lunes, 22 de marzo de 2010

Vacaciones (II)

Jugábamos hasta que se hacía de noche, la noche era oscura y vacía, por toda iluminación el pueblo contaba con dispersas farolas con bombillas de 60 vatios que apenas alumbraban en derredor del poste que las soportaban, por lo que para ir a comprar la leche (recién ordeñada) todos portábamos una variopinta colección de linternas.
En medio del verano para aliviar un poco la monotonía nocturna, llegaba el cine ambulante con sus magníficos “estrenos” que inevitablemente repetían cada año, sobre todo “Un caballero andaluz” solaz de nuestras noches veraniegas. A la postre nosotros lo que más valorábamos de cada película era la cantidad de muertos que tenían siendo el famosos caballero andaluz y una de Palito Ortega las menos valoradas (con un muerto cada una).
Estuvieron viniendo la misma gente con las mismas películas muchos años, pues recuerdo que la última vez que vinieron iba con mi coche a la plaza a ver la película desde el coche, pues era más cómodo que bajar desde mi casa con una silla para poder ver la película, en el intermedio recuerdo que rifaban una botella de coñac, que inevitablemente siempre se llevaba el más bruto y borrachín del pueblo.
La vida era fácil y regalada, sin más obligaciones que estar en casa a la hora de la comida y al anochecer, recuerdo a mis compañeros de correrías Ricardo, Rafa, Juan Antonio, a los que sólo el traslado de su lugar de veraneo o las chicas nos separó. Y sobre todo el fatídico día que empezaba el Torneo Ramón de Carranza, hito indiscutible que marcaba el final de las vacaciones, final de Agosto, las moras en sazón, los días más cortos y Septiembre que llamaba a la puerta para la vuelta a la rutina, al colegio y a Madrid.

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