domingo, 21 de noviembre de 2010

El guardián del cementerio

Buenos días, si, se lo digo a usted, mire aquí debajo, soy yo, Javir, el guardián del cementerio, ¿Qué como voy a serlo, siendo un gato? No sé por qué se extraña, en el reino de las tinieblas y la oscuridad, somos muchos y variopintos los animales que tenemos el encargo que el cementerio sea un remanso de paz, cuervos, ratas, búhos etc. Trabajamos arduamente aunque no lo parezca, hay muchos malos espíritus que desean entrar a perturbar los sueños de los muertos, nuestra lucha es callada pero constante, nunca nadie nos lo va a agradecer, pero no estamos por el reconocimiento de nuestros actos, tenemos esa misión dictada por una fuerza superior que no puede estar en todas partes y delega en nosotros este cometido.


Sígame si quiere conocer este camposanto, nadie como yo le hablará de los lugares más pintorescos, de las tumbas más exuberantes, de las más arcanas, de las anónimas y las archiconocidas, todas las historias borradas de la memoria de los que yacen habiendo sido olvidados por sus deudos que a su vez yacen también aquí.



¿Le sorprende esta tumba? ¿Por qué no tiene cabeza y está tan desgastada?

Pues claro que conozco la historia, en el cartel figura la tumba número sesenta y tres, pero el cartel es posterior, pues sepa usted que la tumba es la más antigua del lugar, tan antigua que otra grafía existía cuando fue erigida en este lugar, donde ni por asomo estaba previsto que este lugar se convirtiera en estación de término de almas.


Cerca de aquí, en las montañas de granito, vivía un poderoso hechicero, era conocedor de todos los secretos de la tierra, buscador infatigable de todos los conocimientos, con el tiempo su sabiduría no tenía igual, se decía que era tal su conocimiento de la alquimia que era capaz de transmutar cualquier metal y convertirlo en oro, pero eso nunca le detuvo, era uno más de los conocimientos adquiridos, el oro y las riquezas no era lo que su mente deseaba.




Otro de sus logros había sido desentrañar el lenguaje de los animales, años de paciente estudio, de espiar su comportamiento, de preparar su garganta y lengua para establecer una perfecta comunicación entre él y las bestias que poblaban la tierra, por lo que aprendió a dominarlas y a establecer un conexión con ellas estableciendo una jerarquía dominante, se convirtió en su amo y señor obligándolas a realizar todos los trabajos que deseó, las hizo crear montañas donde antes no existía nada, desviar ríos de su curso y anegar campos secularmente áridos, hizo mil experimentos con la fisonomía de la tierra, ejércitos de millones de seres, vertebrados e invertebrados, voladores y terrestres, todos como un solo individuo, ciegos servidores de su voluntad.



Las plantas tampoco escaparon de su dominio, conoció íntimamente como hacer que minúsculos organismos crecieran desaforadamente y que árboles gigantescos menguaran hasta desaparecer de la vista.

También fijó su vista en las estrellas, desentrañó eones de años antes que nadie su movimiento, su creación, sus enormes dimensiones, su mayor logro fue cambiar la orbita, primero a planetas y luego a galaxias enteras, a su antojo, puso orden en el caos primigenio y alteró cuando quiso el buen funcionamiento de complejas órbitas de constelaciones enteras.


Cuando tuvo la seguridad de poder dominar todas las fuerzas del universo, ejecutó su plan, reunió a todos sus vasallos, animales, vegetales y fuerzas terrenales, se plantó delante de su señor y le retó a la batalla, en apenas unos milisegundos, todo se deshizo delante de él, un simple suspiro bastó para que todo desapareciera dejándole desamparado y humillado.




- Has sobrepasado el único límite que no estás autorizado, he sido complaciente contigo en todo el poder que has acumulado, pero el poder sobre la vida y la muerte es mío, te condeno a no poder descansar durante eones.

Y así fue convertido en piedra, esta estatua que ves aquí es su figura y cada siglo, aparece una de sus huestes animales, convertida en hormiga y con sus mandíbulas arranca un grano de la piedra y se lo lleva, hasta que no desaparezca toda la piedra que lo forma, no obtendrá descanso su alma.





Y aquí termina la visita, espero que haya sido de su interés y ya sabe cuando visite otro cementerio, espero que sea condescendiente con los animales que moren en él, pueden ser los guardianes de almas y por favor… tenga cuidado, no pise a las hormigas, no alargue innecesariamente el suplicio de un alma condenada.


