jueves, 28 de abril de 2011

Cobijo en Sotosalbos


Entro por fin en el pueblo, un pueblecito segoviano que no llegará a doscientos vecinos, donde en el centro se yergue una bella iglesia con una airosa torre, algunos lugareños me saludan al paso, y se me quedan mirando extrañados por mi presencia allí, no es de extrañar, las últimas jornadas han dejado mis vestiduras en muy penosas condiciones, llenas de rasgaduras y manchas de barro.

Empujo la puerta y entro en el templo, hace frío dentro, pero nada que ver con vicisitudes recientes, frente al altar encuentro al párroco, trasteando con unos cirios junto a la imagen de la virgen.

- Alabado sea Dios. – Le Interrumpo

- Por siempre su nombre sea alabado ¡Preste Juan, Que alegría! ¡Pero… válgame el cielo, en qué terribles condiciones llegáis! ¿Qué os ha acontecido?

- Ciertamente creo que el mismísimo Odiseo no tuvo tantas vicisitudes para llegar a Itaca, como las que me han ocurrido a mí de Alcalá a Sotosalbos.

- Pero venid, acompañadme a la rectoría, donde os atenderé delante de un buen tazón de Chocolate y me relatareis vuestro acontecer.

Así lo hicimos, salimos de la iglesia y saliendo del pórtico, a la vuelta se encontraba la casa donde habitaba este párroco, enjuto de carnes y pequeño de estatura, pieza clave en la misión que tenía encomendada. Allí ante una jícara cargada de humeante chocolate acompañada de apetitosas rosquillas me apremió a explayarme en mi relato.


- Sabed pater, que en el puerto que llaman de Malangosto, primero me aconteció una gran granizada, lo que me hizo perder la mula y toda la vitualla y ajuar que portaba, pero aun me quedaba lo peor, perdí la senda, por lo que tuve que atajar entre piornos y retamas y un poco antes de llegar a la cumbre, me asaltó una recia moza para pedirme por las bravas el pago del portazgo, pero ante el terrible estado en que me encontraba, se apiadó de mi persona, montándome sobre su espalda, me llevó a su choza, donde me socorrió, me alimentó y llevóme junto a la lumbre donde me hizo entrar en calor.

- Menos mal que encontrasteis socorro en su persona.

- Si, más tengo ahora que pediros vuestro auxilio espiritual, pues…

Como dize Aristótiles , cosa es verdadera,

El mundo por dos cosas trabaja: la primera

Por aver mantenençia; la otra cosa era

Por aver juntamiento con hembra placentera.

 
 
Terminadas ya las votaciones del I Certamen de relatos cortos "De paseo por Sotosalbos" y habiendo quedado ganador, tengo que agradeceros de todo corazón vuestro apoyo en forma de votos y vuesto animo y cariño demostrado por vuestros comentarios, aquí y en Facebook.
Este otro relato también participó en el certamen, quedando en cuarta posición, refiere un hecho acaecido al Arcipreste de Hita en el camino entre Alameda del Valle y Sotosalbos, que figura en el Libro de buen amor.

lunes, 25 de abril de 2011

Estudio en rojo (¿final?)


De las cuatro estaciones, en la pileta de la primavera, navega la solución.

Nos miramos embobados, sin saber que decirnos, Bernal sugirió:

- Las cuatro estaciones de Vivaldi, allí está la solución.

- No lo veo. –Musité. – Indica más bien una fuente, ¡Claro! Vamos al paseo del Prado.

Una de las pocas virtudes que atesora Bernal es su habilidad con el volante, una vez en una de nuestras interminables vigilancias, me confesó que su padre le había pagado unas clases de conducción con el mismísimo “el Pera”. Así que en un periquete nos encontramos en el paseo del Prado y en el carril bus, detuvo el coche.



Esta vez tuve suerte, en la primera de las cuatro fuentes que miré, flotaba un barquichuelo de papel, me empiné en el puteal de la fuente, y a pesar de mancharme la camisa y la americana, conseguí extraer el papel, dentro ponía:

Cerca de la bella fuente, la mano al cielo sabrá donde guiarte.

