La casona en medio del pueblo me atraía irremediablemente, desde niño soñaba con introducirme dentro de sus muros, pasear por sus estancias, investigar en sus armarios.
Sus puertas raramente se abrían, ¿Quiénes serían sus inquilinos que se ocultaban a todas horas? De vez en cuando una fina columna de humo escapaba por la chimenea y alguna noche se entreveían a través de sus ventanas, luces difuminadas por los cortinajes que las tapaban, lo que le daba la apariencia de una cierta habitabilidad, aunque sus moradores nunca se dejaron ver jamás por el pueblo.
Desde siempre los chiquillos del pueblo elucubrábamos sobre sus moradores, imaginando que eran contrabandistas de viejos tesoros olvidados, otros pensaban que eran el apoyo en el pueblo del maquis que otrora aterrorizó aquellas tierras, el más enterado de todos nosotros era el alguacilillo del pueblo que además de ser el monaguillo de la iglesia era además el pregonero de la villa y haciendo uso de su acceso a los documentos del ayuntamiento nos indicó que sus dueños era gente de la capital, lo que nos añadía nuevos horizontes a la investigación, al pensar que sería el refugio serrano de algún marqués casquivano que traería sus conquistas al viejo caserón.
Sus altos muros que la rodeaban, hacían impenetrable cualquier intento de adivinar siquiera que ocurría tanto en su interior, como en el jardín, del que sólo imaginábamos su existencia por las cónicas copas de los chopos que sobresalían de el. Un gran portalón de grandes vigas de madera era lo único que rompía la monotonía del muro de grandes sillares, estos estaban coronados cada poco, por grandes hierros aguzados, que imposibilitaban del todo cualquier ascensión para escalar el muro.
A pesar de nuestras inquietudes, nuestros padres apenas sabían más que nosotros, por lo que un mundo de misterio rodeaba al viejo edificio, hubiéramos dado todas nuestras posesiones por poder entrar dentro de sus muros y desentrañar el misterio que estaba vedado a nuestro conocimiento.
Día tras día, mes a mes el misterio seguía allí, tan cerca pero inalcanzable a nuestro conocimiento, por más que dábamos vueltas alrededor de sus muros no encontrábamos ningún resquicio por donde pudiéramos introducirnos en su interior, con la escala mas alta que pudiéramos fabricar, era aún inalcanzable además los aguzados hierros que la bordeaban suponían un nuevo problema que nos hacía desistir de poder incluso trepar por una soga que pudiéramos enganchar en ellos.
Una tarde de Septiembre, todo el cielo pareció derrumbarse sobre el pueblo, el cielo se tiñó de negro y una terrible tempestad se abatió sobre nosotros, todo el mundo dejó las labores agrícolas y se refugiaron cada uno en su casa ante el vendaval acompañado de truenos y relámpagos que llegaba, empezó a llover como si de repente miles de grifos se hubieran abierto, el ruido de los truenos nos tenía asordados a todos, los animales en sus corrales elevaban un coro de mugidos, balidos y berridos implorando el fin de la tormenta que tan aterrados les tenía, las calles del pueblo que daban al río eran torrenteras donde discurría el barro, piedras, ramas y todo lo que se interponía a su paso era abatido y arrastrado también.
Creo que nunca he sentido tanto miedo por los elementos de la naturaleza tan desbordados como aquel día, los canalones de mi casa incapaces de evacuar tanto agua, tiraban chorros ingentes de agua contra la fachada y las ventanas que más bien parecía que estábamos debajo del un mar embravecido, el granizo que también acompañaba a la lluvia golpeaba con fuerza el tejado, dando la sensación que el techo se nos iba a venir encima en cualquier instante.
De pronto todo se detuvo, el silencio lo invadió todo, un silencio que no auguraba nada bueno en el, parecía el intervalo de las campanas de la iglesia cuando tocan a misa de difuntos, con cuidado, recogimos apresuradamente nuestros impermeables y nos aprestamos a socorrer a nuestro ganado, chapaleando entre los charcos y evitando las caceras que se habían desbordado, llegamos a la cuadra donde lo guardábamos, afortunadamente el estropicio no fue grande, apenas un par de gallinas y una oveja se habían ahogado, los demás animales se habían puesto a buen recaudo.
