martes, 6 de julio de 2010

Tránsito

Poniendo un pensamiento adecuado en su mente, así murió Doblas.

- Y avisa a Pitín, a Chocolate y a Niebla

- ¿Esos que son de Heidi?

- No tonto, son mis muñecas

Parece mentira oír así a una anciana, tan pálida y blanca, que apenas se la distinguía de las sabanas del hospital, pero ante la muerte, la pobre viejita, sólo tenía bellos recuerdos para las muñecas que tuvo ochenta años atrás.

-Chocolate era mi burro marrón, era de madera, recubierto de cartón, de un cartón suave, muy suave, le pasaba la mano por el lomo, y el me lo agradecía sacando a pasear encima de su lomo a Pitín y a Niebla.

Niebla era mi favorita, tenía un bello vestido de organdí, con pequeñas puntillitas, no era capaz de dormir sin ella, no recuerdo cuando dejé de tenerla, ¿le dirás que me perdone?

- Claro, no te preocupes, cierra los ojos y descansa, … descansa, no te fatigues más.

- ¿Se acabó el tiempo? , que pena, echo de menos a mis muñecas.

- Si, pero tu no sufras por ello, enseguida estarás mejor.

Me presentaré soy una especie de ángel que ayuda a dormir, a pasar el tránsito, a morir o como mejor uno quiera disponer la palabra, tengo una de las profesiones mas tristes de la eternidad, por eso soy un ser triste, triste y gris, pues lloro mucho, soy incapaz de estar mucho tiempo sin que mis ojos se vean anegados de ese maldito y a la vez bendito liquido, que son las lagrimas.

Lo bendigo porque es mi único desahogo después de oír a mis “clientes”, la verdad es que no hay ningún contrato entre ellos y yo, sólo soy un ente a veces corpóreo que guarda sus palabras, sus deseos, sus anhelos y sus recuerdos, una especie de bibliotecario y notario de últimas voluntades, a la vez que un amigo que escucha sus últimas palabras y que en ese trago tan duro para algunos, soy su amigo y compañero que les consuela y les conforta.

Pero ahora me siento ya viejo, estoy fatigado, en mi mente ya no hay sitio para ningún recuerdo más, mis labios están secos y no pueden pronunciar ninguna frase de consuelo, ahora soy yo el que necesito de esas frases, pues toda una vida de sombría tristeza pasa factura, necesito yo también descansar.

  -Hola

  -Hola niño, ¿Qué quieres?

  -Solo hablar contigo, te veo triste.

  -Si, es que estoy un poco cansado

Así poco a poco, el niño y yo empezamos a hablar, entablamos una fluida conversación, y me relajé pues le iba contando mis pesares, mis sentimientos, mis recuerdos, todo lo bueno y lo malo que en estos eones me había pasado, mi mente se liberó y por un momento mi corazón dejó de llorar.

Y entonces fui muy feliz, pues comprendí que el ansiado relevo acababa de llegar y que era yo al que por fin le tocaba descansar.



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