miércoles, 6 de octubre de 2010

El triunfo de Baco

No era una taberna cualquiera, era especial por lo insólito de su existencia, en un mundo dominado por la comida rápida, los bares de pinchos de diseño, locales donde unos camareros con espíritu malabarista dejaban con ojos alucinados a la concurrencia, no se podía concebir pues el atavismo que suponía la existencia misma de la taberna.

La fachada en sí ya era un museo, baldosines de Talavera, formaban un mosaico donde a la derecha relucía la torre del oro y a la izquierda la giralda, encima de la puerta un dios baco regordete y achaparrado pasaba revista con mirada de beodo a los parroquianos afectos al lugar, mientras se acodaba en un cartel donde figuraba el rimbombante nombre de”taberna la imperial”.

Todo eso no parecía importarle mucho a los clientes que osaban adentrarse en el recinto, dentro el tiempo parecía haberse detenido, no sólo por las estanterías llenas de botellas polvorientas de imposible reconocimiento de la marca y su contenido, también en la otra pared varios recios barriles que eran capaces de surtir vino sin más intermediación que una jarra bajo la espita.

Detrás de la barra se parapetaba el dueño del negocio, Rufino, uniformado con una camisa a la que había que echar mucha imaginación, para aseverar que algún día fue blanca, como afirman los clientes más antiguos, los mismos que juran que se la puso a la par que Isabel la Católica y desde entonces no se la ha quitado.

La barra tenía dos funciones principales, enjuagar los vasos en una esquina donde se hundía formando una tina llena de un liquido que podría ser agua si no fuera porque no era transparente como figura en la definición en los diccionarios, en el borde y vueltos para abajo una decena de vasos aguardaban el correspondiente enjuague, antes de volver a ser llenados de vino.

La otra función y más principal según el dueño, era servir de pizarra para llevar la cuenta de las consumiciones, previo apunte gracias a un trozo de tiza que impenitentemente llevaba detrás de la oreja derecha, la tiza y un paño de un color indefinido que le colgaba del cinturón, eran sus atributos personales más destacados, el rasgo más definido de su uniforme, al que no le faltaba un mondadientes en la comisura de la boca, aquí las malas lenguas dictaminaban que nunca se deshacía de él por el cariño que le tenía, pues era de la misma madera que fue empleada en la construcción del arca de Noé.

De la mismo árbol, seguramente sería donde se sacó la madera para hacer el resto del mobiliario, cuatro mesas acompañadas cada una por cuatro banquetas, todos ellos del color que tiene la madera al fosilizarse, esto no solía importar a los parroquianos que usaban estas para interminables partidas de cartas y dominó.

Rufino siempre espetaba a todo aquel que osaba arrimarse a sus dominios con un:

- ¿Qué va a ser?

Sobre todo no podías pedirle alguna bebida “rara” para él, entre otras cosas porque las bebidas que había en existencia eran, sota, caballo y rey, es decir vino, coñac y anís seco, y en el colmo de la exquisitez, por si acaso alguna señorita se atrevía a entrar en sus dominios, guardaba una botella de anís dulce.

Por lo que fueron muy comentadas aquellas peticiones que en guasa le hacíamos alguna vez.

- Rufino, ponme un cointreau.

- Perdón “mesié”, pero desde 1808 aquí no servimos gabachadas.

- Entonces un güisqui.

- Mister, desde la guerra de Cuba tampoco.

- Entonces Rufino, ¿Qué hay de beber?

- Vino, “cohones” la mejor bebida del mundo.

Las veces que Rufino se avenía a charlar con su parroquia, el único tema de conversación era el vino y sus virtudes de todo tipo, sobre todo beneficiosas para la salud.

- ¿Recuerdas al tío Chano? Acuérdate, todos los días se iba a casa después de beberse un azumbre de vino y toda la vida con el corazón como un roble.

- Natural, se murió de cirrosis.

- Pero el medico dijo que tenía el corazón como un toro.

- Y el hígado como una esponja.

- Ningún cliente mío se ha muerto de un ataque al corazón.

- Alguno se murió atropellado por el camión de la basura.

- Es que no sólo hay que saber beber, también hay que saber mear.-Sentenciaba Rufino.

La peor situación que nos encontramos, fue una tarde de verano, el sol apretaba de lo lindo y no volaba ni una mosca, de pronto la cortina de canutillo de la entrada se abatió y dejó pasar a una figura vestida de pantalón corto, pies enfundados en sandalias previamente embutidos en calcetines marrón claro, si en la cabeza hubiese llevado un salacot y en la mano una red para cazar mariposas, hubiera quedado pintiparado, ¡pero en África! El caso es que el individuo, se acercó a la barra después de lanzar grandes miradas a su alrededor y con voz de pito preguntó a Rufino

- Pegdon, ¿El vino de aquí seg bueno?

Ya había comentado que a causa del calor no volaban las moscas, pero si lo hubieran hecho, el ruido de sus alas hubieran sonado como cañonazos, uno de la mesa del dominó, se quedó a medias con la ficha hacia abajo, sujeta en la mano de forma inverosímil, la boca abierta y la colilla en la punta de los labios, de manera involuntaria tragué saliva y el ruido al hacerlo, retumbó en toda la sala. Rufino se puso primero rojo, luego amarillo y terminó en un gris lechoso, abría y cerraba la boca incapaz de articular palabra, los ojos se le salían de las orbitas y las manos le temblaban, e ignorando la nacionalidad del sujeto estalló.

- ¿Bueno? Bueno es el palizón que os pegamos en Bailén, el que os dimos en Lepanto, Las Navas de Tolosa, Guadalajara o Roncesvalles y si me traes a tu padre, también le pondré mirando para Cuenca.




6 comentarios:

  1. Hola José Antonio, es que a Baco no hay quien le venza y claro, que nadie dude de sus cualidades. Muy bueno como siempre. Un abrazo.

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  2. Muy bueno lo que escribiste.

    Te dejo mi blog

    http://lasdudasdejuan.blogspot.com/

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  3. Buenos días José Antonio, has escrito un relato muy bueno fundamentalmente porque todo contribuye en él a crear un ambiente muy particular de rasgos bien definidos. Felicidades. Un abrazo
    Primitivo

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  4. -¿No puede ser una cañita?
    -¡Vino!
    -Pues de las tapas ni hablamos.

    En la próxima edición de la guía Michelín seguro que sale Rufino el fino

    Un abrazo

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  5. Como siempre manteniendote ne la linea maestra que te caracteriza.

    BRAVO MAESTRO.

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