- Ahora si que la hemos pringado, jefe.

- Que no, hombre, piensa por una sola vez, seguro que es fácil, a ver ¿Cuáles son las bellas fuentes de Madrid?

- La Alcachofa, Apolo, Neptuno, Cibeles, Colón mmm… si y arriba, la fuente de Buhigas.

- ¡Ahí está! –Exclamé –Junto a la fuente de Buhigas está la mano de Botero, vámonos volando.

Apenas tardamos en llegar, paseo del Prado, Recoletos y Castellana arriba, frente al museo de ciencias allí nos esperaba la fuente en su esplendor y al lado, una gordezuela mano de bronce apuntaba al cielo y a la vez nos decía: ven.



Y allí estábamos, primero desde la acera y al no observar nada especial, nos introdujimos en el césped, ni un milímetro de la mano dejamos sin explorar, pero no obtuvimos resultado alguno.

- Ya está, no creo que sea tan iconoclasta para deteriorar la escultura, hay que mirar en el pedestal de la estatua.

Así lo hicimos y rápidamente llegamos a la tercera pista, escrito con carmín en la peana.

No mires al torero, pues el ángel te dará por fin la solución.

- Esta está fácil, jefe, seguro que está en las Ventas.

- O en Carabanchel también puede ser, pero vamos primero a las Ventas, me da que tiene que ser allí.

- Caramba jefe, en vez del patrulla, podíamos haber ido hoy en un bus turístico.

- Pues si, ahí has estado brillante Bernal, pero que no te sirva de acicate para que te molestes en pensar.

Calles de Joaquín Costa, Francisco Silvela y por fin, Alcalá, como no era día de circo ni de toros, pudimos aparcar encima de la acera frente al coso, allí nos quedamos mirando el imponente edificio.

- ¿Tú has entrado alguna vez?

- No

- Pues yo tampoco, a mí el sufrimiento de los animales me echa para atrás. – Le contesté.- Allí hay un empleado.

Más adelante junto a una enorme reja que daba acceso al interior, se encontraba un operario de la plaza con gorra de plato, como no podía ser de otra manera.

- Buenas tardes. Perdone, somos policías – Le hice a Bernal mostrar su placa. – Mire usted ¿Dónde podría encontrar a un torero o un ángel?

- ¿Dentro de la plaza?

- Si, supongo que si.

- No se… bueno, dentro de la plaza, no, pero allí a la derecha en el monumento al Yiyo hay un ángel.

- Fenomenal, muchas gracias.



Corrimos más que andamos hacia la escultura que nos señaló y si, detrás se hallaba un ángel, nos pusimos como locos a buscar la pista que nos faltaba, pero esta vez no lo conseguimos, nada, ni un papel en alguna rendija, ni mensajes escritos en la peana o en la escultura, creo que podemos cerrar los ojos y describir perfectamente la dichosa escultura, al fin cansados, recapitulamos.

- Pues jefe, aquí se acaba el misterio, esto es el triangulo de los bikinis.

- Bermudas, Bernal, Bermudas.

Había algo que se nos escapaba, la pista tenía que esta aquí, no había duda, tiene que ser algo evidente, algo que… ¡Un momento! Esto no cuadra aquí, en la entrepierna del ángel, alguien pudorosamente había puesto una pegatina, la despegué y vi que era algo irreal, algo fuera de lugar, una pegatina de UCD con el lema:

En el centro está la solución

El centro, el centro ¿Qué diablos querría decir el acertijo? El centro, ¿La puerta del sol? ¿El cerro de los ángeles? Se me ocurren muchos centros, el centro financiero de Madrid, Azca, la Bolsa, el Banco de España.

- Desde luego jefe, casi cerramos el círculo, mire el ángel de la Almudena.

- ¡Ahí está! ¿Qué haría yo sin ti, Bernal? Rápido, trae el callejero.