No se por qué extraña razón pasé por la puerta de la casona, no era el camino habitual de vuelta a casa pero una fuerza extraña me llevó a pasar delante de ella, asombrado vi que un alto chopo, había sido abatido por la fuerza del viento, cayendo sobre el muro, con sus altas y gruesas ramas había formado un puente perfecto, no me lo pensé y encaramándome a él, salté sobre las raíces, para ir poco a poco, por lo resbaladizo que estaba, subiendo por el tronco hasta la copa, desde allí fue fácil descender por una gruesa rama hasta el patio de la casa, un patio enlosado con viejas baldosas de cemento y piedra, a mi alrededor unas ventanas ojivales de oscuras vidrieras emplomadas en las que el tiempo había dejado una verdusca pátina.
Las paredes estaban desconchadas y en algunos tramos cubiertas de una enredadera que hace años se secó dejando sus marchitos brazos sobre la pared, en medio del patio un pozo hecho de grandes piedras, al que le faltaban la garrucha y la cuerda rompía la soledad del patio.
Me acerqué a la fachada principal, allí encontré un zaguán acristalado con tejado de pizarra que daba acceso a la puerta del edificio, me acerqué a ella temblando, casi con la necesidad interior de encontrarla cerrada, pero todo fue una vana ilusión, al empujarla levemente, esta giró sobre sus goznes herrumbrosos provocando un molesto y agudo chirrido, dejando entrever apenas un umbral oscuro, me introduje por fin en el recibidor y observé que allí sólo había un gran perchero de madera.
En mi bolsillo llevaba una linterna para poder iluminar mi camino en las noches oscuras de un pueblo que no poseía iluminación alguna, así que hice uso de ella para introducirme en la siguiente estancia, esta resultó ser un gran salón donde partía una gran escalera hacia los pisos superiores, una grandiosa lámpara de araña colgaba del techo, esta había conocido tiempos mejores, peor ahora mostraba sus carencias por el paso del tiempo, varios brazos colgaban exánimes acompañados de muchos hilos de telarañas y muchas piezas de cristal se hallaban en el suelo, en las paredes varios oleos de retratos de diversa gente de otras épocas, todos vestidos con negras vestiduras, rodeaban a una gran chimenea de mármol rojizo donde todavía se veían apoyados en los morillos dos grandes troncos medio quemados.
Llegado a este punto, no sabía exactamente para donde encaminar mis pasos, como siempre las luces que a menudo se veían encendidas, pertenecían a las estancias superiores, tomé por la escalera, subí por ella, evitando acercarme a la balaustrada de mármol, pues tenía gran cantidad de polvo acumulada en ella, los escalones, también de mármol, indicaban por el polvo acumulado que por allí nadie había transitado en mucho tiempo, lo que añadía aun mas misterio, pues hacía pocos días que las misteriosas luces, se habían manifestado en las ventanas, llegado al primer piso, intenté abrir la primera puerta que encontré, pero estaba cerrada, un poco más adelante me encontré con otra puerta de madera oscura y empujé, esta si se abrió levemente dándome acceso a un salón tapizado en rojo, sin ventana alguna, pero en la pared del fondo había una puerta en la que el marco estaba pintado con letras rojas formando palabras sin sentido.
No me arredré por ello, giré el picaporte con suavidad y entré en la siguiente estancia, di un paso adelante y de repente la puerta se cerró a mis espaldas dejándome en la oscuridad mas absoluta, tomé mi linterna pero aun así no conseguí alumbrar apenas nada, la estancia parecía infinita, el haz de luz alumbraba varios pasos delante de mi, gire en derredor la linterna pero no apreciaba nada, ninguna pared, volví sobre mis pasos e intenté abrir de nuevo la puerta, nada, mis esfuerzos fueron vanos, después de varios intentos, abandoné y seguí a mi afán de aventura que me llevaba a continuar de frente, por lo que abandoné la pared y me adentré en la negrura imaginando no tardar mucho en encontrar la siguiente puerta.
No tardé encontrar el fin de la estancia, allí encontré un gran espejo que el tiempo había hecho desaparecer el azogue en varias partes, esto le daba un aspecto dorado y triste a la vez, mi reflejo en él me devolvía una imagen deformada de un joven asustado y empapado.
No fue hasta que me giré buscando la salida cuando me di cuenta que había algo extraño en el espejo, volví a mirar pues algo me había parecido fuera de lo común, cogí un viejo trapo polvoriento del suelo y lo pasé repetidas veces por la lisa superficie del espejo en un torpe intento de limpiar el polvo acumulado y devolverle un lustre ya olvidado. Después de un tiempo de frotar conseguí despejar un amplio espacio, acerqué la linterna al espejo y de repente me caí de espaldas soltando la linterna de la impresión al ver en el espejo reflejado otro rostro que no era le mío.