Como siempre gracias a Andrés por sus fotos y por recoger el guante lanzado por Javir.
Y como no podía ser de otra manera, gracias a Javir por retarnos a un duelo genial, esperamos el siguiente y que no te enfades por bautizar al gato en tu honor.



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viernes, 19 de noviembre de 2010

Monasterio de Piedra - Fotos y Leyendas -





Abandona presto el gerifalte el guante del su dueño, embelesado por la visión de la tórtola que acaba de aparecer sobre los fresnos, junto al río, tiene un primer lance, pero la tórtola lo esquiva, por lo que la persecución se alarga más de lo deseado, preocupado por la posible pérdida del valioso animal, su dueño pica espuelas de su caballo.

-Mi señor don Alfonso, esperad que os acompaño.

-Mal día tendría que tener, si no soy capaz de encontrar mi halcón sin ayuda de mi alférez.

Dicho esto, tiró de las riendas y se abalanzó entre los fresnos, allí mismo un río circulaba con aguas claras, no permitió que abrevara el caballo, preocupado por su halcón, el más preciado de su colección; al cabo oyó ruido de agua al caer y se encontró con una cascada sin igual en su reino, el agua caía pausadamente, hilándose y entretejiendo una maraña de gotas, como si estuviera hecha de la mejor seda, o de los cabellos del más blanco rocín.


Allí se quedó unos momentos extasiado, pero el grito de su halcón le indicaba que por fin había alcanzado a su presa, presto se dirigió hacia una pradera a su derecha, donde encontró al halcón dando buena cuenta del ave, desmontó y contempló maravillado un lago entre los sauces, donde se reflejaba el cielo y las paredes entre las que estaba encajado, en todo el reino los maestros cristaleros, jamás hubieran conseguido un espejo así, ni con todo el azogue del mundo.




No se movía una hoja, el tiempo parecía haberse detenido, el silencio lo llenaba todo, el mismísimo rey Arturo hubiera pensado que la dama del lago estaría allí, para entregarle su espada, el rey de Aragón se puso de rodillas en la orilla y como un nuevo Narciso, allí se quedó viendo su reflejo en el agua.





Empinada era la cuesta, una vez cruzado el Jiloca, árido y seco era el camino desde Calatayud, pero querían recorrerlo en una jornada, pocas sombras les habían acompañado, pero tenían muy claro que hoy dormirían en la tierra que sería su cobijo hasta la muerte.




El más joven de todos, espoleó a su mulilla con la ansiedad que le daba su juventud, quería ser el primero en dar la nueva a los demás y a lo lejos lo vio, un torreón ya desmochado por el abandono de unas guerras en las que nunca participó, no se lo pensó más y volvió grupas para encontrarse con los doce monjes que le seguían.

El monje se apeó de la mula y se acercó a la caravana de carros que le seguía.

- Padre Gaufrido, ya hemos llegado, allí está el castillo. –dijo señalando al horizonte.

- ¡Alabado sea el señor!

Todo el grupo se reunió junto al abad Gaufrido, doce monjes montados en mulas y carretas, donde llevaban todas sus posesiones y algunas cabezas de ganado.

- Hermanos, regocijémonos en el señor, pues después de casi un año desde que salimos de Poblet, por fin hemos llegado a nuestro destino, y no nos olvidemos de agradecer en nuestros rezos a nuestro amado rey Don Alfonso segundo que graciosamente hizo donación de estas tierras a nuestra orden.

Hicieron un círculo y con ojos bajos y las manos unidas se dispusieron a rezar, pues este sería el último reposo antes de la gran tarea que les aguardaba.



Tres años ya en el monasterio, atrás quedó su pasado, una juventud marcada por desmanes, en los que el vino y la sangre corrieron a la par, en uno de esos lances, tuvo que huir de la justicia, por lo que para su seguridad abandonó Castilla, para ingresar en un cenobio de Aragón, huyó del castigo de los hombres para implorar el perdón divino, pero no contaba con el acecho del diablo y sus agentes.




Esa noche la luna llena brillaba con todo su esplendor, un rayo juguetón le cegó momentáneamente, a través del ventanuco de la celda, mil recuerdos acudieron a su mente, el rayo se transformó en la gasa de un vestido femenino, la cara de un ser maravilloso se le formó en su memoria, tiempos pasados, gozos que no se habían olvidado.



