Es raro ver a un inspector de policía utilizar un juego de ganzúas, pero en este oficio hay que aprender de todo y el amigo Goran, hace algún tiempo me dio una clase magistral de cómo abrir una puerta en menos de quince segundos, de todas formas, iba prevenido, hacía varios días que vigilaba la pastelería y sabía perfectamente qué tipo de cerraduras me iba a encontrar y además como no entraba en cabeza alguna que nadie pudiera entrar a robar en Lh… tampoco más adelante me iba a encontrar con detectores de proximidad.
Aunque ya pasó más de un siglo de su muerte, una vez abierta la puerta, eché un vistazo a mi alrededor, por si anduviera perro Paco como solía. Cerré con cuidado la puerta tras de mí, Goran estaría satisfecho de mis habilidades, se lo tendré que relatar, ahora se encontraba en Marbella y sólo admitía correspondencia epistolar, ¡Qué horror! Hacía siglos que no escribía una carta en papel, el ordenador y los correos electrógenos habían arrinconado a un oscuro lugar al papel, el bolígrafo y los sobres.
Rodeé el brillante samovar que en medio del local retrotraía a otros tiempos y me puse a buscar la entrada secreta. En el primer piso anduve tanteando las paredes del salón isabelino, incluso levanté los cuadros pintados por el antecesor del dueño, pero no obtuve éxito alguno, pasé al salón japonés y tampoco encontré alguna clave que me diera acceso a lo que buscaba.
Pero… un momento, algo no me cuadraba, había algo que salía de lo normal, en efecto eso debe ser, ¿Qué pinta una tarta de Santiago en aquel lugar? Hacía poco había visto en Internet un artículo realmente importante sobre su elaboración, por lo que enseguida me llamó la atención.
Levanté la tarta y en ese momento con un leve chasquido un panel de madera se descorrió dejando libre un hueco en el que cabía perfectamente una persona, me introduje con un suspiro de satisfacción, al fin y al cabo, no estaba equivocado, la logia se reunía aquí con toda seguridad, aunque con la derogación de la ley de represión de la masonería y el comunismo, hace tres años y medio no podría rascar nada por ahí, pero ese no era mi cometido, sólo buscaba a un masón en particular.
Con mi pequeña linterna de bolsillo iluminándome, fui avanzando por aquel estrecho pasadizo hasta dar con un amplio salón, bajo una bóveda estrellada, a los lados dos columnas y en el centro un atril ¿altar? Y poco más, detrás se entreveía una puerta y allí me encaminé, apenas pasé el umbral recibí dos golpes, uno en la mano que me hizo soltar la linterna y otro en la nuca que me hizo perder el sentido.
No se molestaron en desplazarme mucho, en la calle de la Victoria recuperé el sentido, lástima que me dejaran encima de las bolsas de basura y desperdicios de los restaurantes anejos, por lo que mi aspecto no era de lo mejor, un lógico dolor de cabeza me atenazaba, por lo que la primera pared a la que logré sujetarme fue mi tabla de salvación, hasta que todos los edificios dejaron de bailar una danza alocada alrededor de mi cabeza.
Medianamente repuesto, me encaminé tambaleante hacia la carrera de San Jerónimo, donde por poco me atropella un autobús.
- ¿Pero estas tonto ou qué?
Levanté los brazos, en un burdo intento de parar un golpe que no se produjo, sólo conseguí balbucear:
- Policía, siga a ese coche.
- Desde luego si que estás tonto, ¿Onde hay un coche?
Tenía toda la razón del mundo, a las tres de la madrugada, un día laborable en un Madrid sacudido por la crisis y el paro, no sólo no circulaba ningún vehículo, sino que no se veía un alma por las calles, aunque fuera en las vías más céntricas de la ciudad.
El conductor del bus abrió la puerta del vehículo y apenas pude acceder a su interior, pues enseguida caí de rodillas y vi con reprimida sorpresa que el conductor era una mujer.
- Pobriño, pero si tienes la cabeza llena de sangre ¿Qué pasou?
No sólo era mujer, además era gallega, ninguna de las dos cosas en sí eran malas, pero algo me decía que la noche y sus sorpresas aun no habían terminado para mí, primero la tarta de Santiago en el salón japonés y ahora la conductora del autobús también gallega.
- ¿De donde eres?
- De Galicia ¿O es que no se nota?
- Ya lo noto, ¿Pero de qué parte de Galicia?
