martes, 17 de mayo de 2011

El bus

Apenas era capaz de coger las monedas para darme el cambio, la artrosis había deformado terriblemente sus manos, los dedos estaban retorcidos y su contemplación me hacía rechinar los dientes.

- Perdona, hijo, tantos años a la intemperie aquí en el kiosco, pasando frío.

- No se preocupe, está perdonada, apenas tengo prisa.

No era del todo cierto, pero por urbanidad y por solidaridad hacia su persona, contenía los nervios a duras penas.

- Mi marido, el pobre, se me murió el mes pasado, no fue capaz de terminar el invierno, una pulmonía acabó con él.

- Vaya, cuanto lo siento.

En mi fuero interno me decía que no me preocupaba la muerte de su marido, la mano deformada, el frío que pasaba todos los inviernos y hasta el cambio climático. ¡Por dios! Sólo quiero mi maldito cambio y meterme de nuevo en la vorágine de la vida moderna ¿Tan difícil es?

- Aquí tienes hijo y disculpa por la espera

- De nada señora, a cuidarse.

Terminé casi corriendo hacia la parada del autobús, ¿Por qué mi comportamiento casi hipócrita? Tengo dos seres dentro de mí, no es mi conciencia la que me dicta mis actos, maldita posesión infernal, tengo que hablar de ello a mi psicólogo, o mejor ¿Por qué no se lo oculto? Mi espíritu transgresor me dicta realizar esos pequeños pecadillos, a veces le disfrazo la realidad, no es que sea una mentira, pero casi.

¡Maldita sea!, en la parada como siempre se me ha adelantado la gorda, ¿Es políticamente correcto decir “la gorda”? suena un poco mal decir “la rubia obesa” pero me entra cuando la veo sentada la primera en la parada, una rabia inmensa, la odio, siempre llega la primera y parece que sonríe cuando me ve, seguro que piensa: -Fastídiate, he llegado primera y elegiré asiento. Sólo soy feliz los viernes, no se por que extraña razón ella no toma el autobús ese día, o si lo hace a otra hora.

Al fondo, en la última fila, siempre la misma pareja, el, muy tieso intenta fijar los ojos al frente, aunque se le notan unas ganas terribles de dormir, ella, con la cabeza apoyada en el hombro de el, duerme del tirón hasta la última parada, no se despierta ni cuando pisamos los grandes baches de la calle de Alcalá.

Esos baches que no son capaces de impedir que se maquille otra muchacha ¿Cómo lo consigue día a día sin saltarse un ojo? No soy capaz de explicármelo, veo más lógico levantarse cinco minutos antes que estar jugándome un ojo, desde luego, el día que se lo salte, no me pienso agachar a recogérselo, ¡estaría bueno!

El final del recorrido me hace mirar nervioso el reloj del tejado del centro comercial, ¿Recuerdas cuando te pusiste el último reloj? Es un adminículo del que no me arrepiento el haberlo extraído de mi vida, suelen pesar, en verano te hace llenar de sudor la muñeca y aunque parezca mentira, todos los golpes van a la muñeca izquierda, justo en el centro de la esfera.

Recorro pesaroso el camino hacia la oficina, he mezclado hoy los recuerdos de mi juventud, hace años que ya no compro periódicos, la eterna quiosquera, hace muchos más que traspasó el negocio, muchos más aun que su esposo se transformó en polvo y al fin y al cabo, nunca voy con prisas al trabajo, puedo recuperar el tiempo a la salida.


4 comentarios:

  1. No hay mejor cosa que dejar las prisas a un lado.
    Besos

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  2. Hola, Jose Antonio, pues te ha quedado de fábula el trayecto, ese hilvanado de pequeñas observaciones cotidianas, incluida la de la "maldad" de uno mismo, que parecen fresquísimas y recientes.
    Saludos blogueros

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  3. Hola, Jose. Me gustan más los trenes, sobretodo los de largo recorrido. Trasportan historias más vitales.
    Lo difícil es describir un `bus cotidiano´ como lo has hecho tú.

    Un abrazo

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  4. Hola José Antonio.
    "Un viaje al futuro" Que estupidez tan grande hacer trabajar a los mayores cuando hay un 40% de paro de jóvenes preparados con ganas y fuerzas para trabajar pero así van las cosas....y la Merkel pidiendo que trabajemos más y hagamos menos fiestas. En su pais el salario medio es de 40000 euros y aquí 22000 y las estadisticas demuestran que trabajamos más horas y producimos más que ellos pero que bonito es pedir porque sabe que vamos a tragar con todo lo que nos echen "los mercados"... quieren aprovechar el momento de pisar el cuello al obrero hasta qel último aliento antes de que se tuerzan las cosas.
    un abrazo

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