martes, 3 de abril de 2012

La imagen del asesino


De nuevo otro crimen sangriento, parece que últimamente todos los criminales más sanguinarios han salido de su abyecto cubil para llenar de sangre y dolor las calles de la urbe. Esta vez un pequeño industrial, empresario de una agencia de mensajería había sido asesinado en el interior de su local, éste a pesar de su enjuto y escurrido cuerpo, había creado un enorme charco de sangre a su alrededor, junto a él sus gafas habían sido pisoteadas con saña, haciendo mil añicos los lentes y una figura imposible de reproducir la montura de pasta.

-          ¿Y bien Guillen*? –Pregunté a mi subalterno.

-          Varón, cincuenta y cuatro años, presenta herida incisa en el vientre de catorce centímetros, con evisceración, afectando a varios órganos, mortal de necesidad, hora aproximada de la muerte las 22 horas de ayer.

-          ¿Testigos?

-          Nadie oyó nada ni vio nada, las persianas estaban echadas y el finado trabajaba regularmente hasta muy tarde por lo que nadie lo echó de menos, a veces se quedaba trabajando toda la noche, por lo que su viuda no lo echó de menos; lo descubrió el primero de sus empleados al venir a trabajar a las ocho de la mañana.

-          ¿Posibles enemigos?

-          Estamos hablando con los empleados, y francamente, les falta muy poco para empezar a descorchar champán

-          ¿Tanto lo apreciaban?

-          Imagínese, al parecer lo llamaban “Gárgamel” era un explotador según sus palabras, once horas de trabajo a toda pastilla por ochocientos eurillos.

-          Es lo que tiene la reforma laboral, enséñeme un mileurista si lo encuentra.

-          ¿La viuda?

-          Deshecha, se acaba de marchar al Corte Británico a comprarse unos trapillos para celebrarlo.

Dejé este diálogo que me empezaba a aburrir y eché un vistazo al local, detrás del mostrador lo de siempre, ordenadores y papeles descolocados sobre las mesas, en un rincón, sobres y paquetes esperaban su distribución y entrega.

-          ¿Los empleados dónde paran?

-          En el bar de al lado señor inspector.

Allí me dirigí, dentro haciendo un ruedo, se hallaban tres recepcionistas y cuatro mensajeros, dentro de su comprensible dolor por la pérdida sufrida, bailaban “Paquito chocolatero” con un énfasis realmente conmovedor. Uno de ellos, el más bebido a pesar de la hora cantaba desaforadamente:

Ya se murió el burro de la tía "Vinagre", ya se lo llevó Dios de esta vida miserable. Que tururururú, que tururururú

Intentaron enlazar una conga conmigo como cabecera, pero con un hábil juego de cintura conseguí zafarme de aquellos locos cercanos al coma etílico. A su lado, bastante más despejada pues estaba en estado de buena esperanza, se hallaba una  de las secretarias, me acerqué a ella confiado en conseguir respuestas.

-          Veo que están contentos.

-          Tienen sus motivos, el no tener que soportarle tiene mucho valor, aunque mañana con la resaca recapacitarán y verán el futuro algo más gris.

-          ¿Y eso?

-          La viuda venderá la empresa en cero coma, ella también padecía su mezquindad, en cuanto recoja los millones ¡Baden Baden!

-          ¿Quién se alegra especialmente de su muerte?

-          Pregunte más bien, quien no se alegra, seguro que encontrará a menos gente, todos le odiábamos, su viuda, los trabajadores, los clientes hasta la dueña del quiosco de prensa, y eso que no compraba el periódico.

-          ¡Qué barbaridad! No voy a tenerlo fácil para encontrar al culpable.

-          Seguro que no, y por nuestra cuenta no va a encontrar facilidades, todos bendecimos al autor.

-          Veo que tampoco lo apreciaba.

-          Yo me limitaba a hacer mi trabajo, pero he visto y oído muchas cosas, las suficientes para no tener compasión de él, pero no piense que uno de nosotros lo hayamos matado, si hubiéramos sido más valientes, nos habríamos marchado de la empresa, pero fuimos cobardes y nos quedamos, aquí, lo suficientemente cobardes para ser incapaces de pergeñar un crimen.

Nuestro diálogo fue interrumpido por la llegada de la viuda, lo colegí al verla entrar cargada de bolsas de el Corte Britano, le fui presentado por la amable secretaria.

-          Vaya, parece que el negro para el luto ya no está de moda.

-          ¡Qué gracioso es usted señor inspector! Son cuatro trapitos que he comprado para los consiguientes actos que llegan.

-          Me hago a la idea, no sé si acompañarla a usted en el sentimiento.

-          Como usted guste, pero que sea rápido que tengo hora en la peluquería.

-          Solo una pregunta ¿Quién puede odiar así a su marido?

-          Ya le habrán dicho estos (señalando a los empleados que ahora hacían una especie de ciempiés todos arrodillados en el suelo del bar) que habría seguramente cola para despachar a mi marido, si la gente hubiera tenido pelotas, pero claro, hay pocos hombres en el mundo, aunque yo me propongo buscar a uno de verdad ahora.

-          Encomiable proyecto, señora mía ¿No estará ocultando algún nombre por pura simpatía?

-          En honor a la verdad y a la justicia, la única persona capaz hubiera sido un ex empleado, un jefe de equipo que tuvimos muchos años, hace un tiempo a mi marido le dio por hacerle la vida imposible, el pobrecito aguantó hasta lo indecible durante casi dos años fue un sinvivir, hasta que le plantó cara a mi marido, le sacó los cuartos y se largó ¡Ole sus huevos!