- Si home, a ti te lo voy a decir, no tenemos tanta confianza para ello, que ya me lo dice mi madre, ten cuidado con los homes, que no hay ninguno bueno salvo tu pai y de Madrid, ninguno porque tu pai era de Ribadeo.
- Está bien, no te sofoques, llévame aquí al lado por favor, ¿Sabes donde está el Buho bizco?
- Y claro ¿Pero non sería mellor llevarte al hospital? Las heridas en la cabeza siempre dan problemas, me lo dixo mi tía que iba para meiga.
- ¿Y qué le pasó para no llegar?
- La quemaron
- Pero bueno, si hace cientos de años que no se quema a las brujas.
- O que pasó es que haciendo una queimada, se le cayó encima la olla, pobriña.
En medio de esta discusión, no me di cuenta que varios individuos se habían bajado de un todoterreno, embozados y armados con pistolas, rodearon el autobús.
Pensé por el titulo que ra lo del GAL.
ResponderEliminarEn mis viajes por lo largo y ancho de Iberia recuerdo arribar a un poblado de la tierra de los celtas donde había una tienda que se llamaba "O Rei das Tartas" allí descansamos y dimos buena cuenta de las viandas que nso ofrecia la bella y húmeda tierra galega.
ResponderEliminarUn abrazo.
El link al buho bizco no funciona ;D
Te habia dicho que tengo otro bebé? "Foto Catalunya" para ponerte los dientes largos a ver si vienes por aquí a Montse ya la tengo medioconvencida...je,je,je.
yo, sin embargo, todavía no conozco las delicias gallegas!
ResponderEliminarNos tienes en ascuas con tus historias, amigo Jose Antonio.
Y mi más sincera enhorabuena, Andrés, no lo sabía.
un abrazo para ambos
Muito interessante este teu post.
ResponderEliminarGostei das hiperligações e da forma como trabalhaste com as mesmas.
Un abrazo.
Genial, me ha encantado, la busera debía de ser yo jajajaja, que tiempos aquellos. Me has dejado intrigada, espero que la sigas.
ResponderEliminarApu donde estaba o rey das tartas (ya murió por cierto) es Mondoñedo y hacía la tarta de Mondoñedo como postre típico. Casualmente es la primera receta que puse en el blog.
Jose que chapó y síguela que me ha encantado.
Ese galego que te gastas jejejeeje.
Biquiñosss
Montse. Eso era...Mondoñero. Ya murió? el hombre tenia sus añitos. Espero que la tienda siga abierta para disfute de los viajeros que llegan a la población.
ResponderEliminarUn bico.
No movería un dedo por ir a comer tarta de Santiago en Mondoñedo, pero ir a Melide a comer pulpo en a Garnacha, yo por mi pulpo ¡MA to!
ResponderEliminarY digo yo que si el inspector no puede dejar de meterse en líos...
ResponderEliminarPor cierto,los últimos comentarios parece que están invadidos por el espíritu de de los blog culinarios de nuestras colegas...al final habrá que montar un restaurante.
Un abrazo
Si Apu Mondoñedo y el que sigue con la tradición do rey das tartas es el hijo. Así que sí, la tienda sigue abierta con todas las fotos de famosos alli colgadas jejeje.
ResponderEliminarJaviii si montas un restaurante acuerdate de mi vale?
Jose en Mondoñedo no se come tarta de Santiago sino de Mondoñeso jejejeje. Por cierto donde montamos el restaurante??
Vosotros dadme ideas, el inspector Gracia no descansa en su lucha contra el crimen, aunque sea como Pepe Carvalho de restaurante en restaurante
ResponderEliminarTe vas a engordar muxo jejeje con tanto restaurante y tanta tarta.
ResponderEliminarMuy bueno como siempre, amigo Jose y con todos los ingredientes, si tenéis un hueco en el restaurante para un lava-platos, yo también me apunto. Un abrazo.
ResponderEliminarGenial como siempre.
ResponderEliminarA mi me das una escoba y te barro el salón... lo que haga falta.
Hola, tocayo, el diálogo con la autobusera, por surrealista e imaginativo resulta genial. Y el suspense promete. (la catedral, creo que era, de Mondoñedo, esa piedra negra, belísima)
ResponderEliminarSaludos blogueros
Hola Jose Antonio.Genial, como siempre y los personajes me encantan. Besos.
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