantes, nuestro tiempo se acabó igual que el verano, no nos veremos más hasta el verano que viene, entonces ya veremos que nos depara este tiempo separados.

Y juntando una lágrima a la suya, maldije a la estúpida florecilla.

Dedicado a Tony Montón.


miércoles, 25 de agosto de 2010

Julián el herrero

     - ¿Eres Luís?
     - No, yo soy Félix el culón
Y es que con Julián el herrero había que tener el verbo fácil y respuesta adecuada para sus preguntas mordaces, pero luego venía el examen imposible de aprobar, el maldito silbo con los labios, inútil decir que sólo conseguía una triste pedorreta que provocaba su ruidosa carcajada.
     - Chaval, así no llegarás a ser nada en la vida
Tampoco conseguí darle una respuesta satisfactoria a su pregunta:
     - ¿Y tú de quien eres?
Algunas veces respondía:
     - De mi padre y de mi madre.
O bien:
     - De Antonio y Carmen.
     - Ni soy de aquí, ni soy de allá.
Aunque la única respuesta que no tuvo una burla de su parte, más bien logré arrancarle una sonrisa, fue:
     - Soy de la virgen María y del Espíritu Santo.
Con mucho gusto también le hubiera contestado que no estuviera tan ocioso y se molestara de vez en cuando de limpiar la herrería, un recio edificio de piedra donde la penumbra apenas servía para disimular una mugre secular, había una acumulación de polvo tal que Armstrong se hubiera sentido de nuevo en la luna.
A los chavales lo que más gracia nos hacía era el potro de herrar que tenía afuera, cuatro pilastras de granito cruzadas con cinchas de cuero eran capaces de inmovilizar las yuntas, unos animales mitológicos para nosotros, imposibles de sujetar y desplazar sin su aquiescencia, para nosotros tan carpetanos que no éramos capaces de imaginar un mar que no habíamos visto, ni sus grandiosas criaturas las ballenas, una yunta era el animal más grande que podíamos imaginar.
     - ¿Qué le haces, Julián?
     - Ya lo ves, chavea, poniéndole unos zapatos nuevos a la vaca, es como tú, cuando se le gastan, hay que ponerle nuevos.
     - Como mola, Julián
     - ¿Quieres que te ponga unos zapatos a ti también?
Casi no me hubiera importado, cualquier cosa era mejor que mis “adidas-tórtola” que me obligaban a llevar en verano, de un azul monocorde que impenitentemente me compraban unas tras otras cada vez que se rompían.
     - Venga, sílbame como yo te he enseñado.
     - Otro día Julián.
     - Estos de Madrid… no sé que os enseñan en el colegio, mientras no sepas silbar, nunca serás nada en la vida.
     - ¡Que razón tienes Julián!
Como la fragua estaba camino del río, casi todos los días teníamos que mantener esta conversación u otra muy parecida cuando íbamos a bañarnos, la verdad es que no nos importaba, Julián era un tipo majete, nada que ver con otros hoscos personajes del pueblo.
Cuando vuelvo a pasar por la fragua, reconvertida en restaurante, echo de menos el potro que desapareció sin dejar rastro, y en el ambiente aun me parece oír su voz:
     - ¿Eres Luis?

lunes, 23 de agosto de 2010

El inquisidor


A pesar que no tenía nada que temer, no pude por menos que estremecerme al entrar en el recio edificio donde sentaba sus reales el santo oficio, más que un edificio civil, parecía una fortaleza merced a sus recios muros de sillares en contraste con los edificios de ladrillos de su alrededor; como nuevo ecónomo me pareció lo más correcto presentarme a las autoridades eclesiásticas del santo oficio pues el edificio pertenecía a la adscripción de mi nueva parroquia.


Apenas pedí audiencia, me hicieron entrar al despacho de Fray Luís de Aguirre, este me recibió con amabilidad y me introdujo en una estancia sobria apenas amueblada por un escritorio para él y otro para su escribiente además de un par de sillas para las visitas y un robusto armario de gruesa madera de olivo lleno de legajos que un joven escribiente con antiparras desenrollaba y enrollaba con cierta fruición, a mi me pareció que aparentaba más que trabajaba con ellos.

