jueves, 17 de febrero de 2011

El botón rojo (I)

Apuré de un trago mi tercer cubata, mientras con la otra mano le hice un gesto como de escritura a Thomas, para que me lo apuntara todo a mi cuenta, en el Búho bizco tenía cuenta abierta para mis consumiciones, aunque este mes, esta empezaba a tomar dimensiones preocupantes, tanto para solventarlo con mi próxima nómina, como para los efectos que estaban produciendo a mi hígado.

Acababa de recibir el aviso, que a un par de manzanas había aparecido un cadáver con signos de violencia, maldije mi perra suerte, esto solo sucedía en mis guardias, para los demás inspectores toda su preocupación consistía en discernir al final de su turno, cuantos carteristas debía presentar al juez o si los ponía en la calle de nuevo, después de administrarles un merecido soplamocos.

Saludé con un displicente gesto al agente que protegía que nadie rebasase el cordón de seguridad y con una mirada adusta pedí novedades a Bernal, mi subinspector adjunto.

- Buenas tardes jefe, un navajazo en el hemitorax izquierdo, mortal de necesidad.

- ¿Tenemos al que lo hizo?

- No, y por supuesto nadie ha visto nada, todos ciegos y mudos.

Me acerqué al fiambre a echarle una ojeada, no se apreciaba nada en particular, un gris muerto en una gris calle de un barrio gris. Me di la vuelta a escuchar como explicaba el agente que lo encontró que todo se debía a una llamada anónima avisando del hallazgo.

Sería el sexto sentido que cada uno en su profesión solemos tener, pues no se por qué me di la vuelta de improviso, pero así lo hice y por eso le descubrí agachado junto al cadáver.

- ¿Pero niño, qué haces ahí?

Sorprendido me miró y entonces me di cuenta de mi error, aquellos ojos no eran de un niño, eran unos ojos pequeños, duros, perfilados en el rostro de una manera cruel, severos y firmes, esa fracción de tiempo que duró mi sorpresa fue lo que hizo que se me escabullera, pues de un salto salió disparado calle abajo a toda velocidad, en cuanto me repuse, hice lo mismo detrás de el, con la desesperación del que sabe que no va a conseguir su objetivo, aunque mi vida dependiera de ello, sabía que jamás le alcanzaría.

A pesar de todo esto, continué persiguiéndole varios minutos y calles más, hasta que por fin, giró a la derecha y al hacer yo lo mismo, me encontré con la nada.

Semiagachado para recuperar el resuello, con las manos sujetándome las rodillas, no podía dar crédito a su desaparición, no me llevaba tanta ventaja como para no haber visto como se hubiera escondido en un portal, ni para haber llegado al final de la calle, a pesar de todo, revisé cada portal y cada ventana de la calle con el mismo resultado, todos estaban cerrados e y las ventanas con su correspondiente reja, por ahí no había solución al enigma.

Regresé cabizbajo al lugar del crimen, donde me encontré con la mirada atónita de los presentes.

- ¿Dónde iba con tantas prisas jefe?

- ¿Pero qué pasa, no habéis visto al enano?

- ¿Qué enano jefe?

- ¡La madre que me…! Pues al enano que estaba junto al fiambre y echó a correr.

- Le juro jefe que aquí nadie ha visto a ningún enano.

La cara de los demás agentes así lo certificaban, al parecer yo era la única persona que lo había visto.

- Que curioso… mire lo que hay aquí jefe, esto antes no estaba.

Bernal se agachó ante el cadáver y con su mano enguantada extrajo un pequeño objeto que había encima del cadáver, extendió la palma de su mano y allí se encontraba un pequeño botón de color encarnado.

- Mírelo jefe, esto antes no estaba, se lo juro

- ¿Seguro?- Pregunté algo amoscado.

- Seguro jefe, mire mis notas si quiere.

Efectivamente, revisé sus notas, así como las del agente que descubrió el cadáver y no indicaban la existencia alguna de dicho elemento en el lugar del crimen.

- Mire jefe, a ver si era verdad lo del enano y ha sido él, el que lo ha puesto encima del muerto.

- Pero estúpido, ya te he dicho que el enano existe de verdad.

La llegada del juez de guardia, evitó que hiciéramos más elucubraciones al respecto del jodío enano, a partir de entonces todo siguió el triste ritual del levantamiento del occiso con destino al Anatómico Forense, partido este, allí quedamos Bernal y yo frente al lugar de los hechos.

- En América, todo esto tiene un halo de romanticismo, detrás del cadáver siempre queda una silueta pintada con tiza.

- Desde luego, tiene usted cada ocurrencia, jefe.

- Bueno, vámonos para comisaría, hay mucho papeleo por hacer.

- Espere un momento que me está sonando el móvil. –Si, dígame… Bien… Entiendo… Vale… Vamos para allá. Jefe, lamento fastidiarle la noche, pero hay otro fiambre.

- Maldita sea mi estampa, tener un crimen ya es malo pero tener dos… y a dos horas del fin del turno.

Salimos disparados en el coche patrulla, al parecer el crimen era distinto, un individuo que a la salida de un garito es tiroteado por un par de sicarios que le esperaban dentro de un coche.

