miércoles, 7 de julio de 2010

Peregrino

Ciento cuarenta leguas en mis piernas, me parecía increíble, Zaragoza quedaba muy atrás en mi recuerdo y en la distancia, tantos días, tantos esfuerzos, tantas penalidades, todo por un ideal, por una expiación, por el perdón de mis pecados si esto es posible aun, ya no se que creer, que esperar, una vida como la mía es difícil que alcance el perdón suficiente para alcanzar a mi muerte siquiera el purgatorio, donde mi alma alcanzase tras varios eones el anhelado premio de la gloria.

Sin una caballeriza que me ayudara a sobrellevar el camino, mis esperanzas de dormir esta noche en algún albergue u hospital se evaporaban por momentos, la noche se echaba encima rápidamente, en Noviembre pocas horas de sol iluminan el trayecto, empero el bosque de castaños y carballos se cerraba cada vez más a mi paso y sus copas cada vez más, impedían la llegada de la luz a la tierra, por lo que los tropezones con las piedras y raíces eran continuos.

Me senté por fin a la vera del camino bajo un añoso castaño al cobijo de sus ramas y me dispuse a pasar la noche, el ambiente era tan húmedo, que no fui capaz de encender un fuego reparador que me calentara los huesos, todo a mi alrededor rezumaba humedad y podredumbre, me envolví como pude pues en mi capa y usé como almohada una de las raíces de mi improvisado hogar.

Cientos de ruidos acompañaron al ocaso, es increíble la cantidad de vida que puede acoger un bosque, al ulular de una lechuza, le hacía eco un cuclillo a lo lejos, la hojarasca a mi alrededor se sentía desplazarse con un ruido sordo, varias musarañas o cualquier otra sabandija se movían de aquí por allá, de repente un suave aleteo y un agudo chillido me indicó que la lechuza por fin alcanzó a su presa, - Que suerte. Pensé, ella por lo menos cenaría esta noche, pues el ruido que hacían mis tripas me recordaban que hacía varias horas que tuve mi última colación.

Súbitamente todo cambió, el silencio se apoderó de la noche, no se escuchaba absolutamente nada, el viento se paró de repente, con lo que el rozamiento de las ramas desapareció, fue como si hubieran desaparecido de repente todos los animales del bosque.

Silencio, silencio y en un momento una explosión de luz al aparecer la luna llena en un claro entre las nubes, tras la oscuridad mas absoluta, la aparición de los plateados rayos de la luna me deslumbraron e hicieron parpadear para acostumbrarme a la nueva iluminación, fue un espejismo pues las nubes pugnaban de nuevo por tapar su aparición, por lo que a partir de entonces se turnaban luces y sombras de una manera que aturdía los sentidos.

Intenté cerrar de nuevo los ojos, pero un leve murmullo se apoderó del ambiente, una cantinela apenas musitada se oía por el camino, pero que poco a poco se podía comprender.

Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam.

Me puse en pié con gran agitación los latidos de mi corazón intentaban acallar aquella letanía.

Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquiatatem meam.

Unas ambarinas luces mortecinas asomaban por el camino, poco a poco se acercaban donde me encontraba agazapado tras mi castaño.

Amplius lava me ab iniquitate mea: et peccatto meo munda me.

Me santigüé repetidamente intentando alejar de mí todo mal que pudiera venir del infierno, a pesar que me merecía morar allí, con mi viaje precisamente era lo que quería evitar.

Quoniam iniquitatem meam ego cognosco: et peccatum meum contra me est semper.

¡Dios mío sálvame! En mi mente se agolpaban mil y una ofrendas a todos los santos que fueran capaces de hacerme eludir el peligro que me acechaba.

Tibi soli peccavi, et malum coram te feci: ut justificeris in sermonibus tuis, et vincas cum judicaris.

Cuando las luces se hallaban a pocos pasos de mi posición, un rayo de luna se filtró entre las ramas, poniéndome los pelos de punta al ver que quien portaba las velas eran unos frailes encapuchados que caminaban encorvados.

Ecce enim in inquitatibus conceptus sum: et in peccatis concepit me mater mea

Al llegar el primer fraile donde me encontraba, toda la fila se detuvo, su motete, apenas musitado continuaba sonando, las luces de las velas que portaban intentaban taladrar, sin conseguirlo las blancas sayas con que iban vestidos.

Ecce enim veritatem dilexisti: incerta et occulta sapientiae tuae manifesti mihi

El primer fraile volvió su rostro hacia mí, apartó levemente su capucha asomando de ella una monda calavera, donde asomaban unos ojos rojos saltones que me taladraron el entendimiento, no se como en mis manos ya no portaba mi cayado, éste se había convertido en una gran cruz de madera de la que no era capaz de deshacerme.

Asperges me, Domine, hyssopo, et mundabor: lavabis me, et super nivem dealbabor.

Toda la fila se puso a caminar de nuevo, al pasar el último monje a mi altura, mis pies se pusieron a moverse sin poderlo evitar, siguiendo la misma lenta cadencia de los que me precedían, en un último acto de humanidad que me quedaba pensé: - Ya nunca veré Santiago.

Sicunt erat in principo, et nunc semper, et in saeculorum. Amen



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