Fray Luis me recibió con una leve inclinación de cabeza y me hizo sentar frente a él, este era un personaje peculiar, su tonsura era casi total, pues apenas unos pocos cabellos restaban en su cabeza en sienes y cogote, unas facciones duras con unos ojos vidriosos que taladraban más que miraban, dentro del hábito blanco de la orden dominica había un cuerpo seco que apenas era capaz de llenar las vestiduras, sus manos flacas parecían garras y manoseaba nerviosamente una contra la otra.

- Recibo con placer vuestra visita padre Amalio

- No podía por menos el presentarme ante su paternidad, pues habiendo tomado posesión de la parroquia, me debo a mis convecinos el presentarme y ponerme a su entera disposición para vos y todas las personas a vuestro cargo.

- Aprecio en lo que vale vuestra propuesta, pero podéis imaginar que aquí somos todos sufridos siervos de Dios.

- También estaba pensando en los pobres pecadores que mantenéis bajo este techo en espera de juicio o del cumplimiento de su pena.

- No os preocupéis por mis inquilinos, de ellos ya se encargará Dios nuestro señor, o en el auto de fe ellos mismos volverán al redil. Ya que os tomáis cierto interés por ellos, si queréis podemos visitarlos.

Nervioso y sin saber que decir ante su inesperado ofrecimiento, acepté con un gesto de asentimiento, salimos de la estancia hacia el patio central del edificio donde una puerta en un rincón estaba resguardada por dos piqueros cuales cerberos evitando, según sospechaba, que nadie saliera, pues no creí en la posibilidad que nadie pudiera querer entrar gustosamente.

El inquisidor sacó de su cinturón un manojo de llaves, escogió una y la introdujo en la cerradura girándola a continuación, provocando un gran ruido del mecanismo, acto seguido empujó la puerta y me dijo:

- Pasad padre Amalio y tened cuidado con los escalones.

Nos introdujimos pues en aquella boca de lobo que iniciaba súbitamente una angosta escalera mal iluminada por varios hachones humeantes, según bajábamos iba ganando terreno un olor como ninguno había olido jamás, este mezclado con el calor y la humedad del ambiente, iba haciendo que tuviera que esforzarme en evitar las arcadas que me iban subiendo por el estómago.

Por fin llegamos a la mazmorra donde por un pasillo central, a los lados se alineaban las celdas, mi acompañante empezó a leer un pliego que portaba e iba indicándome los inquilinos de las celdas, sus culpas y sus penas.

- En esta primera celda, vamos a ver… un blasfemo, pronunció las palabras: “¡Por los clavos de Cristo!” y aunque luego se arrepintió, ya sabéis que la blasfemia es un gravísimo pecado mortal “ex toto genere suo”. Ha sido condenado a asistir al auto de fe con sambenito, cirio, pies desnudos, soga al cuello y una multa de cuatro mil maravedíes. A su lado el que está encadenado, es un cristiano nuevo, descendiente de marranos, al que se le vio apedreando una cruz, por lo que ha sido condenado con el embargo de sus bienes y la pena de galeras.

- Que Dios de apiade de él.

- Que así sea, porque los hombres han dictado sentencia y me alegro que esta haya sido dura con él.

Con un sonoro chirrido cerró la puerta de la celda y abrió la contigua.

- Aquí tenemos a cuatro brujas, o cuatro pobres desgraciadas que han sido acusadas de serlo, me he encargado personalmente del caso y he dictaminado que son unas pobres desgraciadas a quien la delación de unos vecinos supersticiosos y algo envidiosos las trajeron aquí, ellas en su ignorancia aceptaron los cargos, de tanto tildarlas como brujas, acabaron creyéndoselo. Han tenido suerte, en Alemania, directamente habrían ido a la hoguera, he determinado que acudan al auto de fe con sambenito y destierro a más de veinticinco leguas.

