martes, 6 de julio de 2010

Los perros de la guerra

Avanzamos por un viejo camino polvoriento a lomos de un viejo Land Rover, el runrún de su gastado motor me adormece a pesar de los baches del camino, llevo un gran pañuelo anudado en el rostro para evitar el maldito polvo de esta odiada tierra en este asqueroso país, ¡maldito sea el día que entré aquí! Solo la necesidad puede llevar a gente como yo a hacer este asqueroso trabajo, hubiera preferido limpiar letrinas con la lengua, pero ya es tarde, mi ansia de dinero fácil, aventuras y afán de emociones fuertes me trajeron aquí, parece mentira, pero ahora el protagonista del videojuego soy yo.

El sol está en todo lo alto, aprovecho para beber un largo trago de agua, el combate está próximo y matar reseca la garganta, a pesar de mi resaltada experiencia, un sabor a bilis me sube por el estómago hasta la boca, escupo a menudo pero el regusto sigue ahí, “el viejo” me dice que es el sabor de las almas que abandonan los cuerpos de nuestras victimas, se quedan flotando hasta que los aspiramos y nos nutrimos de ellas, el sabrá, es el mas veterano de nosotros a pesar que no pasa de los cuarenta años le llamamos “el viejo”, ha estado en mas guerras de las que su estúpido cerebro abotargado por el alcohol y las drogas es capaz de recordar, prefiero esa explicación, hay otros que se creen las malditas religiones animistas que pululan por este continente y son capaces de comer el corazón de sus primeras victimas, ¡locos!.

Recuerdo como empecé en esto, una visita a un hotel, una promesa de riqueza fácil, una firma, un apretón de manos y de ahí un viaje a una ex república soviética, donde unos sádicos instructores nos enseñaban la miles de formas de matar y no ser matado, que miles de años habían sido dados a los hombres, una sabiduría durante este tiempo que nos llevaba a conocer como hacer sufrir de la manera mas cruel a tus semejantes, a despreciar el dolor propio y sobre todo el de los demás y a no temblar ante las atrocidades más extremas que la mente humana puede se capaz de crear sin que a nadie le tiemble el pulso y ser capaz de acostarse esa noche y dormir sin remordimientos.

De pronto el Land Rover se detiene, vamos a entrar en acción, repaso rápidamente la posición y estado de mis armas, salto del vehículo y me introduzco en la sabana, seguimos un sendero al que cientos de años de idas y venidas de la población dejaron brillante el suelo, como si la tierra estuviera pulida, mejor, así llegaremos sin apenas emitir ruido alguno, el “capitán” nos hace una señal, sigilosamente rodeamos el poblado, esta vez no habrá prima pues no se espera que haya gente armada, sólo se trata de masacrar un pequeño poblado de chozas de barro y ramas, mujeres, niños y viejos son nuestro objetivo, ¡bah! un paseo, de pronto suena la señal, monto el arma y empiezo a disparar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails