Paula estaba preocupada, el diablo andaba suelto por la oficina, la miraba con su piel tersa y brillante, con grandes ojos negros que la robaban los pensamientos, ella era incapaz de cualquier movimiento que no fuera teclear en su ordenador, no fue capaz de articular palabra, sólo lloraba y tecleaba, aunque a veces era incapaz de saber lo que escribía, las lágrimas nublaban sus ojos y el miedo la atenazaba impidiéndola cualquier pensamiento, solo escribía, escribía…
Por fin consiguió ponerse los zapatos, ya le faltaba menos para poder huir, sus compañeros estaban paralizados, no podían ayudarla, todos y cada uno estaban en su puesto de trabajo en la posición que tenían en el momento de aparecer el diablo, no tenía muy claro que pudiera conseguir salir a la calle, tenía que intentarlo pero alguien estaba disfrutando con esta situación tan embarazosa, mientras ella se agobiaba, le faltaba el aire y braceaba inútilmente luchando con las sábanas.
Mientras tanto, yo subía por la calle del río, el suelo estaba helado, afortunadamente llevaba puestas las botas, por lo que el frío atroz que aplastaba todo signo de vida, no me llegaba a los pies. No había manera de colocarme bien la boina, no quería ponérmela a “la castellana”, sino a “la parisina”, pero tenía miedo que resbalase por mi sien, es la desventaja de no tener tantos cabellos, al Che le hubiera quedado pintiparada, pero era mi ilusión de siempre, sólo rota cuando la casa de las boinas cerró para siempre sus puertas en la calle de los reyes, sus escaparates eran increíbles, había boinas para todos los gustos, credos y melones.
Que rara encontré mi casa del pueblo, en la planta baja la chimenea ocupaba todo el suelo, donde un par de enormes tizones ardían con gran humareda.
- ¿Quién les ha echado agua? – Pregunté
- Amenazaban con quemar toda la casa. – Me contestó mi padre.
- Pero es que así hace frío
Belén le dice a su novio que no se preocupe que ella le guía. –Tira por aquí. –Le dice, pero no, por allí no hay salida.
- Da la vuelta, es por allí
- Pues es por donde me dijiste, no me marees, ponte de acuerdo de una vez.
- Ya te lo estoy diciendo, es aquella carretera.
Más que una indicación, es una súplica lo que sale de sus labios, le arde la cara de la vergüenza, está azarada con la situación que padece, pero se siente incapacitada de interpretar las indicaciones del mapa que con mano temblorosa sostiene.
En su casa no se encuentra a gusto, el novio se acostó enfadado con ella, lo que hace que no se sienta bien con ella misma, ¿cómo he podido ser tan torpe? No se da cuenta que está dormida y dormida se levanta hacia la nevera, la abre y saca el mapa que tanto pesar le ha causado durante todo el día.
Paula observaba con horror cómo el diablo se iba acercando a todos los compañeros de la oficina y según les iba tocando en el hombro, se iban duplicando, los nuevos personajes sólo eran distintos a los originales en los ojos, grandes ojos negros que la miraban amenazantes, uno tras otros los compañeros de la oficina se fueron transformando en servidores del maligno de grandes ojos, ella por fin reaccionó, de un salto se levantó y corrió hacia la calle, allí la esperaba un gran perro que intentó atacarla, era su única obsesión, sus fauces se cerraban con grandes chasquidos, pero ella por fin encontró la paz, se abatió sobre los brazos acogedores de su madre y por fin durmió placidamente.
Gracias a Paula y a Belen por participar en este experimento.
Sin duda, Paula soñaba que le había tocado un ERE.
ResponderEliminarIntentaré soñar con los angelitos. Un abrazo
Buenas, Jose A!
ResponderEliminarResulta fácil relacionar la situación de Paula en la oficina con la de la mayoría de los trabajadores españoles, cuando vemos al jefe aproximarse parece que nos enfrentamos al mismísimo diablo.
Hay que ver..
Hola José Antonio.
ResponderEliminarFelicidades! y un saludo para Paula y Belén te rodeas de buenas colaboradoras.
Un abrazo.