- El Malleus maleficarum ha hecho mucho daño a infinidad de almas inocentes. – Opiné.

- No creáis padre, es una herramienta excelente en manos de los inquisidores en nuestra lucha contra el maligno y sus servidores, tenga en cuenta su paternidad que incluye métodos para liberar los demonios del cuerpo de victimas de posesión y otros para obtener confesiones.

- Es decir bajo tortura.

- Padre Amalio, el papa Inocencio IV en su bula “Ad Extirpanda” indica que la tortura es el medio más eficaz para demostrar la validez de una acusación.

Asentí abrumado por la razón, no soy yo nadie para disentir de una bula papal, como dice el padre Astete “doctores tiene la santa madre iglesia que os sabrán responder”.Ante mi silencio el inquisidor me guió a otra celda todavía si cabe más lóbrega.

- Este es uno de más abyectos pecadores que custodiamos aquí, reo de un “pecado nefando” en concreto, tuvo ayuntamiento carnal con una burra.

Ante esa revelación, no pude menos que persignarme un par de veces horrorizado ante tal hecho.

- Como lo oís, este depravado, este rijoso salaz, en vez de buscar la coyunda con una hembra de su especie, fue atrapado “in flagranti delicto” por lo que no tiene descargo alguno, ha sido condenado a arder en la hoguera.

Me sentía mareado, además del ambiente húmedo y opresivo de los calabozos, el escuchar la lista de faltas de los reos me abrumaba, yo venía de una pequeña comunidad en la que había un convento de monjitas que eran mis mejores feligresas y estaba acostumbrado a escuchar pecadillos de poca monta, ante estas gravísimas faltas, mi mente se negaba a admitir la existencia de personas así, además contemplaba horrorizado la cara de satisfacción de mi interlocutor al ir enumerando las terribles penas que se disponía a aplicar a los reos.

- ¿Deseáis ver la sala de interrogatorios?

- Muchas gracias, pero ya llevo mucho tiempo aquí y otros asuntos de mi feligresía reclaman su atención.

- Id con Dios buen padre a reuniros con vuestras ovejas.

- Y que el os acompañe.

- Volved cuando queráis.

- Si, si, no os preocupéis, volveré.

Subí de nuevo los escalones hacia la salida, Fray Luís me acompañó hasta la puerta, al despedirme de él en el umbral, no sé si por el mareo que principiaba a venirme, distinguí una especie de rabo encarnado que le salía de la sotana, además de un leve olor a azufre.

A pesar de habérselo prometido, no volví a visitarle jamás.




