Como todas las tardes, iba a buscarla al
instituto, me tomaba un poco a guasa el esperarla en la puerta, ya lo había
hecho antes cuando salí con Montse, ¿No había otro instituto en Madrid para que
asistieran mis novias? Aquella aventura no terminó bien, por lo que tocaba
madera cada vez que la recordaba.
La hora de la salida llegó y después de mil
rostros femeninos desfilando delante de mí, ella apareció regalándome su mejor
sonrisa, la besé arrobado y acaricié como siempre sus dorados cabellos que me
volvían loco.
Enlazados por la cintura enfilamos como casi
siempre hacia Colón, allí nos esperaba, una vez sorteado el laberinto de
piedras que otros llaman esculturas de estilo moderno, el banco donde nos dábamos
novedades de lo que nos había acaecido a mí en el trabajo y a ella en el
instituto, desde la última vez que nos separamos.
Me encantaba verla la cara según me hablaba y
me contaba los chismorreos sobre sus compañeras y profesores, otras no tanto,
pues ponía a prueba mi ignorancia por haber abandonado los estudios hace algunos
años, su padre siempre que podía me mortificaba con ello, yo pensaba que no
hacía falta que me dijera lo maravillosa que era su hija, cosa que yo ya sabía,
sin que me abatiese de aquella manera intentando poner en evidencia la gran
cultura de su hija frente a la mía.
Según pasaba el tiempo, las hormonas entraban
a chorro en mi torrente sanguíneo, por lo que los espacios entre besos se
fueron reduciendo y mi mano buscó su cintura dentro de su calido abrigo, así
abrazados, notaba tan cerca de mí su calor que me sentía la misma persona que
ella, éramos un solo ser, como los dos viejos fresnos del soto, allá en la
sierra, retorcidos uno con el otro, formando al final un solo árbol donde no se
distinguía división alguna entre ellos.
Rezaba para que la tarde no tuviera fin, que
no dieran las diez y tuviéramos que separarnos hasta el día siguiente, esas
horas eran la más triste condena que a alguien le pudieran sentenciar.
Cuando lentamente mi mano iba subiendo poco a
poco por su busto, el corazón siempre se me aceleraba hasta límites
insospechados, el desabrocharla el botón de la camisa era una gesta epopéyica,
la mano me temblaba y era incapaz de pasar el botón a través del ojal, me
pasaba igual en el río, cada vez que tenía semiaprisionada una trucha en alguna
roca, algunas veces los temblores me hacían perder la presa, afortunadamente,
después de un sentido suspiro, conseguía mi objetivo, y el botón dejaba el paso expedito hacia mi objetivo final.
Con la yerma de mis dedos, me detenía un
instante en acariciar y sentir aquella piel tan suave en el hueco entre los
pechos, sentía pasar a través de las yemas, sus acelerados latidos y la tibieza
de aquella zona.
- ¿Por qué os interesa tanto a los
hombres el pecho de una mujer?
- El destete, a los hombres nos
deja traumatizados y suspiramos por volver a encontrar aquellas sensaciones,
como decía mi profesor de religión: pulvis
eris et in pulverem reverteris, del polvo venimos y a el regresamos siempre
que podemos.
- Tonto, eso lo dice La Trinca. – Reía
alegre mi ocurrencia.
Me alegraba que ella no pusiera coto a la osada
incursión de mi mano, era Febrero, un frio Febrero que amanecía casi todos los
días con el mercurio sin remontar los cero grados, por la tarde tampoco
conseguía subir mucho más en la escala, pero allí abrazados y con nuestros
escarceos, sentíamos un calor interno que nos hacía tener las mejillas
coloradas.
Mis dedos poco a poco fueron buscando la
turgencia de su pecho guiados por la suave tela del sujetador, hice un
movimiento casi de barrena para introducirlos por debajo de la prenda afortunadamente
lo suficiente flexible para permitirlo, ella estaba bien provista de
redondeces, era un hecho que me volvía loco, a mí y a todos los chavales
veraneantes de la sierra, sonreí con orgullo pensando en ello, con tantos
pretendientes fui yo el que consiguió enamorarla.
Milímetro a milímetro avanzaba buscando el
tesoro que me aguardaba, un mutuo suspiro nos indicó que lo había logrado, allí
estaba entre mis dedos, un suave botón sonrosado al que mis labios añoraban,
pero no era de noche en el campo como aquella vez que lo pude saborear, en esta
circunstancia, nos teníamos que conformar con que lo rozase con mis dedos con
una suavidad casi etérea formando leves círculos sobre él y en algunas
ocasiones sobre la aureola, para entonces nuestras bocas llevaban unidas una
eternidad formando con nuestras lenguas mil arabescos. ¿Por qué cuando las
mujeres están excitadas tienen el interior de la boca más suave si cabe?
¿Era de día o de noche? Nunca lo hubiera
adivinado, hace siglos, creo, que cerré los ojos poniendo en mi mente solamente
la imagen de su rostro, no existía en el mundo otra realidad más que ella, si
hubiese llegado el fin del mundo, no me hubiera importado acabar mi existencia
así.