Del coche patrulla sacó un plano de Madrid, marqué en él los cuatro lugares donde estuvimos y tracé en él dos diagonales, estas se cruzaron en… ¡No puede ser! Jamás lo hubiera imaginado, pero claro ¿Quién mejor que el?


- Vámonos de aquí.

- ¿A dónde vamos, Jefe?

- Calle Ibiza 62

- ¿Pero ahí no vive…?

- Efectivamente.

Recorrimos sin dirigirnos la palabra el trayecto hacia esa dirección, un cosquilleo me recorría el cuerpo, sabía que estaba ante uno de los hechos más determinantes de mi vida, algo que iba a marcarme para siempre.

En la misma puerta, Bernal detuvo el vehículo, hizo amago de apearse, pero yo le detuve anteponiendo mi brazo en su pecho.

- Tu te quedas aquí, dame media hora, si para entonces no he bajado, subes con toda la caballería ¿Entiendes?

- De acuerdo, pero yo…

- Ni una palabra.

Descendí a la vez que me abrochaba la americana, incluso cuando uno tiene cita con la muerte, hay que estar lo más presentable posible, saludé al portero al entrar, ya me conocía de otras visitas, y tomé el ascensor de puertas abiertas, parecía engullirme con sus fauces para llevarme al averno, ¿O sería al Sheol? Igual da, el peso de mis pecados es tan grande que no espero sino una terrible condena cuando tenga que llegar al día del juicio, ese día no me valdrán de nada los tejemanejes con la justicia, como he acostumbrado siempre.

Tercera planta, al final del pasillo sabía lo que me aguardaba, una placa plateada donde figuraba: Dtr. I. Mero, ¡Menudo juego de palabras! Sabía perfectamente lo que ocultaba ese nombre, tan falso como todo, como sus enseñanzas, como su doctrina, como sus pretendidas virtudes. Nunca lo hubiera imaginado.

Avisado por el portero, había dejado la puerta entornada, entré y avancé por el pasillo mal iluminado, al fondo, en el salón, sentado en su butaca frente al ordenador, se encontraba él.

- Creí que no serías capaz de llegar hasta aquí.-Me saludó.

- Tuve buen maestro.

- ¿Y ahora, que piensas hacer?

- No lo se, todavía no salgo de mi asombro. ¿Por qué tú? Jamás pensé que tuvieras esta ambición tan desmedida. ¿Qué te hizo llegar a esto, tal vez la logia masónica? Siempre pensé que estabas por encima de ellos.

- Y con grado treinta y tres, que no es moco de pavo, pero no, ellos sólo son un instrumento del que me he valido, ellos no imaginaran nunca que son una frágil marioneta en mis manos.

- ¿Pero por qué crear el caos más absoluto? No te imaginas los millones de personas que morirían si tus planes se llegaran a realizar.

- El caos es hermoso, es algo que se puede moldear, sólo se puede crear una obra maestra desde la nada, un bloque de mármol, en las manos apropiadas, se convierte en una obra de arte, imagina La piedad, el Moisés, la victoria de Samotracia, ¿Qué eran antes? Nada, sólo caos. En mis manos el mundo se convertirá no en un paraíso, pero casi algo parecido, todo lo malo y todo lo enfermo, lo extirparé de un plumazo.

- ¡Que decepción! Mírame, fui tu más distinguido alumno, seguidor fiel de tus enseñanzas y ahora descubro con horror que eres un enfermo, lo siento pero no voy a consentir que cumplas tus planes.

- ¿Y qué vas a hacer para impedirlo?

- De momento esto. – Y sacando de improviso mi pistola, disparé contra el ordenador.

No pensaba que mi acto iba a desembocar en esa catástrofe, de repente, me vi envuelto entre explosiones y humo negro, un fuego voraz envolvía todos los muebles y paredes, hasta que de repente…



Una playa caribeña, sol, buen clima, una tumbona y yo allí disfrutando de la vida, creo que me lo merezco, esta vez lo jugué todo al rojo… ¡y gané!