viernes, 20 de agosto de 2010

Betún

Nunca pude aguantar a un limpiabotas que me hablase de toros, soy antitaurino por naturaleza y me duele se provoque cualquier sufrimiento innecesario a los animales, puede parecer algo hipócrita por mi parte, yo que me dedico a hacer padecer a seres humanos, me preocupase por el sufrimiento animal, pero así es la vida y así me ha tocado vivirla. Puesto pues a elegir limpiabotas, elegí uno que en su caja destacaba un orondo escudo del Madrid, a pesar que no es el club de mis amores me decidí por él, a veces con fina ironía, uno se lo puede pasar bien dialogando.
- ¿Limpia?
- Si joven (hacía muchos años que el limpia abandonó la juventud)
Me senté en el banquillo y desdeñé el diario deportivo que me ofreció.
- ¿Qué tal jugaron ayer Spasic y Prosinecki?
- ¡Hombre de Dios! ¿De donde sale usted? Esos hace muchos años que ya no juegan.
- Pero… si eran muy buenos. – Repliqué con sorna.
- Por supuesto, en el Madrid no entra a jugar cualquiera, nuestros jugadores son el “simoun” de la nobleza futbolera.
- Ya me hago a la idea. ¿Irán los primeros entonces?
- ¡Quiá! Este año los árbitros le están ayudando mucho al “Barsa” , póngame el otro pié.
La verdad es que siempre aprecié las artes de los limpiabotas, esa presteza de movimientos de las manos con el cepillo, era más bien propia de trileros, lástima que movieran la lengua igual de rápido.
- Ya le digo a usted que Iker Castilla es el más mejor portero del mundo y que Sara Cabronero es la “piriodista” más guapa.
- Hombre, fea no es la muchacha
- ¿Y que me dice del beso que le dio en la final de la copa libertadores?
- Si, en eso tiene usted razón, yo también me apuntaba.
- Natural. Son tres euros por el servicio, el año pasado cobraba cuatro, pero con la crisis…
No quise hacer más sangre y le pagué el precio del año pasado, además como todos los de su gremio, era un excelente trabajador, mis zapatos relucían tanto que Fred Astaire estaría envidioso de mí.
Abandoné la marquesina del Palacio de la Prensa y seguí Gran Vía abajo esquivando Mac Burgers y King Donalds, que falta de gusto, la verdad es que la Gran Vía de ahora es más hortera que un rapero con un transistor, antes todos los locales eran bancos, cafeterías de postín y grandes carteles donde los cines de estreno anunciaban a bombo y platillo las películas que en su parte inferior estaban dibujadas las estatuillas de los oscares conseguidos, no me olvido de los hoteles con nombres rimbombantes, “Senator”, “Emperador”, “Mayorazgo”, lástima, antes en Argentina no eras nadie si no tenías un despacho en la Gran Vía, hoy ya ni se alquilan despachos.
Giro a la derecha y entro en la plaza de los Mostenses, ¡que recuerdos! Siempre sucia por culpa del mercado, pero siempre con el sabor a trastienda, a rebotica, lo que no hallabas en la Gran Vía, siempre lo encontrabas aquí. Ya no está el estanco de Lola, no me extraña, ya era muy mayor cuando la conocí, con sus gafas estrafalarias, tan repintada y con esos vestidos que a mi me recordaban las cortinas de mi casa, pero era encantadora, siempre que Tabacalera los distribuía, a mí me guardaba tabaco de decomisos, pues era más barato y mis sisas de botones no me permitían jamás fumar cigarrillos americanos.
Entré en los apartamentos y tomé el ascensor hasta la segunda planta y llamé al apartamento 2631. Me abrió él mismo en persona, no había duda, la fotografía que me habían dado era clara y actual, el tipo que me abría la puerta era de complexión delgada y era calvo, muy calvo, apenas unas matas de pelos le cubrían las sienes en una cabeza que a la luz del fluorescente del pasillo, brillaba un poco siniestra, como si estuviera vacía de contenido, unos ojos de búho detrás de unas gafas de pasta gris, le daban la apariencia de ser una persona falsa, de la que no te puedes fiar, en fin, creo que me alegré de lo que iba a hacer. De todas formas pregunté:
- ¿Don Luís Carramolina?
- Sí, soy yo. ¿Qué quiere usted?
Desde que bajé del ascensor ya llevaba preparada mi herramienta, una navaja jamonera de Teodomiro, pues en el fondo soy un clásico, me gustan los medios antiguos, de los que no se llevan, de antes de la pólvora tan escandalosa ella, por lo que con presteza me abalancé sobre él y con precisión de cirujano le introduje entre las costillas mi navaja, esto produjo la detención inmediata de su corazón y un aumento de una buena cifra de Dólares en mi cuenta reservada de Las Bahamas.
Le dejé deslizarse hasta el suelo, comprobé que su cuello no tuviera señales de pulsaciones y cerré la puerta con cuidado, y es que hay mucho delincuente amigo de lo ajeno, que sólo espera una oportunidad para desvalijarte la vivienda. Volví a coger el ascensor y salí a la calle silbando la canción de La vida de Brian: mira siempre el lado bueno de la vida, que curioso, me dije, el amigo Luis ya no tiene lado curioso que mirar.
¡Maldición! Al mirar hacia mis pies, contemplo horrorizado que un par de gotas de sangre manchan mis otrora impolutos zapatos, tendré que volver a aguantar al “peñazo” del limpiabotas.




miércoles, 18 de agosto de 2010

Tenzuela

Otro pueblo de la comarca del río Pirón, el turismo y las nuevas construcciones pasaron de largo, no me extraña, pues para llegar al pueblo tienes que hilar muy fino para no salirte de una carretera llena de parches donde no caben dos coches a la vez.
 









