Me fije en ella, me recordaba a una novia que nunca tuve, uno de mis amores platónicos mas dolorosos, alguien a quien amé en silencio y no fui capaz de declarar mis intenciones respecto a ella, mi fogoso corazón latió en vano, mi miedo al rechazo me separó para siempre de su alma.
Bien pensado caminaba igual a otra mujer a la que desprecié, una chica de pasos torpes y risa estentórea, que al oírla me hacía rechinar los dientes; la di mil y una falsas ilusiones, nunca fue capaz de darse cuenta que todo era una broma cruel, después de varios meses de chanza, desapareció de mi vida.
Un reflejo del sol en su pelo me hizo evocar a esa que tanto odié, a quien me partió el corazón y se rió de mí mientras recogía los pedazos, fui un juguete en sus manos, expertas manos en deformar la realidad, en manejar las cuerdas de las que, pobre de mí, colgaba como una marioneta, mentí, robé, lloré, cometí toda clase de tropelías bajo su antojo, realicé todos los pecados del catecismo y en siete vidas que viviera, no penaría la penitencia impuesta.
Movió los brazos como mi profesora favorita, esa a la que yo le buscaba en la espalda el hueco donde se colocaba las alas, era un ángel, alguien a quien la docencia realmente la tomaba como una vocación, siempre atenta, afable y dispuesta a explicarme mis primeras letras poniendo todo su empeño en desasnarme a base de cariño, a veces juntaba su mejilla con la mía y tomaba mi mano para guiarme en prístinos ejercicios caligráficos, salvo cuando me abrazaba mi madre, en ningún momento me he sentido mejor que en aquel pupitre.
Se alejó calle arriba, la seguí con la mirada, aun siendo una mezcla de recuerdos, no había logrado verla la cara, se perdía poco a poco de mi vista y antes de doblar la esquina, giró la cabeza y entonces exclamé:
-¡Pero si es…!
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