miércoles, 4 de agosto de 2010

Viaje al fondo de la mente

Después de salir del trabajo no vuelvo a casa, tengo una cita con ella, es increíble, después de tantos años, por fin se fijó en mí, me llamó al móvil y me dijo que me esperaba en su casa, ya no me acordaba de donde vivía por lo que me hice un plano en la impresora de la oficina, nunca había ido a esa parte de la ciudad.
Tomo el autobús en una gran avenida y tengo suerte al montarme, pues aún queda un asiento libre, este se pone en marcha, no transcurrió mucho tiempo, según pasábamos por un monumento histórico, cuando delante de mí, una madre que llevaba a su hija de la mano, la noto indispuesta, ella grita al conductor:
- Por favor déjeme aquí.
El autobús para en el lado opuesto de la calle y la señora se apea esquivando al tráfico, según llega a la acera, se pone a vomitar violentamente.
Todo esto lo veo según el autobús se vuelve a poner en marcha, al cabo de poco tiempo creo que estoy llegando a destino, me bajo y contemplo apenado que estoy perdido, camino por calles y cerros buenamente conocidos, alguna montaña de mi niñez me sale al paso, pero no sirve de nada, el camino me lleva junto a otro sueño pretérito, donde encuentro la oficina del ogro reconvertida en una tienda de muebles, un poder oculto me lleva al interior y allí le veo intentando montar un mueble, él nunca fue un manitas, por lo que sin decir palabra me dispongo a ayudarle y el me espeta bruscamente:
- ¿Qué quieres?
- Nada
Y continúo montando el mueble sin mirarle pues me provoca escalofríos la visión de su cara, de la trastienda sale su hermano, lleva una camiseta rasgada por el hombro, esta choca con su sempiterno aspecto de dandy de noventa arrobas con el que nos deleitaba siempre.
- ¿Has visto la crisis? En esto nos hemos convertido
La verdad es que a mi no me interesa la crisis y lo que les pudiera afectar, me di media vuelta y salí a la calle más triste del mundo, siempre se me figura gris y mal iluminada, a oscuras como el 11M cuando la única luz la provocábamos nosotros, insolidarios por culpa de la central.
Contemplo horrorizado como el plano ya no me sirve para nada, todas las indicaciones se han borrado, no sé donde estoy, ni hacia donde tengo que ir, menos mal que recuerdo que tengo su número de teléfono en el registro de llamadas recibidas.
Lo mejor estaba por llegar, entro en el castillo, donde una alfombra me introduce por varias salas, cada una distinta de las demás y todas pintadas de vivos colores, cada pasillo, cada sala pintadas de rojo, azul, amarillo, azul, rojo, amarillo, amarillo, azul, rojo y una terrible adivinanza me sale al paso: Cástor, puñal, niña, emparéjalos, pero ten cuidado, no dejes a Cástor sólo con la niña.
¡Por supuesto que lo acerté! esto sirvió para que mi hermano me dijera que se iba y sin poder retenerle, cogió su plateado coche y se marchó, mientras una reportera sin rostro entrevistaba a Miguel Muñoz.
-¿Usted cree que verdaderamente triunfó?
-Mire usted, yo no tuve a Raúl jodiéndome el equipo y además aprendí a decir: Euripides, no te Sofocles que te Esquilo.

3 comentarios:

  1. Cada encuentro con tus palabras me hace sentir mas tranquilo y afortunado.


    Un Saludo amigo... Ladrón de Palabras.

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  2. Bienhallado Jose R. : los sueños sueños son y continuan cada día, sigue mi blog y lo comprobarás.
    Un abrazo.

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