martes, 10 de mayo de 2016

Así comenzó todo


Tap, tap, tap, el golpeteo rítmico de mi bastón blanco sobre las baldosas de la calle, me guían en mi camino mil veces repetido. Cerrado el quiosco, marcho a casa. La calle de Alcalá es mi yincana particular, una carrera de obstáculos me aguarda. Cubos de basura, carteles publicitarios, corrillos de personas aturdidas por su propia conversación, tanto que no denotan mi presencia.

Lo peor, las múltiples baldosas sueltas que mi bastón no es capaz de detectarlas, a ver si inventan de una vez el bastón radar.

Hoy es un día especial y no sé la causa, pero me encuentro alegre, he logrado vender todos mis cupones, lo que no suele ocurrir todos los días, cosa de la crisis.

Pero la causa principal ha sido la conversación que he tenido con una viejecita, o eso he colegido a causa de su cascada voz. Venía muy contenta pues la había tocado un pellizquito, lo justo para  compensar la magra pensión que cobra. Me ha comprado una tira y al pagar me ha dejado una flor en la bandeja.

Al despedirse me dijo alegre:

-          Ojalá tus deseos se cumplan.

-Qué simpática- Me dije. Cogí la flor y la acerque a mi nariz. Era una rosa de la que lamenté no discernir el color, pero su maravilloso olor me satisfizo por el sentido perdido.

En fin, ya de camino a casa me quedó el último obstáculo, las dársenas de Ciudad Lineal. Después de esquivar viandantes aguardando su transporte y a los propios autobuses, un último semáforo, no adaptado para los invidentes, huérfano pues de señales acústicas.

Golpeo varias veces contra el suelo el bastón en busca de un buen samaritano que me ayude a cruzar el Rubicón. Esta vez escucho a pesar del ruido del motor del bus a una persona que al parecer se dirige al conductor y lo interpela:

-          Espérame un segundo, voy a ayudar a esta persona y ahora subo.

Se acerca a mí y me toma del brazo, sietes pasos más adelante me advierte:-Cuidado con el escalón- Y una vez a salvo en la acera se despide:

-          Hasta luego.

No tengo tiempo de agradecer su acto pues escucho desolado cómo el bus ha partido sin aguardar a mi benefactor.

-          Vaya, cuánto lo siento –Solo acierto a decir compungido.

-          No te preocupes, no tardará en llegar otro.

Entonces recuerdo las palabras de la viejecita y le digo:

-          Deseo que seas feliz.



Es más que probable que no volveremos a encontrarnos, pero estoy seguro que tarde o temprano mi deseo se cumplirá.





Dedicado a Pali, que cumplas muchos más.


1 comentario:

  1. Que conto tão gostoso de se ler!... graciosos grandes instantes de felicidade...
    Que você seja muito feliz! A vida tem muitos altos e baixos, improvisos e dias inesperados... sejamos feliz com o pouco e intenso dia de pequenos bons momentos. Inesquecivelmente felizes...
    Um beijo

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