A mi lado una diosa encarnada, atenta a mis más íntimos deseos, una hurí en el paraíso no me hubiera causado mejor impresión. A pesar de sus cuarenta años no confirmados, aun conservaba una figura espléndida, algunas muchachitas al verla en bañador y comparar sus cuerpos, se arrebolaban de envidia.

- Margarita, cielo, hoy estás divina.

- Amore, todo es poco para ti.

- Pues tienes razón, tráeme un daikiri, por favor.

- Subito.

No sólo se había rendido a mis pies, había dejado atrás a ese engreído de Jota, la victoria había sido completa, pero… ¿Quién me está robando el sol?

- ¡Qué alegría, jefe! Ya ha salido usted del coma.

- ¿Qué dices chalado? ¿Y tú qué haces aquí?

- Pues de visita, llevo cinco días sin moverme de la cabecera de su cama, si alguna enfermera se ponía borde, la enseñaba la placa y la amenazaba con una inspección fiscal.

- Pero entonces ¿Qué ha pasado?

- Ya me advirtieron los médicos que seguramente no recordaría nada, le encontramos a usted en medio de los escombros, ¡menuda zapatiesta se formó! Todo el tercer piso quedó destrozado, afortunadamente le sacamos a usted enseguida.

- Y de mi adversario ¿Qué me cuentas?

- Nada, allí no encontramos a nadie más que a usted.

- No puede ser. ¡Maldita sea!

- Por cierto esta mañana vino la conductora del autobús una tal señorita Montse... Rat a traerle una tarta de Santiago y a reclamarle la localización de su autobús.


- Vaya tela, no me la quito de encima.

- Pues más nos vale no perderla mucho de vista, he hecho averiguaciones y la matricula del autobús no existe, aquí hay gato encerrado.

- Eso será otro día y ahora desaparece, que quiero dormir, volver al sueño tan maravilloso que tenía ¿Por qué habrás tenido que despertarme?

lunes, 18 de abril de 2011

Estudio en rojo

Un joven cantante callejero tocaba la guitarra en la oscura calle, cosa rara no lo hacía mal, me acerqué sin saber por qué, eché mano al bolsillo para arrojarle algunas monedas y me quedé mirando la funda de la guitarra, allí entre varias monedas puestas de muestra, un cartel con una estrella de David y un nombre grabado alrededor: Sheol. Curioso, -Me dije, la morada de los muertos, no cuadra a quien canta canciones alegres, pero me llamaba la atención por algo, pero no sabía el qué.


Hacía poco de mi trasnochada aventura en el cementerio, pero imaginaba que no tenía que ver nada con eso, recuerdo confusamente un golpe en la cabeza, de eso no tengo duda, sólo hace falta rozarme el chichón para comprobar que no lo soñé, recuerdo algo sobre un autobús y a partir de ahí, la obscuridad se apodera de mis recuerdos.

Me hallo en un barrio de mi ciudad, donde los edificios impersonales no me dicen nada, no debiera estar aquí, ni por asomo tengo cerca mi morada y la comisaría a la que estoy adscrito, está en la parte sur, a varios kilómetros de aquí.

Bajo una farola, al intentar componer mi maltrecho atuendo, percibo un pinchazo en mi brazo, por mi enfermedad, no puedo ser donante de sangre, por lo que me preocupa el motivo de su existencia, empiezo a divagar y mis elucubraciones me llevan a pensar que la torpeza de mi mente y la falta de recuerdos, debe estar provocada por algún suero tipo Pentotal que me hayan podido inyectar.

Me da por palparme los bolsillos y contemplo azarado que me han despojado de todas mis pertenencias, mi pistola, la placa, el móvil y la cartera han desaparecido, lo que me va a procurar no pocos quebraderos de cabeza en los próximos días, un mar de papeleo me va a ahogar en sus turbulencias.

