jueves, 15 de julio de 2010

De cine

Ella se acercó a mí, sin importarle que estuviéramos dentro de un autobús se subió en mis rodillas y abrazándome, me besó, sentí como nunca sus labios cálidos, apenas los separó, le dije:
-Tú sabes que esto es una locura.
-Más que una locura, esto es un sueño.
Densos nubarrones acechaban, a pesar de todo hacía mucho calor, apenas crucé la calle, gruesos goterones comenzaron a caer, me estaba empezando a mojar, pero no me importaba, quería poner en orden mis ideas, los ojos me picaban y tenía una leve opresión en el pecho.
¿Por qué con ella? Me venía a la cabeza una y otra vez esta pregunta, era lo más puro que quedaba, mis pensamientos hacia ella eran impolutos hasta este día, no sabía como iba a reaccionar en cuanto la viera, ya no sería lo mismo, su relación con ella quedaba marcada para siempre.
Era de esperar, tarde o temprano ocurriría, todos los días laborables viéndose ocho horas, apenas separados por un metro de espacio entre ellos, continuas confidencias compartidas y múltiples guiños de complicidad hacían que su compenetración en el trabajo fuera total.
Me conquistó cuando un compañero de trabajo, el típico guasón, me quiso embromar, ella saltó como una fiera, como un cisne en defensa de sus polluelos, para desbaratar la broma, saliendo en mi defensa y dejando cortado a mi eventual oponente ante su vehemente defensa, nunca la había visto así, con el ceño fruncido y los labios apretados en una dura mueca, ella era Meryl Streep y yo Robert Redford en memorias de África, cuando el se acera con un pañuelo a enjugar la sangre de su labio partido y después la besa suavemente.
-Despierta bobo ¿porqué me miras así?
-Disculpa chica, estaba pensando.
-En que estarías pensando…


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-Mira esta es Elsa, Elsa este es Juan tu nuevo compañero.
Que tontería alumbrar la oficina, pensé, con su sonrisa lo ilumina todo, me dedicó una sonrisa amplia, sincera, afable, cálida, nunca nadie me había hecho un regalo igual, era un incentivo imprevisto de mi nuevo trabajo, algo de que disfrutar todos los días laborables, a primera hora según llegaba a la oficina, mi corazón buscaba su rostro para obtener mi recompensa diaria, ella nunca me defraudaba, indefectiblemente día tras día me premiaba con su sonrisa, era mi vitamina, a partir de entonces podía afanarme en mi trabajo con toda la ilusión del mundo, lo que devengaba en la confianza y buena opinión de mis superiores, lo que obviamente también se lo debía a ella.
Todo terminó aquel infausto día, era viernes, todo un fin de semana por delante, me había armado de valor, había masticado varios chicles para tapar el aliento del sol y sombra que me había tomado, por si me faltaba el valor del que presuntamente me había armado, por fin le iba a hablar de lo nuestro, es decir de lo que sería nuestro, es decir de… bueno espero que las palabras fueran fluyendo cuando me lanzase, estaba seguro que todo iba a salir bien.
La euforia se iba apoderando de mí, me sentía como nunca, la felicidad por fin me iba a llegar, mi vida iba a dar un vuelco, mi mediocridad se acabaría estando a su lado por siempre jamás, todos estos pensamientos se agolpaban en mi mente en la puerta del edificio donde con un subterfugio, le dije que me iba antes, me hallaba esperándola, en cuanto saliera la abrazaría y mi corazón hablaría por mí.
La puerta del ascensor se abrió y el mundo cambió de color, un color más claro, más humano, más colorido, de allí salía ella con su sonrisa, de pronto sus ojos se iluminaron, me había visto, nunca vi sus ojos brillar así, abrió la boca y oí música celestial.
-Amor mío
Ella acompañó tan bellas palabras con el gesto de abrir los brazos según caminaba hacia mí, mi rostro también se iluminó, el corazón me dio un vuelco y las piernas me empezaron a temblar, ni en mis mejores sueños pensé que todo iba a salir así.
Ella pasó a mi lado y abrazó a un espigado personaje vestido de ejecutivo con el pelo engominado, imaginé más que observé sus labios jugosos unirse con los de aquél tipo y tuve la ilusión que fueran los míos, pero todo se apagó frente a mí de repente, los plomos de toda la ciudad se fundieron y todo quedó en oscuridad, la calle se volvió de un pesado color gris sin atisbo de otro color, hasta el cielo que apenas unos minutos se hallaba despejado y brillando el sol, se tornó plomizo, obscuro y triste.
Pasaron junto a mí como si yo no existiera y así debía de ser, pues ni yo mismo ya creía en mi existencia, me sentía vacío, inmaterial, como Claude Rains despojado de sus vendas en el hombre invisible

¿Iba a ponerme a llorar? Bueno, en ese momento salía Laura del departamento de contabilidad, nunca me había fijado en ella, con ese brillo en el pelo tan especial, cada vez que movía el cabello y la forma que le caía por la cara me recordaba a Verónica Lake en me casé con una bruja, era especial para mí, me sentí transportado al séptimo cielo al verla, ¿Cómo no me había fijado antes en ella?



2 comentarios:

  1. Hola José Antonio.
    ¿hay trabajo para mí en esa oficina? je,je,je
    Muy bueno, un abrazo.

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  2. Oi, José! Vim aqui ler você e fiquei muito satisfeita, porque são histórias interessantes, por vezes engraçadas e divertidas.

    Sempre que puder, virei aqui te ver.

    Felicidades.

    Beijos.

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