sábado, 20 de marzo de 2010

Sauca arriba

No lo voy a negar, es mi río favorito. Desde niño siempre que dejo mis pasos libremente ir, desembocan inevitablemente hacia el Sauca, según cuentan mis padres ya desde crío, una vez me escapé de casa para ir a columpiarme del zarzo que llevaba a la dehesa, atravesando incluso la carretera, y bordeando la ribera del Sauca.


Recuerdo una de mis excursiones de la niñez, yendo con mi primo y mi hermano, acortando camino, salimos del río y entramos en la dehesa, que en Agosto era un secarral, dónde encontramos una víbora, inconscientemente no se nos ocurrió más que meternos con ella con palos y piedras, obviamente se lo tomó a mal persiguiéndonos, especialmente le dio por mí, por lo que tuve que correr como un gamo, afortunadamente un cantazo de mi primo, dio con sus huesos en tierra y a mí con un susto morrocotudo.

Es un río especial, distinto al Santana y al Lozoya, el agua corre todo el año sin formar remansos, sólo en algunos tramos se ensancha y deja ver su fondo de caliza roja lo que le da un color especial, en tiempos tuvo mucha más vida acuática y aunque no subían las bogas, siempre estuvo bien provisto de truchas, gobios y cachos y tampoco faltaban ranas en sus riberas.

Recuerdo que si recibíamos alguna visita de familiares o amigos que iban a pasar el día a la sierra, inevitablemente era el lugar dónde les guiaba, a cualquiera de los tramos del sauca les llevaba de paseo en la confianza que siendo para mí la puerta del paraíso, a ellos les dejaría impresionados la contemplación de aquellos lugares. Si para mí era lo mejor del mundo, ¿por qué no iba a enseñárselo?



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