Era incapaz de controlar el corazón que corría desbocado por mi pecho, un ruidoso jadeo salía de mi boca incapaz de llevar suficiente aire a mis pulmones, las venas de mis sienes latían desaforadamente provocando un dolor insoportable en mi cabeza. Así estuve un buen rato hasta que conseguí estabilizar mis emociones, si no fuera por el temblor que sentía en mis piernas, hubiera echado a correr al instante, pero la curiosidad pudo más, me incorporé y volví a mirar al espejo. ¡Era cierto! Detrás del espejo había otro rostro que me miraba con cara apenada, apenas alumbrado por mi linterna otra cara me devolvía la mirada, la linterna que sujetaba apenas era capaz de alumbrar el rostro del extraño que me miraba.
-¿Quién eres? –Conseguí articular balbuceante. -¿Qué haces aquí.
Un suave susurro apenas audible me respondió:
- Sácame de aquí, te lo ruego, sácame por favor.
- ¿Pero como…? ¿Cómo has llegado hasta allí?
- Eso no importa, por favor, te lo ruego sácame de aquí.
- Bien, bien, dime como. ¿Qué tengo que hacer?
- Las velas, enciende las velas.
Me volví buscando con la mirada las velas que mencionaba mi interlocutor, las hallé tiradas en el suelo, dos velas a medio consumir que el polvo acumulado había tornado grises.
- Enciéndelas. –Me ordenó
Así lo hice obediente – ¿Y ahora qué? – Le pregunté
- Dibuja un círculo en el suelo, pegado a la pared.
Con un trozo de escayola que había caído del techo, dibujé en el suelo pegado a la pared donde estaba el espejo, con trazos temblorosos un círculo.
- Ya está ¿Y ahora qué hago?
- Pon las velas en las palmatorias y apoya tus manos en el espejo.
Después de colocar las velas, puse las manos con las palmas en el espejo y observé que el hacía lo propio y con voz esta vez tronante gritó.
- ¡Oh espíritu del espejo!, tú que me maldijiste a estar en esta dimensión del tiempo y del espacio, yo te invoco. ¡Escúchame! Aquí y ahora se cumplen las condiciones para mi excarcelamiento. ¡Cumple tu palabra! ¡¡YA!!
En ese momento, no se que ocurrió, una especie de neblina me envolvió y comenzó a girar a mi alrededor, debí de perder en algún momento el sentido de la vista y de la orientación, sacudí la cabeza para intentar recuperarme y al recuperar el equilibrio, me horroricé. Todo había cambiado, era yo el que se encontraba al otro lado del espejo, la persona que acababa de liberar, con presteza sopló las velas y las extrajo de las palmatorias, con los pies, borró cualquier rastro del círculo que yo había dibujado y mirándome con una sonrisa sardónica se despidió de mí levantando el brazo, al verlo comencé a gritar:
- ¡Sácame de aquí!, ¡No me abandones!
No me sirvió de nada, comencé a aporrear el espejo hasta que el dolor en mis manos no permitió continuar, busqué algo con que atacar el espejo, pero allí no había nada, era el vacío, la oscuridad eterna, condenado hasta el fin de los tiempos o que otro incauto se acercara al espejo.
José Antonio, muy bueno tu relato, me han gustado las descripciones y el misterioso encanto de la casona, quedamos a la espera del rescate. Un abrazo
ResponderEliminarPrimitivo
La casona existe realmente, por lo que sólo puse mis recuerdos externos, porque el interior sigue estando ignoto, ¿me atrevere algun día?...
ResponderEliminarBuenas, Jose Antonio
ResponderEliminarMe has tenido acojonado durante un rato... siempre imprimes un halo de misterio a tus relatos, tienes un sello distintivo.
hay q sacar a ese pobre de ahí!!
un abrazo
Hola José, muy completo y bien estructurado. Me ha gustado mucho. Un saludo.
ResponderEliminarHola José Antonio.
ResponderEliminar"espejo"..."puerta"... ¡um! no sé que rara coincidencia hace que tus relatos se encadenen con mis últimas fotos publicadas... estaremos conectados?? je,je,je
un abrazo.