Me subo el cuello de la chaqueta y me meto las manos en los bolsillos, así arrebujado para evitar el relente de la madrugada abrileña, principio a andar en dirección al centro, apenas salen a mi paso algunos barrenderos con sus trajes reflectantes y algunos quiosqueros colocando su mercancía.

Como no se habían molestado en quitarme las monedas que tenía en los bolsillos, entré en la primera cafetería que encontré abierta, pedí un cacao con leche en un febril intento por templar el cuerpo, a pesar de los torpes intentos del camarero, desprecié el comer esta vez una ración de churros, mi estómago no estaba para muchas alegrías.

Eso lo pude comprobar al poco de salir de la cafetería, el calorcillo del cacao en el cuerpo, hizo que se me nublara la vista y el estómago protestó violentamente, no pude sujetar las arcadas y vomité agarrado a una farola.

- Si es que no hay más que borrachos y gentuza en el barrio

- Señora, le juro que no he bebido, es que estoy enfermo.

- Eso es lo que dicen todos, ¡Sinvergüenza!

No hay manera, en el momento más inoportuno encuentro siempre a esta mujer, la misma que me vilipendió cuando detuve al enano del botón rojo, ahora me la acababa de encontrar de bruces en mi peor hora.

Afortunadamente mi camino hacia la comisaría llegó a su final, no tuve que subir a mi despacho, en la puerta se hallaba mi mano derecha a mi pesar, el subinspector Bernal.

- ¡Jefe!

- ¡Ni una palabra! Llévame volando a mi casa y guárdate de abrir la boca, no tengo el ánimo para explicaciones.

Más que sentarme, me abalancé sobre el asiento del coche patrulla, cerré los ojos e intenté pasar revista a los últimos acontecimientos que habían acaecido en esta maldita noche, pero no lo logré, por lo menos pude evitar el mareo que me acompañaba, apenas Bernal detuvo el coche en la puerta de mi domicilio, le espeté:

- Bernal, prepara la documentación necesaria para dar parte del robo de mi pistola, mi placa y mi documentación, autores desconocidos y airea los expedientes que estén pendientes, hoy no me busques ni me molestes, no estoy para nadie, ni para le ministro del interior. ¿Me has entendido?

- Si jefe, no se preocupe, déjelo todo de mis manos, en mi parte no va a faltar nada.

- Bernal, hijo, no sabes ni hablar, todavía no me has contado quien te enchufó en el cuerpo.

- Pues jefe, ya le dije…

- ¡Chitón! Que no estoy para tus explicaciones ahora, mañana ya hablaremos.

No tuve problema para acceder a mi casa, a pesar de haber perdido las llaves en la aventura, en la maceta de la entreplanta, aparté las hojas del ficus y enterrada, hallé la llave de respeto, que previsor enterré hace tiempo.

Después de pasarme una eternidad en la ducha, sin apenas secarme, caí de bruces en la cama y allí en el acto quedé dormido.



Varios siglos después, me dí cuenta que no había tenido el acierto de bajar la persiana, por lo que una luz más potente que la que usaba para hacerles el tercer grado a los delincuentes, me hería los ojos invitándome a despertar de mi letargo, también sirvió para darme cuenta que no me hallaba solo.

- ¡Enhorabuena! Ya se despertó el lirón careto.

- ¿Y tú quien eres?


- Montse… ¿Y qué más?

- Montse… rat.

- ¡Hay que joderse con los gallegos!

- Que te he oído.

- ¿Qué es ese olor?

- ¿A que huele bien?

- No es eso lo que te he preguntado, no me respondas con más preguntas si quieres que nos llevemos bien.

- No puedo evitarlo, es algo genético.

- Responde a lo del olor.

- Pues con lo poco que tienes en casa, es decir, leche, huevos y azúcar, he preparado un flan express ya que deduzco que necesitas una comida suave o un desayuno fuerte, además ¡Qué carallo! Me sale de rechupete.

- A todo esto ¿Tú qué haces en mi casa? ¿Cómo has entrado?

