domingo, 21 de marzo de 2010

Puerto de Malagosto




Pasando una mañana
El puerto de Malangosto
Salteóme una serrana
Ala asomada del rostro.
“Hadeduro”, diz,” ¿Dónde andas,
qué buscar o qué demandas,
por aqueste puerto angosto?”
Dixle yo a la pregunta:
“Vome para Sotosalbos
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita
Pues yo también seguí la senda del famoso arcipreste, pero puedo asegurar que desde entonces nadie más ha pasado por esa senda.





Hasta aquí la senda aparecía y desaparecía entre los piornos y las zarzas que habían invadido un camino que ni las vacas son capaces de transitar, solamente algún corzo era capaz de recorrer, además cada vez que atravesaba una tolla debía buscar de nuevo la vereda.


Las vistas desde allí ya eran fabulosas, Peñalara se veía con otra perspectiva, pero todavía me quedaba lo peor de la ascensión, la senda la perdí definitivamente y tuve que tirar montaña arriba como las cabras, el pulsómetro se volvía loco de tanto pitar y llegué a las 154 pulsaciones por minuto, (y yo con miedo en las ergometrías)


Llegué por fin al nacimiento del arroyo de Oteruelo, lo que aproveche para reponer mi reserva de agua y refrescarme, el sol pegaba de lo lindo en las alturas y el esfuerzo de la subida me estaba dejando seco.


Por fin llegué al nevero de donde partía el reguerillo de agua que poco más abajo formaba el riachuelo, ya estaba cerca de la cima.


¡Por fin! cinco horas después de salir de Alameda conseguí llegar a la cima, donde alguien llamado J.A.G. (a pesar de la coincidencia de las iníciales, juro que no fui yo) grabó en esta peña el dato, aunque no sé si él mismo se corrigió en cuanto a los datos de la altitud.



En lo alto de una loma cercana estaba esta cruz, al parecer realizan misas allí, desde luego se ganan las indulgencias el que asista.
Allí mismo me puse a comer, y después de un breve descanso me dispuse a bajar siguiendo las pistas forestales que allí había.




De la bajada, aparte que los caminos marcados no iban a ningún lado y tuve que atajar monte abajo, con lo que a mis ya fatigadas piernas les tuve que pedir un esfuerzo extra, me encontré esta chorrera que en al mes de Abril tiene que estar increíblemente hermosa cuando escurra por ella el agua de lluvia, y no como ahora sólo el agua del deshielo de los pocos neveros que quedaban montaña arriba.
Y esta fue la experiencia, a pesar del terrible cansancio que tenía, pues fueron once horas casi sin parar, la experiencia mereció la pena, pero el que la quiera repetir, que coja el camino desde Rascafría hacia el puerto de Reventón.

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