Negros nubarrones en el cielo, según la radio, amenaza con caer un buena tormenta, menos mal que ya está cerca de casa, no le gusta conducir bajo la lluvia, abre la guantera y saca el mando a distancia del garaje, se para delante y espera que lentamente el portón se abra, con una parsimonia que a todos los vecinos de la comunidad les molesta, en este mundo de estresados no hay tiempo que perder y menos en la contemplación de una puerta que se abre.
Se introduce por fin en la negrura de la boca de lobo de la planta inferior del garaje. - Que raro.- Se dice, esta mañana no había tantas bombillas fundidas, da cosa el bajarse aquí, cuando apague las luces del coche, va a quedar todo muy oscuro, mira que si se ha escondido alguien…
Con aprensión sale del coche, cierra con llave la puerta y de pronto el mundo se le cae encima.
- ¡Zorra! Esta vez no tienes policías ni jueces que te defiendan.
- ¡Luis, por dios! ¿Qué vas a hacer? ¡déjame en paz!
No puede articular palabra alguna, recibe un puñetazo en la cara que la deja sin sentido, él la recoge, se la echa al hombro y recoge las llaves de ella caídas en el suelo, con trabajo y sin preocuparse si la cabeza de ella golpea las paredes, toma el ascensor hasta la que hasta hace unos meses fue la vivienda de los dos, por culpa de ella, sólo de ella, lo había echado a la calle como a un perro, pero hoy se iba a tomar cumplida venganza de todo.
Abre la puerta y al fondo del pasillo está el dormitorio de matrimonio, ¡su matrimonio! La arroja encima de la cama y le ata las manos a los barrotes de la cama, ella en ese momento recupera el conocimiento.
- Por favor, te suplico que me sueltes.
- ¡Calla! Vas a pagar por todo
- No me hagas daño, piensa en la niña.
Dos violentas bofetadas la hacen callar de nuevo, los ojos llorosos contemplan horrorizados como saca del bolsillo una botella de alcohol que va esparciendo encima de ella, la garganta se le paraliza, es incapaz de chillar, sólo es capaz de gemir suplicándole que no lo haga, que no la mate.
Insensible a sus suplicas, en un sublime acto de horror, él deja de ser una persona y se convierte en el más abyecto ser que Satanás ha podido crear, el vientre de su madre se retorció en un espasmo, arrepentida de haber dado a luz semejante criatura, ese día en el infierno hubo gran regocijo.
Incapaz de sentir más dolor, sacando fuerzas de donde sólo una mujer es capaz de sacar, pues alguien que es capaz de dar vida, con el sacrificio de sufrir como una madre dando a luz, es capaz de un último esfuerzo, arranca las ataduras y cegada por el llanto y las llamas, se arroja por la ventana.
Lamentablemente, este no es un relato, ocurrió hace unos años, tantos que ella me habrá borrado de la memoria, todavía recuerdo cuando recuperada de las heridas del cuerpo, pues las del alma nunca sanan, la volví a ver en su oficina, se me saltaron las lágrimas y apenas pude balbucear mi alegría de volver a verla, se llama Rosa y tuvo suerte, pues sobrevivió, pero desgraciadamente, hay muchas otras mujeres que viven este infierno, por favor no lo contemplemos con indiferencia.
Y lo más lamentable es que ocurrió; es cierto, qué dolor tan indescriptible e incomparable. Bueno, tal vez solo se pueda equiparar al sufrimiento por la pérdida inesperada de un familiar o persona muy conocida, por alguien con una maldad e inmundicia inmensa, con inseguridades y demasiados temores junto a numerosos complejos...
ResponderEliminarUn relato muy duro; me alegro que en esa ocasión Rosa sobreviviera, pero como muy bien explicas entre tus palabras, hay otras circunstacias y momentos en el que las víctimas no resisten tantos golpes o los impactos con objetos contundentes...
Un saludo.
Hola José Antonio. Un relato triste pero desgraciadamente muy real y actual. Un abrazo.
ResponderEliminarLágrimas que algunas compartimos con Rosa por habernos tocado la desgracia tan de cerca. Si ella lee esto un besazo para ella y por supuesto otro para ti Jose Antonio por ser tan sensible y buena persona.
ResponderEliminarBuenas noches José Antonio, está visto que el ser humano es capaz es capaz de las mayores ignominias. lo peor del caso es que hay tantas como Rosa.
ResponderEliminarUn historia desgarradora y por desgracia la de millones de mujeres por todo el mundo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola José Antonio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo para Rosa, me alegro que tenga la oportunidad de rehacer su vida y toda mi solidaridad con las mujeres que sufren maltrato.
Un saludo.