Salió de la celda detrás de aquella ilusión, por los jardines el resplandor iba dejando tras de si, retazos en las ramas de saúcos y retamas, el los iba atrapando con sus manos, imaginaba trozos de vestido de aquella ninfa. Por el río la vio correr descalza, lo atravesó camino de las chorreras y el no se lo pensó, ciego de deseo quería atrapar aquel ser que había despertado arcanos deseos.

-¡Detente!

-Sígueme. –Susurraba la limnátide

Tres aldabonazos sonaron en el monasterio, los golpes de San Benito despertaron a la comunidad.

En la orilla del lago quedó el sayal del fraile abandonado, él quedó olvidado para siempre de la memoria de los hombres.






Un postrero golpe de pico y un hueco se abrió ante ellos. – Por fin. –Exclamaron, después de seis meses de afanoso trabajo.


-Que avisen a don Federico. – Ordenó el capataz

No tardó este en bajar por el pozo excavado con tanto trabajo, el sueño, su sueño, estaba a punto de hacerse realidad.

No bien se agrandó el hueco, lo suficiente para que cupiese una persona por el, se adentró el primero, le amarraron una soga a la cintura para evitar una caída que se presumía fatal en ese suelo tan resbaladizo.



Antes que sus ojos se acostumbraran al entorno, lo primero que notó fue el ruido, una atronadora descarga continua sobre su cabeza, el revoloteo de algunas palomas sobre su cabeza le indicó su posición y por fin miró hacia la luz, una lluvia de perlas multicolores cerraba la boca de la gruta, no se podía concebir que aquello fuera simplemente agua, mil veces la había observado desde fuera y nunca imaginó que desde dentro fuera mil veces más impresionante.




Ante la aparición del sol, un mágico destello recorrió la gruta, millones de arco iris se formaron en un momento, dando una luminosidad y un colorido igual que un atardecer en un patio de la Alhambra de Granada.

- Cuanta razón hay, al final del arco iris, siempre se encuentra un tesoro.



Gracias al maestro Andrés "Que foto" , por su inestimable colaboración y la gentileza de hacer la magia necesaria con su cámara para sentirnos trasladados a este maravilloso paraje.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Adios

El mundo se le cayó encima, nunca hubiera esperado lo que le acababan de comunicar, un mundo estúpido y cruel que se calentaba por minutos, lleno de veneno y contaminación, con más cabezas nucleares de las necesarias para extinguir toda forma de vida sobre su superficie, todo eso acababa de explotar delante de ella.
- Pero yo puedo trabajar en otro departamento, sin ir más lejos, en personal, tenéis una vacante.
- Mira, la decisión ya está tomada y no me compete a mí cambiarla, de verdad que no es plato de buen gusto para mí, pero no hay otra salida.
- Que terrible.
Ella miró hacia su estómago, pues sentía un vacío atroz, observó que no la faltaba ningún trozo de su cuerpo, pues estúpidamente había pensado que tenía un agujero real, tan grande era la sensación que sentía.
De vuelta a su mesa de trabajo, esa que había sido suya durante la última década, contempló desolada que no podría llevarse las macetas que había ido atesorando durante todos esos años, suspiró por ellas y rezó para que sus compañeras tuviesen a bien regarlas en su ausencia.
Le avergonzaba levantar la vista y mirar a su alrededor, sabía que todos la estaban observando y no sabía qué hacer o qué decir para salir airosa de esa situación, un par de lágrimas pugnaba por asomar a sus bellos ojos y nerviosamente se frotó la nariz para ahuyentarlas antes de que pudieran caer.
Con un pequeño suspiro, por fin levantó la mirada y se encontró con la cara de Almudena, esta había sido su alma gemela todos estos años, cuando antes incluso de encender el ordenador, habían intercambiado sus deseos, sus sueños, sus logros, sus alegrías y ahora tendría que comunicarle su último dolor.
- Almu, yo…
Incapaces de decirse nada más las dos se fundieron en un doloroso abrazo, hasta ese momento contenido, las lágrimas por fin se desbordaron, empapándose mutuamente, después de un tiempo eterno lleno de suspiros, se separaron y se miraron a los ojos; al ver los estragos que su emoción habían provocado, se echaron a reír tontamente mientras buscaban nerviosas un pañuelo con el que reparar aquel estropicio.
- En fin comencemos a terminar
Después de dedicar un instante a pensar en el estúpido juego de palabras que acababa de crear, se sentó en su cubículo y comenzó a despegar una tras otra, todas las fotos que había pegado en la pared, junto a la pantalla del ordenador, fotos de sus vacaciones o de las vacaciones de otros, momentos siempre felices con los que acompañar la triste rutina diaria, hizo con ellas un pequeño montón encima de la mesa y contempló los huecos que habían quedado en la pared, rodeados de cuadraditos de papel amarillo de los post-it. – La vida es el hueco que vamos dejando a los demás. – Se dijo a sí misma.
Tambien recogió todos los pequeños amuletos y recuerdos que fue atesorando, pequeños regalos de compromiso o de corazón que sus compañeros le fueron obsequiando estos años, sobre todo imanes, imanes en los que le indicaban que alguien se había molestado en comprárselo en periplos de lejanas ciudades, donde publicitaban en tan diminuto “souvenir” las excelencias de la tierra; un pequeño coliseo, un barquito pesquero, una playa infinita y el que más la gustaba: el pene del David de Florencia.
Afortunadamente, Almu, volvió a su rescate, aportándole una bolsa de papel con el logotipo de una boutique del famoso empresario gallego, en ella depositó todas sus pertenencias amorosamente, igual que uno trata a unos cachorritos recién nacidos, cogió su bolso y su abrigo y sin mirar a nadie ni a nada se encaminó a la salida, caminando lo más airosa que pudo, abrió la puerta y en el umbral antes de que se cerrara la puerta, le guiñó un ojo a Almu.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