Las luces azules parpadeando nos guían al final del recorrido, nos acercamos lo más que podemos a ese maremágnum de coches de policía, curiosos y gentuza varia que puebla ese distrito de las afueras de la ciudad, incluso un avispado periodista me espeta poniéndome un micrófono en mi boca.

- Inspector Gracia, ¿algo que declarar?

- Si, que me cago en tus muertos.

Y de un manotazo le arranco el micrófono de las manos tirándolo al suelo, donde mi subordinado Bernal, remata la acción pisoteándolo a continuación.

- ¡Esto es un atentado a la prensa libre!, ¡Me quejaré a sus superiores!

- Me cisco en ti y en ellos. –Fue mi desabrida respuesta y es que a estas alturas de la tarde mi humor era de perros, sabiendo que me quedaban muchas horas de trabajo fuera de mi turno para terminar todo el papeleo que se me avecinaba.

- ¿A ver, qué tenemos aquí? –Troné en dirección al primer agente que vi.

- Varón, alrededor de cuarenta años, por sus rasgos se deduce que es de procedencia hispanoamericana, dos disparos en el pecho y uno en la cabeza, le dispararon desde un vehiculo que se dio a la fuga, hasta el momento hemos encontrado ocho casquillos, calibre nueve milímetros, después lo de siempre, nadie ha visto nada, nadie oyó nada.

Después de escuchar el informe, me dirigí al finado, no vi nada en particular, una fea herida de bala en la cabeza, de la que corría un hilillo de sangre que corría por la acera, para morir en una alcantarilla, era lo más aparente, pero… un momento, esto no es sangre, me arrodillé y observé junto al orificio de uno de los disparos del pecho un objeto que no debiera estar allí, ¡efectivamente! Un botón rojo intentaba camuflarse entre la sangre de la camisa, me puse rápidamente un guante y lo recogí.

- Bernal, ¿Tienes el otro botón?

- ¿Qué botón jefe?

- ¿Qué botón jefe? –Repetí a mi vez, en son de burla. –¿Pues que botón va a ser? El del otro muerto.

- Sissssi, claro –Acertó a farfullar.

- ¡Maldita sea mi estampa y el día que se me ocurrió escoger esta jodida profesión! ¡Son idénticos!

No me dio mucho tiempo a abrumarme con mi sorpresa, pues allí mezclado entre los curiosos, se encontraba el enano.

- ¡Alto! ¡Detenedle! ¡Detengan a ese enano!

Y salí disparado como poseído por el diablo, en la dirección en la que alterado por mis gritos, el enano se escabulló. A trompazos aparté a la gente que se arremolinaba alrededor y me estorbaba en la persecución, desplazado el último estorbo, observé a unos veinte metros delante de mí al enano corriendo por la calle...
 
Continuará.
 
 
 
El final del relato el lunes próximo
Muchas gracias a Javir y a su blog: Al sol , por permitir introducirme en el  maravilloso mundo creado por su fertil imaginación, desde aquí prometo liquidar la deuda que mi protagonista mantiene en el Buho bizco.
 
 

8 comentarios:

  1. Nada como una buena historia de polis...siempre tiendo a encajarlos en los años 50, en blanco y negro y con mucho humo del vapor de las alcantarillas y del eterno cigarrillo....a lo Philip Marlowe.

    Un beso, estoy deseando seguir leyendo.

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  2. Es un honor para mi y una alegría para Thomas -otro cliente- que arranques tu relato en el Búho Bizco. Lo que no me gusta es que me dejes -nos dejes- en vilo hasta el lunes

    Un abrazo, y gracias por la mención de mi blog

    PD.- Olvida la cuenta del Búho, ya me encargo yo.

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  3. Hola José Antonio o tengo que decir; inspector Gracia?
    Vamos a ver lo del enano me tiene mosca pero hay que algo que me llama la atención; primer asesinato con arma blanca y segundo por arma de fuego...deduzco que para el tercero el homicida usara otro método distinto. Esa puede ser una clave del hilo conductor de asesino.

    No me gustan las películas que no tienen un final,pero esta vez tu historía me tiene enganchado sólo espero que no tenga una tercera entrega y nos tengas más tiempo en vilo.

    Un abrazo para ti y otro para Javir, quién sabe si algún día nos encontremos los tres tomando una cerveza (sin alcohol) en el buho bizco

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  4. Parece un capítulo de Ley y Orden... me ha gustado

    Esperaré impaciente que continúe la historia.

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  5. Intrigante, muy intrigante inspector Gracia. Los buenos relatos siempre se me hacen cortos, nos vemos el lunes pues. Un abrazo.

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  6. vaya!! admirable.

    Qué bueno, espero leer el próximo lunes la continuación de esta trepidante historia policíaca que tan bien recreas con tus palabras y secuencias. ¿Qué relación guardarán los dos asesinatos con el liliputiense, o mejor el enano -ya está bien de utilizar circunloquios y perífrasis para nombrar las cosas y personas...-?.

    Es de lo mejor esta lectura, te lo aseguro.

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  7. Hola José Antonio. Ya estoy contando las horas para ver como sigue este fabuloso e intrigante relato. Un abrazo.

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  8. Aguardo o próximo capítulo deste conto policial.

    Grande abraço.

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