miércoles, 23 de febrero de 2011

Perfidia

En el atávico Juke-Box que nadie sabía por qué todavía sobrevivía en un rincón del Búho bizco, sonaba “Perfidia”.

Nadie comprende lo que sufro yo, canto pues ya no puedo sollozar, solo temblando de ansiedad estoy, todos me miran y se van.

- Sólo me faltaba esto. –Musité mientras apuraba de un trago mi enésimo güisqui.
La tarde se iba espesando cada vez más, una negra tormenta de verano, se iba abatiendo sobre la ciudad, provocando que el asfalto acalorado por el sol de la mañana, al caer las primeras gotas, hiciera levantarse una espesa humedad que hacía que los pantalones y la camisa se me adhirieran al cuerpo, formando una segunda piel. Un torpe y a veces chirriante ventilador colgado del techo, hacía torpes intentos por aliviar un calor, del que haría falta la llegada de varios meses, para que nos abandonara.
- Thomas, ponme otro. –Dije con mi voz embrollada.
- Inspector, aunque vaya contra mi negocio, debo decirle que hace un par de güisquis, que sobrepasó la barrera de lo que es un pedete lúcido y esto lleva visos de convertirse en una borrachera de órdago.
- Tu pónmelo, que yo controlo.
- Como diga pero…
- La culpa la tiene esa jodida música que pones, me lleva a otros tiempos, viejos tiempos, dolorosos tiempos…
La conocí en un banquete, no sé si de boda, bautizo o comunión, era lógico, yo nunca me habría movido en sus ambientes, allí estaba ella, espléndida bajo una pamela que encumbraba un vestido blanco de un conocido diseñador de moda, creo que estuve media celebración embobado mirándola, era un imán para mis ojos, lo peor de todo es que ella se estaba dando cuenta y se reía, y cuando lo hacía el mundo se paraba, era algo extraño para mi, nunca lo había sentido por nadie, cuando ella miraba para mi lado, azarado, me entretenía en hacer pelotillas con la miga del pan, por lo que no vi lo que se me avecinaba.
- ¿Te importa que me siente? Así podrás mirarme a gusto sin forzar la vista.
- Ssssi, ssientate.
- Pareces una serpiente con tanto siseo, ja ja ja
- Que graciosa que eres. – Repliqué conturbado. – Lo que pasa es que no te esperaba.
- Si, ya me he dado cuenta, sobre todo porque no parabas de mirarme.
- ¿Y tú que sabes si te miraba a ti?
- ¿Hay otra más guapa en la dirección donde mirabas?
Volvimos los dos la cabeza y detrás de la mesa donde hasta hace un momento ella estuvo sentada, sólo se encontraba un grupo de abuelas, con airosos vestidos floreados. Estallamos los dos en una franca carcajada, después vinieron las presentaciones, como ya imaginaba, ella vivía en el barrio “bien” de las afueras, su padre era un importante empresario de la industria del cine, había levantado un imperio de la nada y veía con ojos hoscos a cualquiera que se acercara a su hija. Como no nos interesaban los bailes de salón que a continuación comenzó la concurrencia a ejecutar, salimos a los jardines y allí en un banco entre los parterres, estuvimos charlando el resto de la tarde.

Mujer, si puedes tu con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de adorar…

Como el destino nos había reunido, decidimos seguir viéndonos, siempre que los estudios nos lo permitieran, ella estudiaba arte y decoración y yo me preparaba para entrar en la policía, siempre que podía, quedábamos en territorio neutral para tomar un café, pues con mi escaso peculio era incapaz de llevarla a sitios de mayor postín, ahora suena raro, pero entonces no se hubiera concebido que una chica hubiera pagado una consumición, cosas de los tiempos.


Eso a ella le dolía algo, de vez en cuando hablaba de sus aspiraciones, de sus grandiosos proyectos en la que ella vivía en fastuosos palacios con sirvientes atentos a sus mínimos deseos, con los mejores modistos vistiéndola y codeándose con lo mejor de la jet-set. No la hacía mucho caso, aunque empezaba a pensar que en el guión de sus sueños no había ningún papel destacado para mí, me conformaba con el día a día de estar junto a ella, mi corazón sólo latía a su compás y los días que no podíamos estar juntos me parecían vacíos y grises.
Así estuvimos dos años. En verano ella desaparecía en pos de sus padres, veraneantes destacados de la fauna mallorquina, donde un remozado yate les trasladaba de cala en cala, junto a las estrellas del celuloide, clientes agradecidos de su padre, después del verano ella venía cambiada, extraña, algo la rondaba por la cabeza, me hablaba de jóvenes vestidos con suma elegancia que la rondaban como moscones, ella confesaba que no les cerraba las puertas y se dejaba abordar coquetamente uno y otro día, en un juego coqueto.
Confieso que esas narraciones me ponían furioso, los celos me hacían enrojecer de rabia, pero procuraba disimularlo delante de ella, me llenaba el corazón de un gran dolor, pues sabía que poco a poco la iba perdiendo, ¿Qué podía ofrecer un triste policía ante el mundo de oropeles y lujo que se abría delante de sus ojos?