Lo primero que notas al llegar es el silencio, un silencio que lo llena todo, apenas roto por una ligera brisa que siempre sopla por la zona, la iglesia de San Miguel está muy unida a la historia del Tuerto Pirón, al parecer este trepó por la espadaña para introducirse en la sacristía y robar el copón.

martes, 17 de agosto de 2010

Pobrecitos

Lo siento por mis compañeros, pero me acaban de publicar un relato en la revista de mi empresa, eso quiere decir que no pararé hasta saber que todos ellos (1000) lo han leído.


No es casualidad que en la misma página den una noticia sobre la hija de mi compañera Susana, ella juega en el Atlético de Madrid y es que los que somos buenos, destacamos.



lunes, 16 de agosto de 2010

Nélida

Si algo puede salir mal, saldrá mal, es impepinable, lo dijo Murphy punto redondo, si coges un servicio que no te pertenece, una noche cerrada, por una carretera de montaña donde cualquier asistencia es inconcebible, obviamente no hallarás cobertura en el móvil y tendrás un pinchazo en la rueda, no sólo eso, por añadidura, la rueda de repuesto estará inutilizable, no quise ahondar más en mi búsqueda de una solución, para no encontrarme con más descalabros, por lo que me dije que no podía hacer más que buscar ayuda externa.

Al estar en medio de la nada, en una zona en blanco de cualquier mapa o navegador, no me decidía a avanzar o retroceder por la carretera, sobre todo en una noche de luna nueva rodeado de frondosos árboles que apenas dejaban ver las estrellas, solamente cuando una ligera brisa los mecía, esa mínima luz conseguía llegar hasta el suelo, lo único que traía era una sinfonía de gemidos al rozar las ramas entre si.

De repente vislumbré entre las ramas una leve luz no muy lejos de allí, también observé un estrecho sendero que se introducía entre árboles y arbustos, lo que me decidió a introducirme en él, alumbrado mal que bien por la pantalla de mi móvil, lo que no me libró de recibir múltiples arañazos por las zarzas y espinos que bordeaban la senda, amenazando con estrecharla y ahogarla e impedir que se pudiera transitar y recuperar el terreno para el bosque.

Mis pasos por fin dejaron de pisar la grava suelta, para encontrarme un sendero empedrado que me guiaba hacia un claro donde encontré una vieja casa de paredes de piedra y techo de paja con una humeante chimenea; una redonda ventana en la pared, estaba iluminada por una luz amarilla que parpadeaba, más bien parecía un ojo que me guiñaba citándome para que entrara en su dominio.

Me acerqué a la puerta toda hecha de madera, con grandes rugosidades provocadas por los años y la carcoma que la iba corroyendo por dentro, en el centro una curiosa aldaba en forma de falo con alas, me recordaba a algo parecido que vi en Pompeya y en los puestos de recuerdos de la entrada.

Con una leve aprensión y un poco de guasa, así el llamador y lo golpee contra la puerta un par de veces sin respuesta ninguna, ya empezaba a maldecirme por mi mala suerte, cuando me decidí a empujar la puerta para cuando menos pasar la noche bajo techo si era posible. La puerta respondió con un chirrido agudo que denotaba unos goznes oxidados, me introduje en un única sala donde un hogar en el centro de la pared de enfrente, era lo que iluminaba la estancia, encima de unos morillos de forja bullía un enorme caldero de cobre de tiznadas paredes junto al que una viejecita con un enorme cucharón daba vueltas a su contenido, hacía horas que no había metido a mi estómago nada decente y recordando mi cercano viaje a Santiago y su gastronomía hablé a la anciana:

- ¡Qué, abuela! ¿cocinando un pulpo?