Poco a poco la cordura volvió a nosotros, mi
mano sin retirarse del objeto del deseo, descansaba abrazando más que
sujetando, toda aquella semiesfera, la miré a los ojos y sonreí.
- ¿De qué te ríes?
- De nada, de verte, estás muy
guapa.
- Que raro que me eches piropos,
no eres muy dado a ello.
De golpe la realidad se abatió sobre
nosotros, las diez menos cuarto daban en la casa de la madrastra de la
Cenicienta, en el reloj de la bruja de Hansel y Gretel y en todos los relojes
de los malvados que nos querían estropear nuestro cuento de hadas, abatidos,
recompusimos nuestras figuras, aguantamos un instante a que nos bajasen
nuestros ardores, ella para mi tristeza volvió a llevar el botón a su lugar al frente
de sus otros hermanos que habían quedado indemnes por aquella vez, nos tomamos
de la mano y enfilamos para la boca de metro más cercana, en la intersección de
los caminos nos volvimos a besar por última vez aquel día, ella para Avenida de
América, yo para Bilbao donde transbordaría, se dio la vuelta y echó a andar.
Al mirarla, según se iba alejando, me iba
dando cuenta que no era para mi, aquello no tenía solución, sabía que tarde o
temprano, maduraríamos y saldríamos de nuestras vidas el uno del otro sin
remisión.
Pues realmente es una nueva faceta de ti la que nos muestras y tonta de mí! la desconocía por completo.
ResponderEliminarMe gusta mucho la forma en la que detallas cada momento, los ejemplos y las metáforas que utilizas. Tienes tu propio estilo, romántico. No creo que tengas que envidiar a nadie, al contrario, ya quisiera yo tener tantos recursos lingüísticos!
- ¿Por qué os interesa tanto a los hombres el pecho de una mujer?
ResponderEliminar- El destete, a los hombres nos deja traumatizados...
Por ponerle un poco de humor a un relato fantástico, te diré que algunos hombres siguen siendo unos mamones...
Hola José Antonio.
ResponderEliminarEl aire de la sierra te ha sentado de maravilla.
Ya me gustaría tener tu frescura relatando las cosas. Por desgracia mi memoria comienza a borrar archivos dejando espacios y abandona en la oscuridad, entre otras cosas maravillosas, muchos bellos recuerdos de la niñez. Creo que la culpa la tiene este ritmo de vida tan frénetico que no da un respiro.
Un abrazo
Ummmm ... que añoranza!!!
ResponderEliminarCrees que todos fuimos jovenes alguna vez???
Algunos ya nacieron así de adultos???
Me gustan tus relatos, este me ha hecho evovar tiempos pasados.Yo si fui joven alguna vez... y sabes lo peor??? Aún me siento joven!!!
Gracias por tus comentarios y muestras de interes.
Pero no temas... amenazo con volverrrrrrr!!!!
Saluditosssssssss
Quizá sea mejor saber que uno no es para el otro antes de que sea tarde ¿no crees?
ResponderEliminarPero a ciertas edades no se piensa, o no se quiere pensar en ello.
Un saludo.
Me has metido un chute de recuerdos en mi cabeza...esos sujetadores, esos condenados cierres...¡cuántas veces hemos maldecido al tío que inventó los cierres de los sujetadores..!!!
ResponderEliminarSe dice que la liberación de la mujer comenzó cuando abandonó el sostén. ¡y una leche!, fue la liberación de los novios salidos.
Un abrazo
Sí, esa adorable torpeza en las manos entonces, qué hermoso que entonces asociases ese pecho con una trucha recién pescada, mojada y culebreante, viva, qué caudal de sensaciones revividas en ese banco. Un texto evocador precioso, José Antonio.
ResponderEliminarSaludos blogueros
Qué bonito José Antonio. Sea ficción o realidad, puede llegar a ser tan real y cierto, puesto que tus palabras crean una imagen segura y evidente de lo que intentas transmitir. Toda esta perorata para escribir: me encantó jajaja. Lo sé, soy poco original...
ResponderEliminarun abrazo
Fantastico como siempre.
ResponderEliminarEstá maravilhoso!!!!
ResponderEliminarA carga de sensualidade e verdade tornam este conto delicioso, merecedor de "+1" no meu Google + e "like" no meu Facebook.
Abrazo
Bello y con un gran estilo para escribir, excelentes metáforas y muy real. Felicitaciones. Me encantó visitarte. Te sigo. Un abrazo.
ResponderEliminarbuenas, artista. Paso a saludarte, leer tu última entrada y comentarte que por el momento me mudo a blogger. Puedes visitarme en: http://donairegalante.blogspot.com/
ResponderEliminarte espero, un abrazo
Ternura, sensualidad ¿donde está mi Jose Antonio delos relatos de intriga? le hecho un poco de menos, aunque tengo que reconocer que me sorprendió agradablemente esta entrada. Besos.
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