El cura titiritero

Sur le pont d'Avignon on y danse, on y danse. Sur le pont d'Avignon on y danse tout en rond.

Me abracé a mi amor contemplando la majestuosidad del palacio papal de Aviñón, hay lugares en el mundo que te quitan la respiración; la plaza del Obradoiro en Santiago, el foro de Roma y ahora acababa de encontrar otro sitio maravilloso que añadir a mis mejores sueños realizados.
No sé como nos localizó, no somos personas de hablar alto en lugares fuera de nuestro entorno, quizás el acento andaluz de mi amor le llamó la atención o simplemente la gorra de mi Atleti que lucía ufano de mí.
- Buenos días, pareja.
Ante nosotros un cura cuarentón al estilo preconciliar, es decir con negra sotana de infinitos botones, grande de cuerpo, cara mofletuda y en la cabeza una calva mediana o una tonsura grande, pero los ojos vivos con los que nos miraba, nos dio confianza, además de su voz suave, como de maestro de escuela.
- ¿Qué tal pater? – le respondí afablemente.
- Muy bien hijos, da gusto ver por aquí paisanos a los que saludar, perdonadme mi intromisión, pero estoy aquí en el seminario, llevo muchos días encerrado estudiando y al oíros por la ventana hablando en castellano, no he podido por menos que bajar a saludaros.
- Caramba, buen oído tiene usted, nos han contado que estos muros tienen hasta seis metros de espesor.
- La verdad es que apenas prestaba atención a mis estudios, algún diablillo me soplaba al oído y estaba más pendiente a las moscas que revoloteaban en mi habitación. ¿Muchos días de visita?
- Sólo un par, mañana tornamos a Madrid.
- Me llamo Vicente, padre Vicente Páez, P.V.P para los amigos.
Nos presentamos nosotros también y estuvimos un rato hablando de donde éramos y el viaje que estábamos realizando por la bella ciudad.
- ¿Habéis visitado el seminario?
- No, la verdad es que no sabía que se pudiera visitar.
- Pues si queréis, aquí tenéis un cicerone a vuestro servicio.
Nos miramos mi amor y yo, con cara de sorpresa, pero la verdad es que al lado de ese curilla, a pesar de nuestra desconfianza con todos los estamentos eclesiales, nos sentíamos confiados con él, aceptamos de buen grado.
Fuimos pasando por largos pasillos y por recoletas capillas, por bellos claustros y oscuros refectorios, hasta que llegamos a la zona de las celdas de los residentes.
- Mirad, aquí está la mía, como tengo cocina dentro os puedo ofrecer una jícara de chocolate si os apetece.
Movidos por la curiosidad por ver en que condiciones vivían allí, aceptamos en seguida, nos sentamos frente a una pequeña mesa y allí delante colgados de la pared, dos pequeñas marionetas representaban a un hombre y una mujer, vestidos con trajes regionales de difícil localización. Movida por la curiosidad, mi amor le preguntó:
- ¿De dónde son esos títeres?
- ¡Ay hija! Están hechos por mí. –Contestó con un suspiro.
- Son preciosos, ¿También los maneja usted?
- ¡Huy! Hace muchos años de eso, pero hoy voy a hacer una excepción.
Tomó en sus manos las frágiles marionetas y de pronto una bella historia tomó vida, allí no había dos muñecos de madera y tela encima de una vieja mesa desportillada por el uso, ante nosotros una pareja de jóvenes, casi niños dialogaban en un pueblo perdido de la meseta.
Juntos habían crecido y miles de ilusiones pugnaban por realizarse en su futuro, en una vida que apenas comenzaba a alumbrar, dos corazones unidos en un amor sublime, sin mácula, dos almas que aunque hubieran nacido separadas en los confines más extremos, hubieran acabado juntándose, pues estaban predestinados a ello, él a base de trabajo y con grandes vicisitudes, había comprado unas tierras que con gran afán había trabajado hasta lograr reunir un dinero para comprar una casa junto al río, ella después de sus faenas, preparaba el ajuar el más bello y trabajado de la comarca, para una casa que se aventuraba bella como ninguna, pero aún debían pasar la prueba más cruel, cuando todo en la vida les sonreía, una terrible enfermedad les separó para siempre, ella quedó marchita bajo cientos de flores en el cementerio del pueblo y el sin poder soportar el dolor que le atenazaba, huyó a tierras lejanas, donde olvidar aquella historia tan dichosa.
Y así, con los títeres tumbados en la mesa y una lágrima que pugnaba por salir de nuestros ojos, terminó aquella función, a pesar que el chocolate estaba delicioso, un velo oscuro nos cubría a todos, terminada la colación, nos despedimos con un beso y un franco apretón de manos.
Nunca imaginé que de aquella extraordinaria población, lo mejor no fueron los monumentos y museos que visitamos, sino aquella bella historia de aquel cura titiritero.