- ¡Ay, hijo! Vaya susto me has dado.

Me encontraba frente a una viejecita de edad indefinida, menuda, de brazos delgados y nerviosos y una faz terriblemente fea, la verdad es que su ganchuda nariz a la que una gran verruga bulbosa casi hacía sombra, no hacían mucho por favorecerla, desde luego no era el modelo de la abuela que todos esperamos que nos cuente cuentos al amor de la lumbre, más bien era un desecho de tienta de la tercera edad.

- Perdone abuela, me he quedado tirado con el camión, he visto luz y me he acercado para pedirle que me deje llamar por teléfono.

- Pero hijo, aquí no tengo de eso.

- Vaya por Dios, menuda faena

Al citar a Dios me di cuenta que ella nerviosamente sacó del cuello un collar con varios amuletos, garras y colmillos de animal y los besó con fruición, después de unas palabras que musitó y no pude entender me volvió a hablar.

- Puedes pasar aquí la noche, por el día es más fácil que pase alguien por la carretera.

- Muchas gracias abuela, ¿no tendrá algo de comer?

- Venus, acércame el amor que yo deseo, Venus, acércame el amor que yo deseo

Mientras salmodiaba esa frase en voz baja, lo que me provocó una sonrisa socarrona, retiró directamente de la lumbre un pocillo y lo vertió en un plato de loza que había en la mesa, me senté frente al plato y vi que era una especie de gachas con algunas tiras de carne. - En peores plazas he lidiado, me dije y ataqué con buen ánimo la comida.

- ¿Cómo te llamas?

- Jose Antonio. - La respondí

Con curiosidad observé que sacó del fuego una ramita y con la brasa de la punta encendió una vela de color violeta, seguidamente se clavó un punzón en la mano, apretó el puño sobre la vela, lo que provocó que un par de gotas cayera sobre el pabilo apagando la vela, lo que provocó que esta empezara de inmediato a humear, ella con un gesto de su mano, esparció el humo por la sala y con su voz cascada comenzó a hablar:

- Concededme espíritus del dominio que Jose Antonio no pueda estar, ni vivir tranquilo, que no pueda comer, ni beber, ni andar sin el pensamiento puesto en mí que me llamo Nélida, hasta que a mis pies venga a parar, rendido de amor, de interés por verme, desesperado por tenerme, atraído por mi sexo, ofreciéndome el suyo, deseoso, arrepentido y humilde, halagándome con besos y caricias, arrastrándose a mis pies suplicante y manso, siendo yo su única dueña para mí y por mí que me llamo Nélida. Con dos te veo, con tres te ato, la sangre te bebo y el corazón te paro. Ven Jose Antonio, ven, dominado en cuerpo, pensamiento y voluntad, ya no puedes mirar a nadie mas que no sea a mí, tu amor y tu cariño son sólo para mí, mi presencia te es atractiva, mi mirada te sugestiona mi voz te domina, mis ojos te ciegan y mi voluntad es la tuya, Así sea, Así sea, Así sea, Así sea.

Según terminó su invocación, noté un vacío en el estómago y una caída del ánimo, como si se me hubiera parado el corazón, los brazos se me agarrotaron y un temblor subió por mis pies haciéndome tiritar, mi frente se puso a arder, me picaban los ojos y un fuerte castañeteo sin control hacía chocar mis dientes.

- ¡Ja, Ja, Ja! Ahora eres mío, mío para siempre, para toda la eternidad, tu corazón es mío, me amarás y obedecerás y satisfarás mis apetitos, dame un beso. –Me ordenó.

- Si amor. –Contesté

No daba crédito a lo que estaba haciendo, sin poderlo evitar, acerqué mi rostro al suyo y acerqué mis labios a esa boca seca y descarnada, donde asomaban a esa caverna un trío de dientes amarillos y una lengua de un color desconocido pero que en modo alguno parecía suave y sedosa como otras lenguas que antaño saboree.

