martes, 6 de julio de 2010

La cacería

A pesar de todo seguía corriendo desesperadamente, a pesar que sabía que no tenía solución, que su carrera estaba abocada al fracaso, la muerte cuando te apunta es inexorable, corría por el bosque dejando tras de si jirones de su vestido que en muchos casos iban acompañados de su propia piel, de vez en cuando paraba un instante para tomar un mínimo aliento, el ruido de su corazón era superior incluso al de su resuello, lo que le imposibilitaba escuchar ningún sonido que delatase la posición de su perseguidor, pero sabia a ciencia cierta que este se encontraba próximo a ella, en su lucha por la vida, sabia que la tenia perdida, pero a pesar de todo se incorporo y siguió corriendo consumiendo en ello las ultimas reservas de fuerzas que tenia en su interior. Sentía un zumbido en el interior de su cabeza lo que le impidió escuchar el silbido en el aire que formo el filo de la hoja que le segó la vida, esta se le fue a borbotones por el tajo que cruzaba su cuello, apenas pudo dar dos paso mas antes de derrumbarse en medio de la hojarasca que cubría el suelo, boqueo un par de veces en un inútil intento de obtener aire para sus pulmones antes de que se le nublaran los ojos y la conciencia.


El asesino sonrió para sí, esta vez había sido algo mas complicado, la juventud de su victima había hecho que la cacería mereciera la pena, el esfuerzo corriendo por el bosque le había excitado enormemente junto con el sudor y el olor de la sangre de su victima, aburrido de muchos años de sosas cacerías de animales, comprendió al fin que la mejor presa era la humana, en eso nos diferenciamos de los animales puesto que, ¿Qué animal mata a otro de su misma especie?

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