sábado, 11 de junio de 2016

Stormy weather


Tiempo de tormenta y no era incierto, densos nubarrones cubrían el cielo a la par que gruesos goterones de sudor surcaban mi frente. Una tormenta de verano se avecinaba, lo que hacía que el bochorno me hiciera jadear pesaroso por la alta temperatura ambiente y la humedad que más que sentirse, casi se llegaba a oler a pesar de la distancia que había hasta las nubes.

En la radio a cassette la gran Ethel Waters susurraba “Stormy weather” con una voz que ni el ángel de la Anunciación sería capaz de imitar en dulzura. Y ni la pobre estereofonía del aparato, más que añejo, que portaba mi viejo Seat Panda, ni el ruido del tráfago a mi alrededor que entraba a raudales por las ventanillas abiertas, eran capaces de impedirme silbar y tararear a ratos la  pegadiza melodía que me envolvía.

El llevar bajado la ventanilla del añoso vehículo me hacía creer en una brisa fresca en el interior, la verdad era otra, con los sobacos a lo “Camacho”, grandes chafarrinones de sudor marcaban mi espalda. La carretera, monótonamente recta, transcurría entre campos de maíz. Ciertamente no estaba en Luisiana, pero la música y el paisaje así lo asemejaban.

Un torbellino de polvo entró por la ventanilla y me cegó momentáneamente. – Maldita sea.- acabaré pareciendo a Al Jolson y precisamente no considero que tenga el alma blanca. Froto con fruición mis ojos para sacudir las motas de polvo que se habían introducido en mis ojos, con lo que consigo lagrimear abundantemente. –Lágrimas de cocodrilo.- A la par he reducido la marcha hasta quedar casi completamente parado en una encrucijada entre el cañaveral de maíz.

Since you went away, the blues walked in and met me.

If the stay away, ol’rocking chair will get me.

Desde que te fuiste la tristeza llegó, pero eso fue hace mucho tiempo, tanto que ya no duele. Me acostumbré a vivir sin ti, en el filo de la navaja, me derrumbé y continúo arrastrándome por la vida. Aceptando los trabajos más abyectos para poder seguir levantándome un día más, quitando paletadas de tierra de mi propia fosa.

Un lejano trueno pone fin a mis pensamientos, el cielo cada vez se oscurece más, tiempo de tormenta. Continúo por el mismo camino, el mismo sendero entre el maizal, sin una leve referencia de mi situación ni de mi destino, aturdido por el calor, aturdido por la música que entristece mi corazón.

It’s raining all the time, keeps raining all the time.

Keeps raining all the time.

Pero no es cierto, ni siquiera tengo ese consuelo, no llueve a pesar del mareante olor a tierra mojada que me inunda. El sudor de la frente se desborda y me vuelve a cegar los ojos, los enjugo como puedo con los nudillos, lo que me provoca un doloroso escozor.

Vuelvo a maldecir. Un relámpago lejano hace que se me escape un escalofrío, cuento para medir la distancia a la tormenta: uno, dos, tres, cuatro, cinco, pierdo la cuenta. Mis pensamientos me llevan a mi niñez cuando en días como este, temerosos, mis hermanos y yo nos arrebujábamos junto al cuerpo de mi madre buscando protección. El estampido del trueno me hace dar un respingo y mi cabeza choca contra el techo de metal. Maldita sea.

Por fin a lo lejos vislumbro mi destino, una vieja cabaña de madera, al acercarme observo que está rodeada de viejas herramientas herrumbrosas, un tractor completamente lleno de orín junto una cosechadora tumbada de costado que apenas contiene la mitad de las piezas que solía. En la fachada principal, hay  una marquesina a la que una parra sarmentosa parece soportar, dos mirlos que estaban picoteando las uvas huyen al acercarse mi coche.

Aparco sobre el parterre que hay frente a la casa, sin que me importe a mí ni a las dalias que aún no acertaron a florecer por falta de riego. Giro la llave del contacto y consigo acallar el motor, un leve torbellino de vapor escapa del capó recordándome que hace demasiado tiempo que no vigilo los niveles de agua y aceite.

Can’t go on, everything I have is gone

Stormy weather

Salgo del coche y las primeras gotas de la tormenta comienzan a caer, son gordas como monedas y al golpear el suelo polvoriento me manchan mis zapatos blancos y negros y me duele que se ensucien, me costó conseguirlos, los encontré en una tienda vintage en el barrio de Malasaña, desde entonces son mi seña de identidad así como mis pantalones con el dobladillo por fuera.

Entonces por fin debió denotar mi presencia, abrió la puerta y la mosquitera y abrió la boca en un gesto exagerado de sorpresa. No se la dejé cerrar, para entonces ya había sacado una Luger de mi bolsillo, lo reconozco, me encantan los detalles “retro” y si encima me dan fiabilidad, mejor que mejor. La bala le entró por la boca sin dañarle ninguna pieza dental, soy un romántico y me gusta que la familia no tenga que velar un cadáver con el rostro deformado. La calota es otra cosa, el agujero en la parte posterior del cráneo producido por un disparo a tan corta distancia impresiona.

Pasé sobre él procurando no ensuciar mis preciados zapatos y me introduje en la casa, allí en un aparador encontré su sancta sanctorum, su objeto más preciado, cogí el estuche y me dirigí de nuevo a la puerta. Era incapaz de vislumbrar mi coche, una cortina de agua lo cubría todo, formaba un muro imposible de franquear, en la parte derecha del porche una mecedora de mimbre se balanceaba quejosa y allí me dirigí.

Keeps raining all the time, keeps raining all the time.

Abrí el estuche, saqué el trombón y una gamuza que lo acompañaba y me puse a bruñirlo suavemente silbando de nuevo la pegadiza canción que me acompañaba toda la tarde. Miré al caído y no pude por menos que hablarle con desprecio:

-          Ya no volverás a desafinar.




2 comentarios:

  1. ¡Hola José Antonio! ¿Qué susto! Creía que te habías cargado a alguien. Además, la atmósfera que has recreado lo hacía más verosímil.
    Genial el final y un alivio para mi alma, ¡ja,ja,ja!
    ¡Saludos y cuídate!

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  2. Tempo tempestuoso... você é um grande contista!
    Feliz semana!
    Um beijo

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