Y al mar, espejo de mi corazón, las veces que me ha visto llorar la perfidia de tu amor…

Un día, por fin me lo dijo, no podíamos seguir juntos, su padre había hablado con ella y lo había puesto todo muy claro, coincidiendo con el fin de su carrera universitaria, su padre la mandaba a Milán a aprender con el mejor artesano del gremio internacional, después había hablado con personas que la ayudarían en sus proyectos, entre los que desgraciadamente, no tenía cabida yo.
Así me quedé aquella tarde, sentado en el filo de una jardinera en una plaza, donde todo se detuvo a mi alrededor, los niños, las palomas, los coches, nada tenía sentido ni movimiento, sólo unas ganas terribles de llorar y mi lucha por contener esas traidoras lágrimas que pugnaban por abatirme del todo.

Te he buscado donde quiera que yo voy y no te puedo hallar, para qué quiero otros besos si tus labios no me quieren ya besar…

- Y ahora, sírveme otro güisqui, que me lo he merecido, sobre todo, porque después de esta charla tengo la garganta seca, tan seca como el alma de esa pérfida que emborronó dos años de mi juventud.

Y tú quien sabe por donde andarás, quien sabe que aventuras tendrás, que lejos estás de mí…




Soy un privilegiado, lo reconozco y seguro que daré mucha envidia por ello, y es que Javir, me permite seguir utilizando sus personajes creados por él, aunque sea como en esta ocasión como paño de lágrimas, por si no habéis tenido la oportunidad de conocerlo, pinchad en el enlace de su blog, merece muy mucho la pena: El sol

16 comentarios:

  1. Gracias José Antonio por tu presencia esta tarde en las "charlas", gracias por tus relatos y por nuestra incipiente amistad.

    Un abrazo.
    Pedro. Zorro Corredero

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  2. É sempre um prazer vir aqui e ler seus contos.

    Um beijo imenso, Jose!

    Gostei muito do cenário das árvores no blog... Uma atmosfera nebulosa, deliciosa...

    Felicidades.

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  3. Todo se recupera, menos el tiempo perdido y la juventud. Pero también quiero decir que momentos vividos placidamente no hay que pensar, al cabo, que ha sido tiempo perdido, a veces hasta el sufrimiento merece la pena recordarlo para notar la diferencia cuando estamos bien y no lo apreciamos como es debido. Un abrazo.

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  4. Cuando hice click llevado por la increible imagen del tacon en el corazon, pense, erroneamente que el texto no mejoraria esa imagen. Y el texto es mucho mejor que la imagen. Un saludo.

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  5. Y tu quien sabe por donde andarás...
    Seguro que en Buho bizco charlando animadamente con Javir. Un día de estos nos encontraremos todos allí.
    Pago yo.
    Muakkkkkk maestro.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Hola José Antonio.
    El amor rompe barreras si las personas no están dispuestas a romperlas es que no es amor de verdad..., ella hubíera vuelto a por el inspector Gracia por encima de todo.
    ¡Bienvenida sea la inspiración para recrear tus relatos... Javir te ha enviado una musa envuelta entre bits con sus personajes.
    El relato me ha encantado.

    Montse, este verano hay que alquilar un autocar y todos al Buho Bizco!!
    Un abrazo

    Repito el comentario...que mal descanso he tenído hoy.

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  8. Y yo que te atribuia el mérito a ti...

    Genial J.A

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  9. Una historia tan fantástica como realista. Me gustó mucho.

    Besos.

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  10. Hay canciones canallas...me he pasado por el Búho Bizco para comprobarlo.

    Un abrazo. Magnifico relato.

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  11. El inspector no sería tan bueno, no habría agudizado sus sentidos y convertido en un inminente rastreador, explorando y analizando detalles de haber permanecido al lado de aquella chica de bien, dedicada al mundo del cine...

    un placer leerte.
    y a tu amigo Javir, escribe con una soltura y naturalidad pasmosa.

    un abrazo.

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  12. Apu lo del autobús está hecho...yo de conductora jejeje

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  13. Delicioso, como sempre.

    Um abraço,
    paulo

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  14. Un relato muy romántico, si señor, y muy bien hilvanado al compás del bolero. Buen detalle el de las bolitas con miga de pan. Sensacional

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  15. Siempre es un placer leerte. Como siempre me ha gustado.
    Un saludo.

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  16. Enhorabuena, sigues despertando, inquietando, proponiendo sensaciones hasta la última sílaba...
    Un Beso querido amigo.
    Loli

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