- Con la llave.

- No empecemos.

- Está bien, aquellos tipos, después de dejarte sin sentido, a lo que tu no opusiste mucha resistencia, dicho sea de paso, después de registrarte, tiraron a un lado tus llaves y la cartera, encima de la mesa tienes todo y no te falta un euro ¿eh?

- No estaba yo para oponer mucha resistencia –Mascullé.

- Pues la podrías haber puesto, porque luego se llevaron el autobús y si no aparece pronto, mi jefe me va a poner de patitas en la calle.

El teléfono se puso a sonar interrumpiendo nuestra conversación, lo que agradecí, pues no soy de mucho hablar cuando estoy sobrio.

- ¿Dígame?

- Inspector, soy Margarita Ricchi, le llamo para advertirle que detenga sus movimientos, hay gente muy poderosa a la que no le gusta el rumbo que va tomando su investigación.

- ¿Y tú cómo te has enterado?

- Inspector, no me tome por tonta, lo se porque antes era mi oficio y ahora es mi devoción.

- ¿Pero en el fondo, quienes son ellos?

- Mejor que no lo sepa, le va en ello la vida.

- Margarita, hija, ¿Cuándo me vas a tutear?

- Sólo le digo una cosa, inspector, en la cuarta de las trece rosas encontrará una ayuda. – Y diciendo esto, colgó.

- Maldita sea, jueguecitos de espía no, por favor.- Pero ya era tarde, para que me escuchara.

Me quedé mirando absorto el auricular un rato, enseguida marqué el teléfono de comisaría.

- Bernal, en quince minutos te quiero aquí. – Y colgué antes de esperar su respuesta.

Ese tiempo lo consumí en darme una ducha y procurarme un terno nuevo y en devorar de forma express el flan express para regocijo de su creadora.

- No te olvides de mi autobús- Me dijo a volapié Montse…rat.

- No te olvides de cerrar por fuera – Le contesté.

En la puerta, diligente, me esperaba mi subordinado.

- ¿Para donde, jefe?

- A la Almudena.

- ¿Otra vez? ¿Qué ocurre, vuelve Apu a las andadas?

- Tu tira y calla

Me quedé pensando en el críptico mensaje que me había dicho Margarita, no parecía difícil encontrar la solución, en el cementerio de la Almudena, se encuentra la placa en el lugar donde fusilaron en el año treinta y nueve, a trece muchachas de las juventudes socialistas. Nos introdujimos con el vehículo hasta el mismo lugar de la pared donde se hallaba la placa, nos apeamos y observé conturbado cómo en pleno mes de Abril, el rosal a los pies del monumento, apenas había entallecido, apenas seis tistes capullos brotaban en el conjunto, de todas formas observé detenidamente todos los tallos e incluso las guirnaldas que había colgando alrededor, allí consumimos una hora tratando de desvelar el misterio sin lograrlo, abatido, le dije a Bernal que saliésemos del lugar.



 
No podía ser, me dije, Margarita no podía haberme dado una pista falsa, conocía lo suficiente de ella para darme cuenta que era yo el culpable de haber interpretado mal su palabra… de repente lo entendí.

- ¡Frena!

Me apeé recién sobrepasamos la puerta de salida del cementerio, allí mismo lo vi, una placa en la que indicaba el nombre de la vía: calle de las trece rosas, ¿Qué podía ser? ¿La cuarta alcantarilla, la cuarta baldosa o la cuarta farola?

Una alcantarilla… cuatro baldosas, nada, más adelante segunda farola, tercera y por fin la cuarta, al lado, el muro de ladrillos, desgastado por los años y las inclemencias mostraba un hueco donde algunos ladrillos faltaban y otros bailaban sueltos en su interior, los levanté y allí quedó un blanco papel doblado, lo recogí lo extendí y leí:

De las cuatro estaciones, en la pileta de la primavera, navega la solución.