lunes, 8 de noviembre de 2010

Cardumen

Se puso a nadar junto a ella, exhibiendo su perfecto estilo de natación, comenzó a dar vueltas a su alrededor, por debajo y por encima de ella, como un pavo real, la envidia de cualquier delfín, desplegó pues todos sus encantos que sabía que eran muchos, su cuerpo se encontraba en sazón.

Ella no fue inmune a sus encantos, también ella se encontraba en lo mejor de su vida, en esa madurez física y mental en la que sabía perfectamente lo que quería, dentro de su cuerpo, sus hormonas la llamaban a no rechazar a aquel varón que luchaba por destacar, por ser su amante, por ser su compañero de cópula.

Juntos iniciaron la danza sublime del amor, perfectamente compenetrados unieron estrechamente sus cuerpos, sin dejar resquicio alguno entre ellos, su unión fue perfecta y les pareció que duraba un siglo, aunque sólo pasaron unos minutos.

Junto a ellos, se desató una vorágine de cuerpos resplandecientes que buscaban lo mismo que ellos, todas las feromonas del orbe se habían expandido a su alrededor, por lo que miles de parejas se formaron en un instante abrazadas tan intensamente como lo estaban ellos, nadando y copulando desaforadamente, todo ello creó un formidable maelstrom, y ellos se encontraban en pleno vórtice, por lo que fueron testigos de excepción del desarrollo de este hecho, nuevo para ellos.

Sus sentidos se hallaban embotados, ajenos a todo lo que no fuera disfrutar del sexo y del amor, por lo que nunca se llegaron a dar cuenta de la tragedia que se cernía en torno a ellos, en un instante, todos quedaron boqueando, faltos de oxigeno en la cubierta del barco.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Exceso de trabajo

Entro al banco y no me gusta como me atienden.

- ¿Tiene usted cuenta aquí?

- Si, claro, es para que me carguéis en mi cuenta estos recibos.

- Lo siento, pero no somos una entidad colaboradora. No lo podemos cargar.

- ¿Colaboradora con quien?

- Con el ayuntamiento de Madrid.

- Pues podíais colaborar, no sé, quizás haciendo túneles, por ejemplo, digo yo.