-          ¿Recuerda su nombre y dirección?

-          Si, como no, dele recuerdos de mi parte cuando lo vea y dígale que no le guardo rencor, dios le bendiga.

Fue entonces cuando las cosas se empezaron a torcer, no sabía el por qué pero aquella filiación no me era del todo desconocida, había algo que me desconcertaba, que embarullaba mi cabeza y me decía que nada bueno iba a sacar de aquello, pero el sentido del deber que siempre me acompañaba, despejó aquellas dudas que me asaltaban, me monté en el coche patrulla y le indiqué al conductor la dirección de destino, sin que los densos nubarrones que me acompañaban me dejaran meditar tranquilo.

Según nos íbamos acercando al barrio de Vallecas donde vivía el sospechoso, una sensación de “deja vu” iba creciendo dentro de mí, esos árboles, los baches, las calles llenas de inmigrantes, todo ello me hacía pensar que me encontraba dentro de un sueño mil veces repetido, intentaba pensar en mi niñez pero no lograba recordar nada, era como si mi pasado se hubiera borrado de un plumazo, como si fuera pura fachada y detrás de mí no existiera sino un andamio que sustentara mi ser ¿Quién era yo al fin y al cabo? ¿Realmente contribuí a la captura del enano del botón rojo, a la detención de Carrillo, a impedir el golpe de estado del 23-F? ¿O me encuentro en un plano distinto de la realidad?

Todas estas preguntas se me agolpaban en mi mente cuando el auto se detuvo, me apeé y me encaminé al portal, no me hizo falta llamar al telefonillo de ningún vecino para que me abriera, pues en mi mano apareció un manojo de llaves, una de ellas encajaba perfectamente en la cerradura, subí por la escalera hasta el segundo piso y de nuevo con otra llave abrí la puerta, en la entrada me estaba esperando, le miré fijamente y no supe qué decir, holgaban las preguntas, las respuestas salían de repente como una ametralladora, mi mente casi era incapaz de comprender a la vez tantos descubrimientos, me di la vuelta y me alejé del espejo del recibidor que me había devuelto la imagen del asesino.








-          Enhorabuena inspector, todos los diarios no paran en mientes de su éxito al detener a la viuda derrochona, otro blasón en su carrera.

-          Muchas gracias Lola, la mejor de las Lolas del mundo entero.

-          Fue increíble su perspicacia al hallar el arma del crimen, después que a pesar de todos los registros no se le había encontrado encima.

-          No hay nada como saber dónde mirar en el momento apropiado.

-          No le veo muy alegre de todas formas ¿Le ocurre algo?

-          Lola ¿Nunca te has parado a pensar que pudiera ser que somos unos seres de papel, que no existimos y que somos parte de la imaginación de otros seres?

-          ¡Stop inspector! Tómese un güisqui como solía y deje esas cosas a Stephen Hawkins.






 * Me he permitido cambiar el nombre del subinspector Bernal por el de Guillén, ¿motivo?, muy sencillo, he descubierto  varios libros escritos por un tal David Serafín cuyo protagonista es el comisario Bernal y ambientados en el Madrid de la transición, os los recomiendo, son fabulosos y tienen una frescura que desde el Plinio de  García Pavón no había leído, si tenía un motivo para el apellido Bernal, también lo tengo para el apellido Guillén, pues procuro nunca dar puntadas sin hilo, aprovecho también para dar las gracias a Javir (y van…) por sacudirme la pereza en base de darme ideas para desarrollar escritos, ya sabéis, si no os ha gustado este relato de quién es la culpa.







8 comentarios:

  1. José Antonio, cuanto tiempo....y sin cervezas, aunque sean sin alcohol.

    Un abrazo.
    Pedro Zorro Corredero

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  2. Pues gracias de mi parte a Javir. Genial como siempre maestro. Besos

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  3. Hola J.A.
    Pues felicidades por el el relato y el espaldarazo que ha llevado a la inspiración del relato :D
    Un abrazo

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  4. ¡Qué no se escape ni uno!Sin piedad para los malos, inspector.

    Y nada que agradecerme,Jose. Lo mio es puro egoísmo: quiero más relatos.

    Un abrazo

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  5. Uma história muito boa... tenho a impressão de que via o relato em cenas...

    Beijo, Jose Antonio, e boa Páscoa junto aos seus.

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  6. No me he entarado muy bien, tenía a mi sobrinilla en casa jaja.

    A ver, la esposa tenía un amante y ambos, el hombre que vivía en el barrio de Vallecas y ella, asesinaron al empresario de una mensajería? y qué relación guarda con la realidad: en E. estamos liquidando al mensajero (el Gobierno), cuando los verdaderos asesinos son los mercados y la imposición de los Gobiernos europeos?? explícamelo por favor :))

    Siempre es muy grato leerte, José Antonio.
    y dar las gracias a tu amigo Javier, por animarte a continuar escribiendo.

    un fuerte abrazo :))

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  7. No soy mucho de leer posts tan largos (soy vaga de nacimiento) pero por ser tú he hecho una excepción. Y la verdad es que ha valido la pena, me ha parecido hasta breve de lo rápido que transcurre la escena. Me ha gustado la trama y leeré los sucesivos (por muy largos que sean)

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