Continuará...

miércoles, 13 de abril de 2011

Cruce de caminos


Cruce de caminos, Sotosalbos, comienzo del viaje tras las huellas del tuerto Pirón, una sombra tras el restaurante sirve para aparcar el coche, aunque hace fresco por lo temprano de la hora, nunca se sabe cuanto tiempo nos llevará visitar el pueblo.

Primera sorpresa, los tejados, que extraña disposición, falta la última fila de tejas, las tejas «a cobija», aquí se han eliminado o más bien se han obviado, habrá que indagar más adelante sobre este hecho. Al otro lado de la sierra, pueblos tan cercanos como Lozoya y Rascafría mantienen la disposición tradicional de los tejados.

Segunda sorpresa, las calles limpias, en los pueblos tan pequeños, no suele haber servicio de limpieza urbana, por lo que cualquier desperdicio que se tire al suelo, puede permanecer allí hasta la noche de los tiempos, mientras se va descomponiendo.

Caminamos por la calle principal, muy solitaria a pesar de la hora, sólo al final, nos encontramos dos ancianos sentados en sillas de enea.

- Buenos días, ¿el bar está cerrado?

Y ellos responden a la manera castellana, con toda la sabiduría de la tierra, no te responden a la pregunta, te dan la información directamente.

- Muy temprano vienen ustedes.

- Si, es que venimos a ver la iglesia.

- Pues aquí al lado la tienen.

- Muchas gracias.

Continuamos por la calle empedrada y cuando esta se ensancha, formando una plaza, surge serena, con una espadaña espigada y una galería porticada bien trabajada con buena conservación, dando razón al dicho, pueblo pequeño, iglesia grande. Por supuesto la puerta del templo está cerrada, aparte de los domingos, es complicado ver el interior de las iglesias en los pueblos pequeños, mejor, así tenemos excusa para volver otro día.

Los capiteles y canecillos, siempre me dejan inquieto, nos cuentan una historia que no sé descifrar, ¿habrá alguien que la conozca?

Le tomo la mano a mi mujer y seguimos paseando de vuelta al coche, vamos lentamente, disfrutando de la calma, del silencio, de un día de verano arrullado por una suave brisa que nos acompaña desde que llegamos, llegamos al coche y ella me pregunta.

¿Volveremos?

Volveremos.



Este relato participa en el I certamen de relatos cortos "De paseo por Sotosalbos" del blog Sotosalbos vive del maestro Tony Montón, por lo que desde aquí os pido que me apoyeis con vuestros votos, sólo teneis que entrar en el blog pinchando en el enlace y si os apetece votar por él. Gracias a todos.






lunes, 11 de abril de 2011

La trama gallega

Es raro ver a un inspector de policía utilizar un juego de ganzúas, pero en este oficio hay que aprender de todo y el amigo Goran, hace algún tiempo me dio una clase magistral de cómo abrir una puerta en menos de quince segundos, de todas formas, iba prevenido, hacía varios días que vigilaba la pastelería y sabía perfectamente qué tipo de cerraduras me iba a encontrar y además como no entraba en cabeza alguna que nadie pudiera entrar a robar en Lh… tampoco más adelante me iba a encontrar con detectores de proximidad.


Aunque ya pasó más de un siglo de su muerte, una vez abierta la puerta, eché un vistazo a mi alrededor, por si anduviera perro Paco como solía. Cerré con cuidado la puerta tras de mí, Goran estaría satisfecho de mis habilidades, se lo tendré que relatar, ahora se encontraba en Marbella y sólo admitía correspondencia epistolar, ¡Qué horror! Hacía siglos que no escribía una carta en papel, el ordenador y los correos electrógenos habían arrinconado a un oscuro lugar al papel, el bolígrafo y los sobres.

Rodeé el brillante samovar que en medio del local retrotraía a otros tiempos y me puse a buscar la entrada secreta. En el primer piso anduve tanteando las paredes del salón isabelino, incluso levanté los cuadros pintados por el antecesor del dueño, pero no obtuve éxito alguno, pasé al salón japonés y tampoco encontré alguna clave que me diera acceso a lo que buscaba.