Sabía que ese día aparecería para siempre marcado en el calendario como uno de los más funestos, como el principio de muchos otros días terribles que a partir de entonces tendría que vivir.

domingo, 15 de agosto de 2010

Sotosalbos

La más bella población de la comarca del Río Pirón.


Calles limpias, fachadas cuidadas, parece que el tiempo no ha pasado, las nuevas construcciones han respetado la estetica del pueblo.













La iglesia de San Miguel Arcangel nos lleva al romanico castellano, la complementa una galería porticada de las más bellas de la provincia

miércoles, 4 de agosto de 2010

Viaje al fondo de la mente

Después de salir del trabajo no vuelvo a casa, tengo una cita con ella, es increíble, después de tantos años, por fin se fijó en mí, me llamó al móvil y me dijo que me esperaba en su casa, ya no me acordaba de donde vivía por lo que me hice un plano en la impresora de la oficina, nunca había ido a esa parte de la ciudad.
Tomo el autobús en una gran avenida y tengo suerte al montarme, pues aún queda un asiento libre, este se pone en marcha, no transcurrió mucho tiempo, según pasábamos por un monumento histórico, cuando delante de mí, una madre que llevaba a su hija de la mano, la noto indispuesta, ella grita al conductor:
- Por favor déjeme aquí.
El autobús para en el lado opuesto de la calle y la señora se apea esquivando al tráfico, según llega a la acera, se pone a vomitar violentamente.
Todo esto lo veo según el autobús se vuelve a poner en marcha, al cabo de poco tiempo creo que estoy llegando a destino, me bajo y contemplo apenado que estoy perdido, camino por calles y cerros buenamente conocidos, alguna montaña de mi niñez me sale al paso, pero no sirve de nada, el camino me lleva junto a otro sueño pretérito, donde encuentro la oficina del ogro reconvertida en una tienda de muebles, un poder oculto me lleva al interior y allí le veo intentando montar un mueble, él nunca fue un manitas, por lo que sin decir palabra me dispongo a ayudarle y el me espeta bruscamente:
- ¿Qué quieres?
- Nada
Y continúo montando el mueble sin mirarle pues me provoca escalofríos la visión de su cara, de la trastienda sale su hermano, lleva una camiseta rasgada por el hombro, esta choca con su sempiterno aspecto de dandy de noventa arrobas con el que nos deleitaba siempre.
- ¿Has visto la crisis? En esto nos hemos convertido
La verdad es que a mi no me interesa la crisis y lo que les pudiera afectar, me di media vuelta y salí a la calle más triste del mundo, siempre se me figura gris y mal iluminada, a oscuras como el 11M cuando la única luz la provocábamos nosotros, insolidarios por culpa de la central.
Contemplo horrorizado como el plano ya no me sirve para nada, todas las indicaciones se han borrado, no sé donde estoy, ni hacia donde tengo que ir, menos mal que recuerdo que tengo su número de teléfono en el registro de llamadas recibidas.
Lo mejor estaba por llegar, entro en el castillo, donde una alfombra me introduce por varias salas, cada una distinta de las demás y todas pintadas de vivos colores, cada pasillo, cada sala pintadas de rojo, azul, amarillo, azul, rojo, amarillo, amarillo, azul, rojo y una terrible adivinanza me sale al paso: Cástor, puñal, niña, emparéjalos, pero ten cuidado, no dejes a Cástor sólo con la niña.
¡Por supuesto que lo acerté! esto sirvió para que mi hermano me dijera que se iba y sin poder retenerle, cogió su plateado coche y se marchó, mientras una reportera sin rostro entrevistaba a Miguel Muñoz.
-¿Usted cree que verdaderamente triunfó?
-Mire usted, yo no tuve a Raúl jodiéndome el equipo y además aprendí a decir: Euripides, no te Sofocles que te Esquilo.

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