Huelga decir que me mira la pobre señorita del banco como si fuera el reptil más repelente que existe sobre la faz de la tierra. Quizás si en vez de decirme lo que no puedo hacer, me indicara, como realizar mi petición, habría más entendimiento entre las dos partes, pero claro, los tiempos han cambiado, antaño los bancos, ¡hasta te daban cambio! Hoy, si no tienes cuenta domiciliada en esa sucursal, poco menos que te echan a los perros, o peor, te fustigan con su indiferencia.

Abro el periódico y da que pensar, las noticias son para echarse a temblar, un tsunami arrasa varias islas en el Indico, miles de muertos. Un volcán entra en erupción en el Pacifico, trescientos muertos. En Méjico los narcos asesinan a los asistentes a un funeral, treinta y tantos muertos, incluso si lo miras más cerca, en España suben las victimas de accidentes en carretera de forma alarmante. San Pedro ha puesto una maquinita expendedora de números para guardar la fila en los accesos al paraíso, es imposible que Dios tenga tanto tiempo para juzgar las almas, Caronte mismo se compró un transbordador.

Yo, como tonto, soy de los que no tiene prisa en el tránsito de este mundo al otro, por lo que comprendo a los que la mala suerte y el estar en un lugar equivocado en el momento adecuado y que de un empujón, les mandaron de golpe al otro barrio, deben de andar vagando por el valle de Josafat con una comprensible cara de mala leche.

Sigo divagando sobre la muerte, que curioso, mi camino a casa desde el trabajo, pasa por uno de los mayores camposantos de Europa, será que pasar junto a la verja me inspira estos pensamientos tan lúgubres, además la cercanía de la fiesta de todos los santos, ha llenado de múltiples colores, el otrora gris de las lápidas de mármol que se observan hasta el infinito, dentro del finito espacio que delimita una verja tan larga como añosa.

En la puerta de O´donnell me espera una figura envuelta en andrajos negros, máscara blanca y guadaña al hombro.

- Tío, que halloween terminó hace tres días.

- Vengo a por ti.

- Caramba, si que te dura la trompa.

- Esto no es broma.

- ¡Venga tío! Vete a Carretas, que con este disfraz seguro que te forras.

- Está bien, tú lo has querido.

De pronto una neblina nos envolvió y me sentí transportado como dentro de un ciclón, todo daba vueltas a nuestro alrededor. Transcurrido un tiempo, todo se detuvo y dentro de la oscuridad más absoluta, quedamos el portador de la guadaña y yo, me sujetó con su brazo descarnado y me explicó:

- Lamento comunicarte que eres un triste espectro desde hace cuatro años, ¿recuerdas tu infarto? Pues no saliste de él, tu corazón se paró irremediablemente y has estado desde entonces viviendo una realidad alternativa que sólo existía en tu imaginación.

- Pero, mi vida, he estado viviendo estos años, lo he sentido todo, tengo sensaciones.- Balbucee.

- Todo ilusiones, no hay nada de realidad en ello.

- ¿Por qué? ¿qué ha pasado?

- Saturación de trabajo, apenas se da abasto para juzgaros, tu mismo lo pensabas hace poco, ya lo ves, hay demasiada mortandad y se saturan todos los canales para llevaros al día del juicio, es lo que tiene la empresa pública, incluso aquí arriba se habla de privatizar algunos tramos del negocio, lo siento, pero en tu caso ha sido así.

Tristemente asentí con la cabeza y seguí a aquella triste figura que me iba guiando hacia lo desconocido, perdonad que no siga con el relato, pues a partir de aquí me está vedado haceros participe de lo que encontrareis algún día.

Eso si, ¿estás seguro que no te encuentras en mi misma situación? No vale pellizcarse, lo siento, no es como un sueño, es más real.


lunes, 1 de noviembre de 2010

O_tro_toño


 Uno más por Alameda. aunque pasado por agua y viento


 Bella estampa de una novilla.


 Pocos ejemplos de antiguas construcciones van quedando, que pena.



 Como ya no hay matanza, los helechos crecen en las laderas, sin que los cosechen en septiembre.



 Como dice el refrán, por los santos, nieve en los altos.



 En la dehesa las avileñas aprovechan el sabor de la nueva hierba que por fin reverdece.

Mucha niebla, nubes, agua y silencio, sobre todo un silencio que lo llenaba todo.

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