Pero… un momento, algo no me cuadraba, había algo que salía de lo normal, en efecto eso debe ser, ¿Qué pinta una tarta de Santiago en aquel lugar? Hacía poco había visto en Internet un artículo realmente importante sobre su elaboración, por lo que enseguida me llamó la atención.

Levanté la tarta y en ese momento con un leve chasquido un panel de madera se descorrió dejando libre un hueco en el que cabía perfectamente una persona, me introduje con un suspiro de satisfacción, al fin y al cabo, no estaba equivocado, la logia se reunía aquí con toda seguridad, aunque con la derogación de la ley de represión de la masonería y el comunismo, hace tres años y medio no podría rascar nada por ahí, pero ese no era mi cometido, sólo buscaba a un masón en particular.

Con mi pequeña linterna de bolsillo iluminándome, fui avanzando por aquel estrecho pasadizo hasta dar con un amplio salón, bajo una bóveda estrellada, a los lados dos columnas y en el centro un atril ¿altar? Y poco más, detrás se entreveía una puerta y allí me encaminé, apenas pasé el umbral recibí dos golpes, uno en la mano que me hizo soltar la linterna y otro en la nuca que me hizo perder el sentido.

No se molestaron en desplazarme mucho, en la calle de la Victoria recuperé el sentido, lástima que me dejaran encima de las bolsas de basura y desperdicios de los restaurantes anejos, por lo que mi aspecto no era de lo mejor, un lógico dolor de cabeza me atenazaba, por lo que la primera pared a la que logré sujetarme fue mi tabla de salvación, hasta que todos los edificios dejaron de bailar una danza alocada alrededor de mi cabeza.

Medianamente repuesto, me encaminé tambaleante hacia la carrera de San Jerónimo, donde por poco me atropella un autobús.

- ¿Pero estas tonto ou qué?

Levanté los brazos, en un burdo intento de parar un golpe que no se produjo, sólo conseguí balbucear:

- Policía, siga a ese coche.

- Desde luego si que estás tonto, ¿Onde hay un coche?

Tenía toda la razón del mundo, a las tres de la madrugada, un día laborable en un Madrid sacudido por la crisis y el paro, no sólo no circulaba ningún vehículo, sino que no se veía un alma por las calles, aunque fuera en las vías más céntricas de la ciudad.

El conductor del bus abrió la puerta del vehículo y apenas pude acceder a su interior, pues enseguida caí de rodillas y vi con reprimida sorpresa que el conductor era una mujer.

- Pobriño, pero si tienes la cabeza llena de sangre ¿Qué pasou?

No sólo era mujer, además era gallega, ninguna de las dos cosas en sí eran malas, pero algo me decía que la noche y sus sorpresas aun no habían terminado para mí, primero la tarta de Santiago en el salón japonés y ahora la conductora del autobús también gallega.

- ¿De donde eres?

- De Galicia ¿O es que no se nota?

- Ya lo noto, ¿Pero de qué parte de Galicia?

- Si home, a ti te lo voy a decir, no tenemos tanta confianza para ello, que ya me lo dice mi madre, ten cuidado con los homes, que no hay ninguno bueno salvo tu pai y de Madrid, ninguno porque tu pai era de Ribadeo.

- Está bien, no te sofoques, llévame aquí al lado por favor, ¿Sabes donde está el Buho bizco?

- Y claro ¿Pero non sería mellor llevarte al hospital? Las heridas en la cabeza siempre dan problemas, me lo dixo mi tía que iba para meiga.

- ¿Y qué le pasó para no llegar?

- La quemaron

- Pero bueno, si hace cientos de años que no se quema a las brujas.

- O que pasó es que haciendo una queimada, se le cayó encima la olla, pobriña.

En medio de esta discusión, no me di cuenta que varios individuos se habían bajado de un todoterreno, embozados y armados con pistolas, rodearon el autobús.


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